domingo, 29 de julio de 2007

Borrachera cartesiana

Regresaba ayer de una discoteca a las 4.20 am. Estaba en mi coche escuchando música por la radio. Estaba contenta. Había bailado muchísimo, visto gente a la que quiero, había conversado, bebido una cerveza, y sonreído. Fue una buena noche. Intento que todas las noches que decido salir, tengan algo de especial. Detesto esa sensación demasiado conocida de "noche-nada". Nisiquiera "mala noche". Sino, noche-insulsa, sosa, tonta, "pérdidadetiempo-noche". Al día siguiente, ojeras, resaca, deshidrataciòn y depresiòn. ¿Para qué entonces? Dice mi terapeuta que yo salgo siempre en busca de mi príncipe azul. Y, claro, nunca lo encuentro. No es un objetivo conciente por cierto. En Madrid, ciudad donde viví 5 años, tuve muchas noches de espera, de deseo, de búsqueda loca. No me hacía salir de casa la idea de pasarme un buen rato con los amigos, salía de casa con la idea de no volver más. De despertarme al día siguiente y olvidar que el dìa anterior existió. O lograr que el día siguiente no existiera más. O lograr tal vez, que esa noche, un prìncipe azul, me cambiara la vida para siempre...pero ese es tema para otro cuento. Inconcientemente, querìa erradicar días. Hacer que el año durara menos y que la muerte estuviera más cerca (risa y burla final). El adormecimiento es la mejor manera de parar el dolor. Dormir. Adormecer. No estar. Destruir. En mi coche a las 4.30 am pensè en el significado de la palabra "autodestrucción" que vi en el diccionario de la real academia española:
"Destrucciòn de si mismo."
Nada màs. Me espantò un poco esta definición por su contundencia y su frìa creencia en que todos sabemos que coño es "sí mismo".
Pensé en mi misma y en la lógica cartesiana: "Salgo, bebo, me idiotizo, luego NO existo." Me aclaro a mi misma que la autodestrucciòn no tiene que ver con el "beber" en su mismidad... tiene que ver con la forma y con el profundo para qué que implica ese beber. Recuerdo que en Madrid salía por las tardes a beber cañas de 1 euro. La matemática elemental nos dice entonces que con 10 euros ya me podía haber adormecido y con los los 500 gr. de mani de cortesìa ingeridos (las "tapitas"), ya podía volver a casa ebria, culpable y gorda. Nada más sano.

Cuando la "fiesta" para uno tiene que ver con olvidar, cerrar, dejar atrás, adormecer, idiotizar, no "ser"... esto, genera una cadena infinita de negaciones. Uno no olvida, no cierra, no deja atràs... Uno cree que lo hace, pero nuestro yo pensante de 30 años, sabe que todo regresa. Que todo grita por ser resuelto y por ser mirado. Cada cuestiòn clama por su momento de reflexiòn. Y uno, se lo quita. Fumas, bebes, te estimulas y el dolor desaparece. No sé que adolescente interior nos hace pensar que el dolor no volverà. Mi adolescente interior es la nena que no quiere pensar. La nena que quiere olvidar lo que sucede en casa, en su interior, la que se mira las caderas al espejo y se ve gorda. La que se ve los granos en el cutis rosa y delicado de su mejor amiga. La que se siente de 30 a los 14. La que se pone crema para las arrugas a los 15. La que llora con la almohada pegada a la cara para que no la oigan. La que no tiene cerradura en la puerta de su habitaciòn. La que usa casacas amarradas al culo para que no se lo miren. La que llora de rabia porque un hombre le dice una guarrada en la calle. La que busca desesperadamente al novio que sus amiguitas ya tienen. La que miente y dice que besa chicos por ahì. La que nunca ha besado a un chico. Me siento sola, dice. Ve televisiòn, fuma un cigarro en la ventana de su cuarto para no dejar evidencia, y se pone morada de ron pampero con coca-cola con su mejor amiga que tiene una madre castrante. Se juntan de tarde en su casa. Se encierran en su cuarto y sacan el I-ching. Se lo leen e interpretan mutuamente mientras beben cuba libres y fuman cigarrillos. Tienen 14 años. Hablan de sus familias. De chicos. De sus familias. Se emborrachan. Se adormecen.

Hace tiempo que pensé que debía tener cuidado. Me dio miedo pensar en una cadena infinita de negaciones. Si la afirmaciòn es el "instante", la negaciòn es lo contrario. Y lo contrario sería entonces, huír del instante. Mi adolescente vivió la huída. Mi adulta también. Y no sirve de nada. Todo clama por ser revisado, visto, oìdo y hasta querido. Pienso que la autodestrucción tiene que ver con la huída del instante. La autodestrucciòn es decìrse a uno mismo: No. O como dirían en una peli que vi: "Es la constante negación a la invitación de dios a la eternidad." Llegué a mi casa y me eché en la cama concientemente adormecida. Bien.

sábado, 21 de julio de 2007

La espada del augurio sólo funciona en el tercer planeta

Era un 9 de diciembre del año 2006. Estaba sentada en la habitación de mi hermano menor mirando su colección de Caballeros del Zodiaco. Era el día de mi cumpleaños número 30 y yo estaba ahí sentada sin moverme mirando los muñecos de mi hermano con los que alguna vez, alguna vez, había jugado. Al lado, unos DVD´s de las 3 primeras temporadas de los Thundercats me hicieron recordar cuando emocionada, saltaba desde un sofá gritando: "¡Thundercats, Oooo..!", después de ver más allá de lo evidente a través del ojo de thundera de la espada del augurio (era así ¿verdad?). Pienso a veces que en la época de los Thundercats yo ya no era tan niña como para andar jugando a gato-que-ve-más-allá-de-lo-evidente pero recuerdo que a mi hermano menor (no tan menor) le gustaba verme saltar y gritar como Leonó. Ni la espada del augurio, ni Leonó, Cheetara, Panthro, Tigro o los felinos cósmicos, podrían haber augurado que esa púber que soñaba con tener las piernas y la cintura de Cheetara estaría ahora en su cumpleaños número 30 recordándolos.

Me miré al espejo. Estoy mejor que hace diez años y lo sé. Me gusto más. Estoy más delgada y mi pelo dejó de ser esa mota chowchowesca para convertirse en una mota normal. Me miré el cuerpo. Todo está aun en su lugar. Aparte de unas pequeñas arruguillas en los ojos, pienso que de tanto reír, todo está igual o mejor. Un día una profesora de historia en la Universidad nos dijo que si no teníamos nuestro "rollo resuelto a los 30 estábamos perdidos". ¿Perdón?, me pregunté. Creo que no entendí bien... ¿Quiere decir que me quedan 8 años para dejar de ser una piñata y convertirme en mariposa? Había empezado la competencia con el tiempo.

Fue en esa época que el sufrimiento estaba dejando de ser placentero. Yo, era una ferviente defensora del "sufrir por huevadas". A los 16 le había dicho a un profesor de inglés que lo que más quería en la vida era "suffering". El hombre me miró largamente."¿Suffering?" preguntó. "Yes", le dije en inglés, creo que es la mejor forma de "growing up". "Interesting", fue su respuesta. Debería haber llamado a la psicóloga del colegio. La verdad, me hubiera gustado hablar. Tal vez así hubiera ahorrado cantidades de energía en teatralizaciones infames del sufrimiento y en ocuparme demasiado en fingir ante los demás mis propias maneras de indignación, molestia y depresión. (Una frase como esta última escribe Salinger en Franny & Zooey).

Siempre diré que no quiero volver a los 20´s. Ahora, veo todo con más claridad. Y hay cosas que realmente me importan y otras que no. Antes, me importaba todo. Me habría gustado tener una espada del augurio a los 20 y ver que a los 30 iba a llegar bien. Sana y salva. Incluso, pódríamos decir, contenta. Me habría ahorrado profundas angustias pensando en que el tiempo para resolver(me) se acababa. Pero no. A la vez se que haber llegado sana y salva a los 30 es sólo producto de mi adolescente teoría sobre el "suffering que hace growing up". Se que no sería quien soy si no hubiera defendido mi derecho a sufrir por huevadas. Qué importa. Talvez bailé un poco menos que otros veinteañeros, tal vez fui menos a la playa y bebí más alcohol. Pero aun me quedan muchos años para bailar, ir a la playa y dejar de chupar. En fin, miré a Leonó y me pregunté si es que había resuelto "mi rollo" a los 30 tal y como dijo mi profesora. ¿Rollo resuelto? Se lo que me gusta ahora, se lo que importa ahora, se quien soy ahora mismo. Empiezo a resolver algunos temas. Empiezo a sentirme adulta. Recién. Ahora. Empieza a gustarme el mundo adulto. Recién. Y supongo que vendrán otros rollos y por momentos la vida se complicara y luego se volverá a relajar. Es normal. Ya no me asusta (tanto). Tampoco me gustaría ahora que el ojo thundera me mostrara mi vida dentro de 10 años. Ahora, lo más paja de todo, me parece el asumir que somo seres impredecibles. Incluso para nosotros mismos. Sobre todo, para nosotros mismos. Por otro lado, la espada del augurio sólo funciona en el tercer planeta. Me encanta.

viernes, 20 de julio de 2007

En un rave con Rousseau

Dijo Rousseau: "Hay un estado en el que el alma adopta una disposición lo suficientemente estable como para lograr el descanso y recogerse, sin necesidad de volver la vista al pasado ni adelantarse al futuro, en el que el tiempo da igual, en el que el instante se prolonga sin tener que padecer el peso de su duración.(...) ¿Y de qué se goza en ese estado? De nada, pues el exterior es como si fuera nosotros mismos; de nada salvo de nosotros y de nuestra propia existencia, y el tiempo que dura uno está, al igual que Dios, satisfecho consigo mismo."

He pasado años intentando "recogerme en mi misma", intentando encontrar ese descanso del que habla Rousseau (y tantos otros filósofos). Encontrar, como en el teatro, la capacidad de vivir el instante. No pensar en el pasado, en el futuro, ni mirarme desde fuera. He deseado ser uno con el instante. Con los demás. Ser uno conmigo. Por fin, ser una conmigo misma.

Desde adolescente, tuve la sensación de que mi ser estaba dividido y que iba a distintas velocidades. Mi mente corría los 100 metros planos queriendo saber lo que los otros pensaban de ella, mi cuerpo quieto y tembloroso inmovilizado por este pensamiento lograba que mi triste espíritu mirara hacia adelante y volteara la cabeza yéndose hacia atrás, muy atrás. Años de psicoanálisis, escritura de sueños, autoanálisis salvajes... Intentos fallidos aunque validos al fin y al cabo. Repitiéndome todos los años que todo tenía que decantar en algo. Así fue que una noche...

Salí con unos amigos a una fiesta electrónica en un hotel 5 estrellas del centro de mi ciudad: Lima. Yo quería bailar así que no fue difícil convencerme a pesar de que a consecuencia de la búsqueda antes mencionada, llevaba unos cuantos meses sin beber y casi casi sin salir de casa. Me pedí un red-bull para animarme y no tener sueño y empecé a moverme al ritmo de la música, aunque timidamente como lo es todo en mi hermosa ciudad. Sí, somos tímidos y reprimidos en general, y eso nos hace bastante tiernos. Al bailar, miraba a la gente a mi alrededor. Chicos y chicas guapas, vestidas en onda "música electrónica". Yo aunque tenía puestas las zapatillas sucias del fondo de pantalla de mi blog, tenía puesta una camisetilla bastante sugerente y un jean apretado. Por otro lado, realmente, estaba ahí para bailar. Hace tiempo que no estaba en un lugar con chicos y chicas. Hace tiempo que no salía y cuando lo hacía, salía a lugares de ambiente en los que casi siempre era una de las pocas si no la única chica. Miré a mi alrededor y me di cuenta de que en realidad, nadie estaba bailando. Todos bebían y movían un poco el cuerpo mirando a su alrededor... ¿Buscando qué? ¿Mostrando qué? ¿Vendiendo qué? ¿Qué estaba buscando yo ahí? Yo también movia el cuerpo tontamente. ¿Estaba escuchando la música? No, no lo estaba haciendo. ¿Había ido a bailar? ¿Qué coño estaba haciendo ahí? Tomé una decisión. Decidí que había ido a bailar y a pasármelo bien bailando. Me di cuenta de que entre todas estas preguntas y poses había dejado pasar valiosísimos minutos de mi mismidad. Recordé a Rousseau: sé que soy precisamente como soy en este instante. Esta única frase (gracias Rousseau), me acogió en su seno y me dio la clave. No podría afirmar nada más que eso. En este instante soy como soy. Y en el siguiente soy como soy, y en el subsiguiente soy como soy. Y decidí afirmarME. Y empecé a bailar. Realmente escuchando lo que la música me decía, lo que el entorno me producía, los otros cuerpos a mi alrededor, las sonrisas de mis amigos, el red bull en la mano, mis zapatillas sucias. En ese momento todo se convirtió en INSTANTE.

Alguna vez escuché que afirmar el instante iniciaba una cadena inacabable de afirmaciones. Afirmar el instante es afirmarlo todo. Es afirmar la vida. Fui feliz. Fui intensa. Fui total y absolutamente yo. ¿Quién yo? No lo sé. Simplemente ESTUVE AHÍ.