lunes, 30 de junio de 2008

"Escrito por una gallina.."


Este Viernes, Sábado y Domingo presento en la sala joven de la Alianza Francesa de Miraflores y a las siete de la noche la performance "Escrito por una gallina" dirigida por Guillermo Castrillón. ¡¡¡Espero verlos por ahí!!! Va a estar bonito. Un beso!!!

miércoles, 25 de junio de 2008

Diferencia

Pienso en la ausencia de la escritura... Hace unos días, me preocupó tanto que lloré.

"No puedo escribir", dije.

"Quiero magia en mi vida", dije.

"¿No la tienes?", me preguntaron.

"Por momentos...", respondí.

La escritura...Magia para mí.

Pero ahora, no se... No hay nada que decir. Por el momento estoy escuchando...

He oído voces que me han hecho sentir cosas hermosas. Amor, diferencia, comprensión, empatía.

Diferencia.

Estoy alucinando con ella.

Si les digo que recién estoy entendiendo la diferencia entre los seres humanos...

¿Me creerían?

Gracias por la espera. Gracias.

lunes, 2 de junio de 2008

A mi madre no le entran balas...



Mi madre tiene una cualidad (entre las muchas que posee) que a mí y a mis hermanos, nos alucina. Hemos dicho siempre que a mi madre "no le entran balas" y esto tiene mucho de verdad aunque como todo, no es absolutamente cierto. Mi madre es una persona feliz. Con esto, claro, no me refiero a que no haya sufrido en la vida. Me refiero a que tiene esa capacidad maravillosa e increíble que tienen algunas personas de verle el lado positivo a todo, o a casi todo. Es luminosa y para su vida, ella quiere lo mejor.


Cuando era niña yo vivía pegada a mi madre como "el hombre a su nariz pegado". No tenía muchas amiguitas en el barrio y en vacaciones me aburría profundamente por lo que adoraba estar al lado de ella. Se reía diciéndole a la gente que aun no nos habían cortado el cordón umbilical. Yo también reía y me sentía orgullosa de estar a su lado. Algunos sábados de algún año se impuso la tradición de ir al centro de Lima, visitar iglesias y terminar almorzando en un restaurant llamado el "Raymondi" que era muy bonito y olía muy bien. Yo era feliz saliendo con mi madre.


Mis furias chalacas, que me acompañaron desde niña, a veces se topaban con ella y luego yo, arrepentida, bajaba las escaleras llorando y le decía: "Perdón mami". Ella me abrazaba y yo me sumergía en su vientre (así de chiquita era entonces) y me sentía nuevamente restablecida, confiada, en mi centro. Ella me devolvía el centro que yo perdía cuando me asaltaban mis demonios genéticos.


Tuvimos una época en la que se convirtió en mi mejor amiga. Ella fue la primera en enterarse de "my first time, first love", ella me llevó a comprar anticonceptivos, fue conmigo por primera vez al ginecólogo y esas cosas con las que algunas de mis amigas simplemente alucinaban. Yo les decía: "Mi madre es mi mejor amiga". Eramos ella, mi hermana y yo. Un trio importante, fuerte, femenino, con una historia en común.


Luego algo se quebró. Crecí (en edad). Me volví arisca e irritable. Siempre había sido furiosa pero a los 20 o acercándome a ellos, estaba absolutamente fuera de control. Ahora, a la distancia, pienso que fueron las hormonas y claro, mi tendencia natural a la furia... De eso no me libro. Estaba confundida y me sentía así. Quería hablar con alguien pero mi familia decía que lo de los psicólogos eran cojudeces... Bueno, cada quien con sus opiniones. Me sentía sola. Incomprendida. Artista. Las relaciones con mi familia empezaron a quebrarse. No soportaba comentarios ni que se metieran en mi vida y lloraba gritando cada tanto porque "nadie me quería". Y este "nadie me quiere" iba casi siempre dirigido a ella, mi madre. Empecé a dudar de su amor por mi, como tantas veces he dudado del amor por mi de otras personas. Como tantas veces he dudado de mi propio amor por mi.


En mi primera sesión de psicoanálisis, cuando yo ya pude realizar mi sueño de ir a una terapia porque yo no creía que fueran "cojudeces", mi analista me dijo: "Muchas mujeres llegan al análisis para hablar de sus padres, pero cuando rascamos un poquito, sale la madre." No le creí. Hasta que sucedió.


Invertí muchas horas hablando de ella, soñando con ella, analizando mis sueños con ella. Me costó mucho situar su imagen humana en mi cerebro. Darme cuenta de que mis padres eran humanos y que por eso también se habían equivocado me costó sudor y lágrimas. Y después de años, algo empezó nuevamente a acomodarse.


Me di cuenta de que todo aquello que yo había criticado en mi madre, eran en realidad aquellas cosas que yo luchaba por aprender. Como esa fuerza luchadora por generarse un mundo positivo "a pesar del mismo mundo". Yo la criticaba de chica diciendo que ella no quería ver la realidad. Que la gente era violenta, que todos nos odiábamos y por eso, andaba como una gata (aun hasta ahora... we are working on it) esperando el momento en el que me atacaran. No importaba si había salido el sol, si las flores estaban iluminadas o si corría un vientito fresco, allá en la calle, el mundo, me iba a atacar. Por eso me escondía bajo gorros negros y gafas de sol, me metía al carro y no caminaba un paso para no tener que soportar ninguna mirada. Mis parejas se ocuparon siempre de los trámites con sectoristas o de hablar con los "guachimanes" porque no había manera de que yo no terminara mandando a la mierda al mundo entero. Ya me conocían. Pero mi madre me decía siempre: "No entiendo porque te molestas.", "Hijita, pero ¿Por qué te pones así?", "Sufres por gusto". Y todas están frases inspiraban más mi furia. Mis respuestas eran: "Cómo que no entiendes PORQUE me molestooooooooo???", "Me pongo así por todo! No entiendes?" o "¿Por gusto? ¿Sufro por gustoooooooo? ¿Quieres que te cuente tooodo lo que me ha pasadooooo?" Y tiraba la puerta tras de mi esperando que porfavor, no me dejaran sola. Que mi mami fuera tras de mi y me abrazara como cuando era chiquita para poder sumergirme en su vientre y restablecer mi centro. De hecho, sucedió muchas veces. Gracias mami. Era lo que necesitaba. Aunque uno piense que no hay que hacerle caso a las mujercitas engreídas, a veces lo único que quieren es un abrazo. Y un urbadán, claro. Mi madre venía con sus brazos abiertos y media pastillita de urbadán para que la nena se relajara. Me la tomaba y me quedaba medio tarada sollozando en sus faldas. Qué rico.


Así que hace poco descubrí que la gran maestra de mi vida, era mi madre. Es de ella de quien quiero aprender. Es eso lo que busco aprender con la vida. El flujo. La tranquilidad. La sonrisa. La buena disposición. La inocencia. La inteligencia. La razón. El amor. La paciencia. La santa paciencia.


Y nosotros decíamos que a mi madre no le entraban balas porque nunca se molestaba.
A veces pienso, ¿cuántas balas le tendrán que entrar a uno para que deje de molestarse?