jueves, 27 de agosto de 2009

Who cares?

Columna de Perú 21 del día Lunes 24 de Agosto del año 2009.
Lee la nota completa en: http://peru21.pe/impresa/noticia/quien-le-importa/2009-08-24/254539

A quién le importa
Autor: Ricardo Vásquez Kunze
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Una madrugada de hace 6 años en el Haití. Un elegante caballero es abordado justo saliendo de pagar la cuenta por un tipo cualquiera. El fulano lo saluda, sonriente, y el caballero le responde el saludo. Aunque no lo conoce le pasa a menudo que incógnitos procedan a hacerle venias. Resulta que el caballero tiene una columna diaria en un periódico local, con su foto y todo. El fulano insiste en caminar a su costado y conversar fruslerías, como que estudia en un instituto de comunicaciones o algo así. El caballero sonríe e intenta despedirse cuando el fulano le dice que la vida está dura y tiene que “recursearse”. El caballero entiende de qué se tratan tantas amabilidades y que no le van a pedir un autógrafo. Con el tacto que lo caracteriza le responde que estaría encantado de irse con él pero que lamentablemente tiene una relación que se siente incapaz de traicionar (lo que, por supuesto, es mentira). Se despide y a otra cosa mariposa.Unos días después, doña Jessica Tapia anuncia en Panorama uno de sus tantos especiales de interés público: La prostitución masculina en el Parque Kennedy. Agrega, friedmaniana, que si hay oferta es porque hay demanda. Y entonces sale el caballero, desde distintos ángulos, conversando con un amigo de la profesión más antigua del mundo que, para estos efectos, es también un periodista de cámara escondida. El caballero era yo y el día el de la Madre. ¿Que qué tenía que hacer yo en un especial de “fletes” cuando había declinado precisamente la “oferta” por razones morales de fidelidad? Vayan a preguntárselo a doña Jessica Tapia.Si hay algo que tengo entre mis pocas virtudes es el entendimiento claro del mundo en el que vivo. Por eso es que una vez visto el especial de doña Jessica no se me ocurrió ni por asomo pedirle la más mínima rectificación por inexacta e injuriosa. Primero, porque a nadie le importa rectificación alguna. Las personas no dejan de creer en lo que creen porque un medio se rectifica si es que todavía les interesa el tema. Pero el asunto es que, después de unas horas, ni siquiera les interesa. Ya se olvidaron de ti. ¿Qué objeto tiene pues una rectificación así? Segundo, porque no tiene ningún sentido apelar a honores mancillados en una sociedad regida por el dinero como máximo objetivo del éxito en la vida. El honor y el dinero son como el agua y el aceite. En una sociedad de consumidores no hay sitio para el honor porque nadie lo entiende. Y si nadie lo entiende, ¿para quién querría yo restaurar mi honor? El asunto es tan ridículo como los duelos de los que hoy todos se ríen. Finalmente, ¿alguien cree realmente en lo que dice la prensa? ¿Alguien cree que allí se van a encontrar verdades en un mundo donde nadie cree en la verdad? La función de la prensa no es informar sino divertir. Esa es su medida hoy. Por eso espero no haberlos aburrido.

jueves, 20 de agosto de 2009

Náusea






No puedo escribir. Siento como si me hubieran atado las manos. Como si cualquier cosa que dijera pudiera ser usada en mi contra en un tribunal. Estoy silenciada. El silencio. No se de donde vino, aunque si se. Proviene de una reflexión. De un anonadamiento (¿se puede decir asi?). De observar, mirar, concluír, joderse un poco.


Es un momento, lo se. Es un punto de quiebre. Un momento en el que tomas la decisión.


Y a la mierda.


Te vas con los que hablan no con los que se quedan callados.


Tomas partido. Ejerces tu propio derecho a la libertad.


La libertad piensas... Que concepto tan amplio, básico y desconocido.


Estoy atada a mi nutrición, a mi hidratación, a mi sueño, a mi hijo...(básicamente).


Desato lo demás y... ¿Qué queda?


Me pone triste a veces ser un ser que es y que no es.


Me pone triste mirar.


Y claro, pienso, son esas depresiones que reconocemos como "filosóficas/existenciales". Ja. Esas que empezaron hace años con el famoso: "De dónde vengo... A dónde voy...".


Es la náusea. La puñetera náusea.


Espero se pase pronto porque ya veo, me inmoviliza. No me deja escribir.


O tal vez sea mejor aceptarla y escribir desde ella.


Y ¿qué?


No pasa nada. No pasará nada.


¿Quienes somos nosotros para mirar a alguien por el rabillo del ojo?


¿Quienes somos nosotros para insultarnos en la calle?


Estoy cansada y tengo náuseas.


Uacala. Wakala. Huacala. Huakala.



miércoles, 5 de agosto de 2009

La mano poderosa...




Hace días que no se qué escribir y pienso... Qué fácil empezar un post diciendo: "No se qué escribir...".

Hace unos meses caminando por la calle me encontré dinero. No poco. Bastante dinero. No conté bien los billetes, pero eran varios de cien soles. Deduje que en el fajo habrían unos quinientos soles.

Eran las dos de la tarde, hacía calor y yo estaba en medio del parque Kennedy con decenas de personas caminando a mi alrededor. Vi los billetes, los recogí y me quedé ahí parada mirando a la gente. A un metro de distancia un gran grupo de turistas oía con atención las indicaciones en inglés de un guía. Posiblemente, pensé, este dinero sea de alguno de ellos. Me acerqué hablando en "excuse me" y solicité que revisaran si es que a alguno le faltaba dinero. Me dijeron que no y el guía me miró y dijo: "Suerte flaquita, son para ti."

No se como explicar esto, pero el dinero literalmente, "me quemaba". Miré al guía y le dije: "No, yo no lo quiero. Tómalo tu". Y como si las quinientas lucas fueran una bombita apestosa, le entregué los billetes al guía y me fui corriendo a mi ensayo. Mientras caminaba pensaba en la cantidad de veces que había deseado en mi vida encontrarme "algo" de dinero en el suelo. Las muchas veces que, caminando por Madrid y con muy poco dinero para llegar a fin de mes, caminaba con la cabeza gacha mirando el suelo, porque tal vez... Por ahí... Algún despistado... Unos veinte euros... En fin.

No tenía claro qué coño había hecho. Sabía que no había querido tener ese dinero de no-se-quien, porque seguro ese no-se-quien, estaría destrozado pensando en lo idiota que había sido por perder el dinero de su alquiler, o de sus medicinas... O yo que se. "Carmón", me dije, "ese dinero estaba carmeado". Quemaba. En serio, quemaba.

De casualidad me llamó mi madre. My beloved and practical mother. Le conté el hecho como quien cuenta una anécdota de la cual aun no está muy convencida. Me dijo directamente que era "una cojuda". Que era tan improbable encontrarse dinero en la calle... Que ese dinero era para mi. Dios y la vida me lo habían regalado y yo había dicho: "No gracias." Qué sonsa Jimena.

Llamé a mi novio. El, compartiendo mi misma sensibilidad, (o cojudez según mi madre), me dijo que había hecho lo correcto y que seguro que en estos días algo muy pero muy bueno me pasaría. Ja. Ja. Ja. Ahora me río.

Cual sería mi sorpresa cuando a los pocos días, yo, esperando la buena nueva que me daría la vida, recibí en vez de eso, un golpe bajo, fuerte, duro y directo al estómago. Pum. ¡Toma!, me dijo la vida. Y yo... no pude evitar pensar en el dinero y en las palabras de mi madre. Dije "no gracias" a un regalo y ahora me lo están cobrando. Y ja, ja, ja. AHORA me río. Antes no.

No pude evitar pensar tampoco en un sorteo que me había ganado días antes de encontrar ese dinero que consistía en una sesión de fotos gratis en no se que estudio y que yo rechacé por flojera. Ja. Ja.

Entonces... Estén o no vinculados los hechos... Sea el pensamiento que sea que uno mantenga... Hace unos días almorzaba con mi madre y mi hermana en un restaurant y al bajar la mirada me encontré con una estampita de Santa Rosita y San Martín (por un lado y por el otro lado). La cogí sin chistar y sin dejar siquiera que mi hermana la tocara, me la metí en la cartera y riendo dije: "Para mi, para mi". Y cual sería mi gran sorpresa cuando tres días después, un golpecito bajito y duro del exterior entró nuevamente en mi panorama dejándome vulnerable y llorosa. Dos minutos después del golpecito salgo caminando de mi casa hacia el yoga y me encuentro en la calle una estampita. Otra estampita. Esta vez, de "la mano poderosa". Y la mano poderosa, miren ustedes, es la que la protege a una de los enemigos y de las personas que no nos quieren. Simplemente nos hacen invisibles a ellos. ¿Coincidencia? No me importa. Yo cogí mi mano poderosa, le hice un rezo mientras caminaba, la metí en mi billetera y riendo por dentro me dije: "Para mi, para mi". Ja.