domingo, 31 de mayo de 2009

Compañía infinita...


Vengo a mi café favorito y me siento a desayunar. Primero chupo un limón para que se me pasen las náuseas. Después, tostadas con mermelada, jugo y café. El desayuno más barato, siempre. Reviso mi blog y me doy cuenta de que no escribo hace tanto... Así nunca llegaré a escribir realmente, me digo. La única manera de escribir algún día es escribir ahora.

He pospuesto millones de tareas en este último mes. La noticia de mi compañía infinita me tumbó al colchón con la mirada pegada al techo. Asustada, contenta, asustada. Estaba en funciones de teatro. Recuerdo que en un momento de la obra las tres actrices nos quedábamos quietas bajo una luz roja mirando al público. Como tres guerreras. Tres mujeres salvajes. En ese instante bajo la luz roja del escenario, me sentía poderosa, hembra, grande, doble. Doble. Sin temor, miraba el público con amor, con una sensación infinita de universo, de estrella, de cielo oscuro lleno de lunas. Me doy cuenta de que mis energías han bajado pero que aun tengo mucha. Pienso que tengo grandes cantidades de ella. Me dicen mis amigas madres que duerma. Duerme, duerme, duerme. Me lo dicen todas y yo, no tengo sueño. Duermo lo necesario, quiero trabajar más. Seguir con mi vida como si nada. Pero no es así. Mi vida sigue como si todo. He cancelado proyectos de fin de año. Los que ya no podía realizar con un ser humano deseoso de salir al mundo. Hay personajes que no encajan con una mujer embarazada y río. Siento como todo se relativiza. Nada es tan importante como esto. Nada. De pronto, el proyecto que había deseado tanto hacer se diluye y se convierte en "sólo un proyecto." Vamos por nuestra tercera obra de teatro. Los dos. Ambos, juntos. Antes, sin darnos cuenta, ahora absolutamente concientes. Mi fuerza se doblega. Mi mal genio también. El estrógeno me estrogena. Mis lágrimas a flor de piel me hacen llorar por cualquier cosita. Me engrío y mi amor me engríe más que antes. Aun más que antes. Y yo lo miro y le agradezco y el me coge la panza y me pide no agradecer. Nos miramos al espejo los dos, los tres. Nos preguntámos cómo cambiará el movimiento de la casa cuando llegue. Ahora es todo tan calmo y tan callado. A veces, sólo a veces escuchamos el ladrido de un perro y seguimos durmiendo. ¿Te imaginas?, me pregunta. No, no me imagino, le respondo. No nos imaginamos. La realidad siempre puede superar cualquier idea así que preferimos no imaginar demasiado.


Me siento en mi café favorito y escribo. Tal vez si escriba hoy pueda seguir escribiendo mañana.


A mi alrededor todos fuman y toman café. Recuerdo infinitas tardes de café y cigarro. Ahora, chupo limón y como tostadas. Acompañada. Desde ahora, para siempre, como me dicen. Para siempre.