lunes, 26 de mayo de 2008

¿Cómo era que era?



Hoy decidí cambiar mi rutina. En vez de despertarme a las 6.40 de la mañana para ir a yoguear, me quedé en cama y dormí hasta las diez. Me desperté lentamente, desayuné un mate de valeriana (mi nueva adquisición después del agua de azahar) con canela, me puse un buzo y decidí partir al mar. Me fui abajo y paseé durante un buen rato por la orilla. Me senté en las piedras y miré largamente las olas. El sonido del agua arrastrando las piedras de la orilla me calma. En general, estoy calmada. El ojo del locón de los últimos dos meses ya pasó. Los tratamientos surten efecto y las hormonas y su desquiciamiento se van acomodando. Alrededor de ellas toda mi vida afectiva se reacomoda también. Yo conmigo misma, me reacomodo.
Voy de compras y decido cocinar para mí. Lo hago seguido, pero nada muy elaborado. Hoy me engrío con algo que me gusta. Me siento en el suelo de mi cuarto a escribir y no contesto el teléfono. No tengo ganas. Hace días que mi cuerpo intenta decirme algo y yo me rebelo. Se lo que me está diciendo y yo intento decirle... Pero no... No es eso... Y se lo que es. Así que tomé una decisión. Y ya me siento mejor. El sólo hecho de tomarla en el pensamiento ya me relaja el estómago. Un nudito que andaba por ahí sin dejarme muy tranquila y retrasando mi propio proceso. Se que tengo que cuidarme. Pienso en mi camino de este tiempo y en lo que se viene. A veces, me da miedo estar tan cerca a mi cuerpo. A veces, me asusta lo claras que son sus señales. Y con "me asusta" quiero decir... "alucina, sorprende, maravilla". Pero es demasiado claro. El mapa es demasiado claro. Hace un par de años le dije a una amiga que pensaba que la "respuesta" (si es que algo así existe), estaba en el cuerpo y en el cosmos. En lo macro y lo micro. En la célula y en la estrella. Y ahora que lo veo más claro... Intento voltearle la cara porque me da rabia que sea tan claro todo y que me diga: "Oye tía... no te das cuenta de que por aquí NO es?" Y me llega pues como si tuviera 12 años porque digo que tengo "derecho a equivocarme". Y la verdad, escribo y me río. Porque mi propio ser, el que más amo, me está hablando y eso es lo que yo siempre deseé, siempre busqué y sigo buscando... Y ahora que anda por ahí dándome señales... No quiero oír porque no está de acuerdo con lo que hago. Y todavía me pregunto: ¿Cómo era? ¿A quién tenía que escuchar?
Y me río.

jueves, 22 de mayo de 2008

Café Tacuba

Me hicieron pasar un lindo momento. Cantaron más de dos horas y el vocalista jamás, pero jamás dejó de sonreír. ¡¡¡Lo mássssssssssssss!!!

jueves, 15 de mayo de 2008

I am what I am

Dentro de todo lo que solemos pensar sobre nosotros mismos… Sobre nuestro comportamiento, nuestras reacciones, nuestras herencias… Sobre todo aquello que llamamos “nuestros demonios personales”, nunca había pensado en la existencia del verbo “aceptar”. Nunca, en diez años de terapias, comidas de coco y etcéteras, me había sentado con todo el peso de mis kilos en una silla y había dicho… “Así soy”.

Pienso ahora, que en los últimos años de “auto-hurgamiento”, he intentado locamente y por todos los medios, “dejar-de-ser-quien-soy”. El verbo “curar” que tanto he usado ha ido de la mano siempre con “dejar de ser”.

La idea de la aceptación me la sugirió mi terapeuta hace una semana. Imagino que todos los terapeutas a los que he ido alguna vez me la han sugerido (tal vez no), pero uno logra escuchar lo que tiene que escuchar sólo en el momento en el que está listo para escucharlo. Y en cuanto uno lo escucha realmente, ya no lo deja de escuchar. A partir de esta idea que por primera vez en mi vida me pareció “sugerente”, todas las personas a mi alrededor, lo que leo, incluso algún mail que llega, hablan del tema: “Aceptación”.

Me dice una amiga mayor y sabia que ese es el primer paso y que luego, el más “pendejo” es aquel que hace que empieces a querer con ternura eso que ya aceptaste como tuyo. Claro, pasarán años, seguro.

Me llama la atención esa dificultad que podemos tener para aceptar ser quienes somos. Creemos que nos aceptamos, pero no siempre es así. (Hay excepciones, claro está, en esta idea no incluyo a toda la humanidad). He tendido a odiar tanto a mis demonios que lo que les tengo en realidad es terror, por tanto me dominan (aban) dominan (aban). Escuché en una película para niños que para que los mounstruos desaparezcan uno tenía que reírse de ellos, a carcajada limpia, fuertemente. Yo no me he podido reír nunca de esos mounstruos y con esto, les he otorgado el poder que han deseado y me han llevado por infiernos que no deseo pasar y que cuando pasan me dejan devastada, defraudada, triste, frustrada y llena de culpa. No quiero. Lo peor de todo es que el mounstruo se lleva de encuentro todo lo bello. Lo arrasa. Como un tornado devastador, o por lo menos, así lo siento yo.

Mi mejor amiga me dijo el otro día que la llamara pesimista pero que ella había asumido que no iba a cambiar. Que lo que cada una tenía era algo así como una “falla de fábrica”. Algo que ya estaba impreso en los genes de cada ser y que lo único que podíamos hacer era negociar con nosotros mismos. Bajar los decibeles. No hacer mucho caso. No tomarnos tan en serio. Yo, la verdad, nunca había pensado en la idea de que “nunca iba a cambiar”. Yo pensaba que se me iba a producir el milagro. Un día después de tanto pensar, iba a iluminarme e iba a hacer el “clic” milagroso que me haría dejar de ser quien era para convertirme de pronto en el ser con el que sueño ser. Pero no es así. Los “clics” no son magia, son producto de la conciencia y son oportunidades para hacer las cosas mejor. No para dejar de ser quien se es, sino mejorar. Las oportunidades se dan todos los días. Es cuestión de trabajo. No existe un clic mágico. Bueno, en algún momento sí. De hecho hay algunas verdades que se me han aparecido en la cara con el brillo de el sol sobre un filo de plata…(Creo que los griegos decían algo así). Pero esos son regalos. Lo demás es trabajo y conciencia. Chamba, chamba.

Poder mirarse al espejo y decir, "Así soy", poder aceptar el demonio, no tenerle rabia. Dejar de sentirse culpable por ser así... Seguiremos hablando del tema…

jueves, 8 de mayo de 2008

Recomiendo...


Necesito crear. Llego a mi casa y me doy cuenta de eso. No debo leer, no debe encender la televisión ni ver una película. Necesito crear. La única forma de creación a mi alcance es en este momento la escritura. El sólo hecho de escribir, el sólo hecho de escribir "el sólo hecho de escribir", ya alivia. Gracias. Pido desde ya una disculpa por la simpleza del escrito. Sale del vientre. Salí a comer. Es cumpleaños de mi madre. Cumple 66 años que son bastantes. Esas cenas familiares son siempre movilizadoras. Enriquecedoras. Siempre positivas. Siempre hacen ver algo, cuando una lo quiere ver, sobre una, sobre los demás, pero casi siempre sobre una. Comí mucho, demasiado, igual que en las últimas semanas. Hace semanas que no veía a mi familia. Siempre es así. Cuando vivía en España hablaba con ellos una vez al año o por ahí. Llamaba por los cumpleaños o por ahí. Y ellos me llamaban, también, por ahí. Una familia singular, como todas. ¿Quién no tiene una buena historia familiar? Y con "buena", ya saben... No me refiero exactamente a "buena". Si nos reuniéramos todos y habláramos de nuestros nidos... Sería interesante. O aburrido, quién sabe. No escuchemos música cuando tenemos que pensar. Tampoco escribamos, me podrían decir. La escritura...Un refugio. Escribo diarios desde pequeña. Los tengo todos guardados. La escritura, un refugio para las niñas. Para las adolescentes y las mujeres. Pienso en Virginia Woolf. Ella decía que una mujer para escribir a principios del siglo XX necesitaba dinero y una habitación propia. Ahora, me parece que es igual. Me he mudado y mi habitación es rosa. Veo flores desde mi ventana. En mi cuarto todo armoniza. Todos son rosas y turquesas. Me gusta mi habitación propia. Me gusta pasar tiempo a solas. Me gusta pasar tiempo en compañía de un ser especial. Me gusta conversar. Perdonen el escrito. Después me la paso hablando mal de gente que escribe lo que "le gusta", como si a mí me importara. Ayer salí de Lima y me tiré a un jardín de clima sequísimo a mirar las copas de los árboles agitadas por el viento. Pensé: "Así de suave tendría que ser mi movimiento. Flexible pero suave." Y con movimiento, ya saben, me refiero también al interior. El otro día un amigo me pasó el brazo por el hombro y se hincó con el asa de mi cartera. Me dijo: "Uy, hasta tu cartera hinca." Y yo pues sí... Así andamos... A veces... Como gatas... A veces... Otras... Como la copa de un eucalipto. Hoy comí demasiado. Como las últimas semanas. Disculpen la repetición. Pretendo que el sólo ejercicio de la escritura me lleve contenta a la cama. Y todo está bien en realidad, es sólo... Son sólo esas pequeñas cosas que una escucha y que la remiten a otra época, a otro lugar. Y te provocaría subirte encima de la mesa sobre los fideos a la pomarola y decir con los brazos en alto: "Yo acuso". Pero ya no hay nadie a quien acusar. Sólo se puede acusar a uno mismo por querer seguir acusando. Y ya está. Sonríes. Comes una empanada. Sonríes. Llegas a casa y ficcionas. Te refugias en la escritura como cuando eras niñas y abrías tu "Dear Diary" con llavecita dorada, a escondidas y con letra corrida. Intento que mis sonidos sean leves, intento disolver el "yo acuso" que se asomo a la puerta de mis labios. Me miro al espejo y veo a una mujer y me da verguenza seguir pensando tonterías y seguir teniendo cierta rabia, pero también pienso que no es justo que a una encima le de verguenza. Recomiendo salir de Lima aunque sea un ratito. Mirar las copas de los árboles movidas por el viento. Mirar insectos. Acercarse al micromundo que es tan reflejo de lo otro. De lo que generalmente nos ocupa. Tumbarse en un pasto verde. Tocar con las palmas hacia abajo el pasto. Mirar caballos, hablar con ellos. Tomar un poco de sol ahora que Lima vuelve a ser gris. Sonreír.