jueves, 5 de noviembre de 2009

Y de pronto...

Me convertí en mamá...
UPS

martes, 20 de octubre de 2009

Randy Pausch / La última lección

Este video es hermoso. Lean el post de abajo, comenten, chequeen este video si les apetece. Todo de una. Gracias. Mua.


domingo, 18 de octubre de 2009

Los sueños, sueños son...


Hace un tiempo uno de mis maestros de teatro me contó que una de sus frases favoritas pertenecía a uno de sus maestros de teatro favoritos y decía algo así: "Uno es la caricatura de sus aspiraciones. Si no es así, entonces tus aspiraciones fueron muy bajas." O algo así. La frase me encantó también. Nos quedamos pensando y yo dije algo como que el ser humano me maravillaba por su poder de adaptación a nuevas situaciones, a "sus" nuevas situaciones. Uno va creciendo y va dejando de lado ciertos sueños o aspiraciones que a lo mejor ya no se van a poder realizar. Y así va avanzando. Un poco cruel. Pero me parece que así es. Luego puede venir Paulo Coehlo y decirte que todo es posible y sí, claro, todo es posible, pero uno tiene que seguir avanzando.

Ayer hablaba con una de mis mejores amigas sobre los riesgos que conlleva el tener una edad en la que estás en constante examen de tus logros. Yo le decía que a veces pensaba que mis amigas ya estaban grandes y que por lo tanto ya el momento de "riesgo" había pasado. Ella me decía que era al revés. Que el momento de "riesgo" era ahora porque el futuro se había hecho menos extenso. Porque el pasado se volvía nostálgico y porque las grietas ahora eran más profundas y más reales. Me decía, es ahora cuando la alerta tiene que estar encendida, cuando una copa de más es sinónimo de depresión, cuando un comentario sobre la comida se puede convertir en un desorden alimenticio. Las tristezas son más reales ahora. Ahora todo es más concluyente. Y eso, asusta. Y reímos por esa broma adolescente de "pasó de ser una futura promesa a una triste realidad..."

Yo le daba ejemplos de personas que me parecían motivadas. Personas, ya grandes, que yo veía que no dejaban de luchar por sus sueños de adolescencia. Y ella, muy filósofa y muy tajante me decía: "Sí, pero date cuenta de que todas esas personas tienen algo en el exterior que las delata. De alguna u otra manera, no están bien." Y era curioso porque cuando lo pensaba, algo de cierto y aterrador había en todo ello.

A los doce años una psicóloga me preguntó que cuál era mi sueño. Yo le dije con el mayor desparpajo y sinceridad: "Ser como Marilyn Monroe." Ella se rió y me preguntó porqué, a lo cual yo le respondí: "Para que todos los hombres me deseen." No puedo imaginar que es lo que hubiera pasado si es que ese sueño no hubiera mutado. Tal vez ahora estaría por cuarta vez re encauchada, grande, operadísima intentando alcanzar ese sueño de pequeña que no se dio. O tal vez lo hubiera alcanzado y ahora estaría muerta. Como Marilyn.

Gracias a dios los sueños mutan. Hay una cuota de la increíble capacidad del ser humano para acomodarse a sus nuevas situaciones y otra cuota de madurez indiscutible. De todas formas, todos esos sueños albergados en algún momento de nuestras vidas han tenido un lugar en nuestro corazón y por tanto merecen su lugar. Su mirada. Decía mi amiga que todos los sueños no alcanzados, eran como "pequeños abortos". Pero creo que no. Son así si no son elaborados. Todos los sueños, de niña, adolescente, grande, merecen su elaboración. Un mirarlos, pensarlos, llorarlos quizá y dejarlos ir. Siempre dejarlos ir. Vacear el recipiente para que pueda ser llenado con algo diferente y luego ser vaceado nuevamente. Uno no tiene ni la menor idea de en qué va a terminar. No lo sabe, ni se lo imagina. Cree tener control pero no lo tiene. Podemos tener una dirección pero la brújula siempre se puede ir para un lado completamente distinto. No estamos preparados para esto que llamamos vida. Por eso mejor, estar suaves, medio llenos, medio vacíos. Con aspiraciones pero sin aferrarse. Todo puede cambiar. Todo puede irse para un lugar completamente distinto. Quien sabe si mejor.

sábado, 17 de octubre de 2009

Ken Robinson en TED

Me encantó. Muy interesante y entretenido. Chequeenlo!


lunes, 5 de octubre de 2009

Las flores de Alicia...



Me gusta comprar flores. Me gusta caminar por la calle con un ramo de flores en los brazos. Cuando lo hago me siento alegre, iluminada, colorida. Así también, cuando veo a una mujer con un ramo de flores en los brazos la imagino contenta, delicada, gustando de su propia vida.


Talvez sea sólo una ilusión.


Cuando era niña, estaba "destinada" a ser una bailarina de ballet. Así me lo había planteado yo. No así mi padre que quería que yo llegara a ser cinturón negro en Tae-kwon-do y estudiara en la UNI ingeniería civil para convertirme así en una ingeniera de armas tomar. Yo en cambio, con mi "delincuencial personalidad”, soñaba más con un universo de tutús de algodón blanco, lagos de cisnes, moños, coronas y flores.


Dada mi afición a los tules mi madre me llevaba continuamente al Ballet. Así cuando era pequeña, tuve la oportunidad de ver a Alicia Alonso en una presentación, me parece que en el Teatro Municipal. Puedo equivocarme. Decían que Alicia era ciega y que se orientaba por la luz de los reflectores. También decían que los bailarines que tenía a su lado jamás la dejaban sola fungiendo así de lazarillos. Yo simplemente alucinaba porque estaba viendo a Alicia Alonso que para mi, junto a Barishnikov eran de niña, el non plus ultra de cualquier ambición dancística. Al final de la obra todos aplaudimos y un hombre a mi lado gritó desgarrado: "¡¡Grande Alicia!!" Y yo pensé, que tal vez algún día alguien gritaría mi nombre así. Tal vez... Algún día... Tal vez, pensé.
Gente muy importante subió al escenario y le entregaron flores. No se que edad habría tenido la Alonso en esa época pero desde mi punto de vista, desde mi ilusión, era una jovenzuela espigada, recibiendo unas hermosas flores frescas que la hacían ver aun más elegante y adorada.


Hace un par de años estuve en una reunión con gente de una importante compañía de ballet de Lima. Habían muchos bailarines y entre todos, una prima ballerina y un primer bailarín. Yo, me había tomado unas copillas de más y no dejaba de reír y de tomarme fotos con los "primos ballerines" porque: "¡¡¡No jodan! ¿Cuándo voy a tener otra oportunidad de tomarme unas copas con los primos ballerines!!!" Y nos moríamos de la risa y tomábamos fotos con el celular.
No se en que momento de la desordenada conversación se me ocurrió hablarles de mi infantil y adolescente amor por el ballet, de Alicia Alonso y de mi deformado punto de vista al verla tan jovenzuela recibiendo un hermoso ramo de flores cuando la Alonso en la época en que la vi tenía más de 60 años. En ese momento una de las chicas preguntó con ironía si es que alguien creía que Alicia Alonso también habría tenido que devolver las flores que le regalaron. Yo la miré sin entender y me explicó que a ellas, a las bailarinas, a la prima ballerina, al final de la función les entregaban flores sí, pero que eran flores de plastico que ellas debían de devolver después de la función. ¿Habría tenido Alicia Alonso que devolver sus flores después de la función?


Recordé mi visión de Alicia rodeada por su propio ramo, iluminada por los colores de la naturaleza. Pensé en cuantas veces había ido al ballet y había visto a las bailarinas recibiendo sus ramos, hermosas, sin saber yo que eran de plástico y que luego les serían arrebatados. Pensé en mi y en cuantas veces había recibido flores después en un estreno. Pensé en las historias que me creaba en la cabeza cuando veía a una mujer con un ramo de flores caminando por la calle. Pensé que talvez todo era una ilusión. La juventud de Alicia, sus flores, su figura espigada, la alegría de la gente con flores en los brazos, su delicadeza, mi percepción del maravilloso universo que rodea a las mujeres que compran o reciben flores… Puedo equivocarme. Quien sabe.

domingo, 4 de octubre de 2009

¡¡¡NO SE LA PIERDAN!!!!


"DON JUAN REGRESA DE LA GUERRA", DIR. JORGE GUERRA
CENTRO CULTURAL DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA. DE JUEVES A LUNES A LAS 8 PM.

domingo, 27 de septiembre de 2009

jueves, 27 de agosto de 2009

Who cares?

Columna de Perú 21 del día Lunes 24 de Agosto del año 2009.
Lee la nota completa en: http://peru21.pe/impresa/noticia/quien-le-importa/2009-08-24/254539

A quién le importa
Autor: Ricardo Vásquez Kunze
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Una madrugada de hace 6 años en el Haití. Un elegante caballero es abordado justo saliendo de pagar la cuenta por un tipo cualquiera. El fulano lo saluda, sonriente, y el caballero le responde el saludo. Aunque no lo conoce le pasa a menudo que incógnitos procedan a hacerle venias. Resulta que el caballero tiene una columna diaria en un periódico local, con su foto y todo. El fulano insiste en caminar a su costado y conversar fruslerías, como que estudia en un instituto de comunicaciones o algo así. El caballero sonríe e intenta despedirse cuando el fulano le dice que la vida está dura y tiene que “recursearse”. El caballero entiende de qué se tratan tantas amabilidades y que no le van a pedir un autógrafo. Con el tacto que lo caracteriza le responde que estaría encantado de irse con él pero que lamentablemente tiene una relación que se siente incapaz de traicionar (lo que, por supuesto, es mentira). Se despide y a otra cosa mariposa.Unos días después, doña Jessica Tapia anuncia en Panorama uno de sus tantos especiales de interés público: La prostitución masculina en el Parque Kennedy. Agrega, friedmaniana, que si hay oferta es porque hay demanda. Y entonces sale el caballero, desde distintos ángulos, conversando con un amigo de la profesión más antigua del mundo que, para estos efectos, es también un periodista de cámara escondida. El caballero era yo y el día el de la Madre. ¿Que qué tenía que hacer yo en un especial de “fletes” cuando había declinado precisamente la “oferta” por razones morales de fidelidad? Vayan a preguntárselo a doña Jessica Tapia.Si hay algo que tengo entre mis pocas virtudes es el entendimiento claro del mundo en el que vivo. Por eso es que una vez visto el especial de doña Jessica no se me ocurrió ni por asomo pedirle la más mínima rectificación por inexacta e injuriosa. Primero, porque a nadie le importa rectificación alguna. Las personas no dejan de creer en lo que creen porque un medio se rectifica si es que todavía les interesa el tema. Pero el asunto es que, después de unas horas, ni siquiera les interesa. Ya se olvidaron de ti. ¿Qué objeto tiene pues una rectificación así? Segundo, porque no tiene ningún sentido apelar a honores mancillados en una sociedad regida por el dinero como máximo objetivo del éxito en la vida. El honor y el dinero son como el agua y el aceite. En una sociedad de consumidores no hay sitio para el honor porque nadie lo entiende. Y si nadie lo entiende, ¿para quién querría yo restaurar mi honor? El asunto es tan ridículo como los duelos de los que hoy todos se ríen. Finalmente, ¿alguien cree realmente en lo que dice la prensa? ¿Alguien cree que allí se van a encontrar verdades en un mundo donde nadie cree en la verdad? La función de la prensa no es informar sino divertir. Esa es su medida hoy. Por eso espero no haberlos aburrido.

jueves, 20 de agosto de 2009

Náusea






No puedo escribir. Siento como si me hubieran atado las manos. Como si cualquier cosa que dijera pudiera ser usada en mi contra en un tribunal. Estoy silenciada. El silencio. No se de donde vino, aunque si se. Proviene de una reflexión. De un anonadamiento (¿se puede decir asi?). De observar, mirar, concluír, joderse un poco.


Es un momento, lo se. Es un punto de quiebre. Un momento en el que tomas la decisión.


Y a la mierda.


Te vas con los que hablan no con los que se quedan callados.


Tomas partido. Ejerces tu propio derecho a la libertad.


La libertad piensas... Que concepto tan amplio, básico y desconocido.


Estoy atada a mi nutrición, a mi hidratación, a mi sueño, a mi hijo...(básicamente).


Desato lo demás y... ¿Qué queda?


Me pone triste a veces ser un ser que es y que no es.


Me pone triste mirar.


Y claro, pienso, son esas depresiones que reconocemos como "filosóficas/existenciales". Ja. Esas que empezaron hace años con el famoso: "De dónde vengo... A dónde voy...".


Es la náusea. La puñetera náusea.


Espero se pase pronto porque ya veo, me inmoviliza. No me deja escribir.


O tal vez sea mejor aceptarla y escribir desde ella.


Y ¿qué?


No pasa nada. No pasará nada.


¿Quienes somos nosotros para mirar a alguien por el rabillo del ojo?


¿Quienes somos nosotros para insultarnos en la calle?


Estoy cansada y tengo náuseas.


Uacala. Wakala. Huacala. Huakala.



miércoles, 5 de agosto de 2009

La mano poderosa...




Hace días que no se qué escribir y pienso... Qué fácil empezar un post diciendo: "No se qué escribir...".

Hace unos meses caminando por la calle me encontré dinero. No poco. Bastante dinero. No conté bien los billetes, pero eran varios de cien soles. Deduje que en el fajo habrían unos quinientos soles.

Eran las dos de la tarde, hacía calor y yo estaba en medio del parque Kennedy con decenas de personas caminando a mi alrededor. Vi los billetes, los recogí y me quedé ahí parada mirando a la gente. A un metro de distancia un gran grupo de turistas oía con atención las indicaciones en inglés de un guía. Posiblemente, pensé, este dinero sea de alguno de ellos. Me acerqué hablando en "excuse me" y solicité que revisaran si es que a alguno le faltaba dinero. Me dijeron que no y el guía me miró y dijo: "Suerte flaquita, son para ti."

No se como explicar esto, pero el dinero literalmente, "me quemaba". Miré al guía y le dije: "No, yo no lo quiero. Tómalo tu". Y como si las quinientas lucas fueran una bombita apestosa, le entregué los billetes al guía y me fui corriendo a mi ensayo. Mientras caminaba pensaba en la cantidad de veces que había deseado en mi vida encontrarme "algo" de dinero en el suelo. Las muchas veces que, caminando por Madrid y con muy poco dinero para llegar a fin de mes, caminaba con la cabeza gacha mirando el suelo, porque tal vez... Por ahí... Algún despistado... Unos veinte euros... En fin.

No tenía claro qué coño había hecho. Sabía que no había querido tener ese dinero de no-se-quien, porque seguro ese no-se-quien, estaría destrozado pensando en lo idiota que había sido por perder el dinero de su alquiler, o de sus medicinas... O yo que se. "Carmón", me dije, "ese dinero estaba carmeado". Quemaba. En serio, quemaba.

De casualidad me llamó mi madre. My beloved and practical mother. Le conté el hecho como quien cuenta una anécdota de la cual aun no está muy convencida. Me dijo directamente que era "una cojuda". Que era tan improbable encontrarse dinero en la calle... Que ese dinero era para mi. Dios y la vida me lo habían regalado y yo había dicho: "No gracias." Qué sonsa Jimena.

Llamé a mi novio. El, compartiendo mi misma sensibilidad, (o cojudez según mi madre), me dijo que había hecho lo correcto y que seguro que en estos días algo muy pero muy bueno me pasaría. Ja. Ja. Ja. Ahora me río.

Cual sería mi sorpresa cuando a los pocos días, yo, esperando la buena nueva que me daría la vida, recibí en vez de eso, un golpe bajo, fuerte, duro y directo al estómago. Pum. ¡Toma!, me dijo la vida. Y yo... no pude evitar pensar en el dinero y en las palabras de mi madre. Dije "no gracias" a un regalo y ahora me lo están cobrando. Y ja, ja, ja. AHORA me río. Antes no.

No pude evitar pensar tampoco en un sorteo que me había ganado días antes de encontrar ese dinero que consistía en una sesión de fotos gratis en no se que estudio y que yo rechacé por flojera. Ja. Ja.

Entonces... Estén o no vinculados los hechos... Sea el pensamiento que sea que uno mantenga... Hace unos días almorzaba con mi madre y mi hermana en un restaurant y al bajar la mirada me encontré con una estampita de Santa Rosita y San Martín (por un lado y por el otro lado). La cogí sin chistar y sin dejar siquiera que mi hermana la tocara, me la metí en la cartera y riendo dije: "Para mi, para mi". Y cual sería mi gran sorpresa cuando tres días después, un golpecito bajito y duro del exterior entró nuevamente en mi panorama dejándome vulnerable y llorosa. Dos minutos después del golpecito salgo caminando de mi casa hacia el yoga y me encuentro en la calle una estampita. Otra estampita. Esta vez, de "la mano poderosa". Y la mano poderosa, miren ustedes, es la que la protege a una de los enemigos y de las personas que no nos quieren. Simplemente nos hacen invisibles a ellos. ¿Coincidencia? No me importa. Yo cogí mi mano poderosa, le hice un rezo mientras caminaba, la metí en mi billetera y riendo por dentro me dije: "Para mi, para mi". Ja.

jueves, 23 de julio de 2009

Atención preferencial...


Hay días en los que me despierto más embarazada que nunca. Es decir, sensibilísima. Días (sobre todo si la noche anterior no he descansado demasiado bien), en los que me despierto sintiéndome la "pequeña vendedora de fósforos", la niña abandonada, la no querida, la solitaria, la mujer que ha perdido el control de su cuerpo físico y a la que se le avecina el descontrol del mental-espiritual. Hay días en los que reclamo cariño no sólo de mi pareja sino del UNIVERSO ENTERO porque claro, NADIE ME QUIERE Y NADIE ENTIENDE LO QUE SIGNIFICA ESTAR EMBARAZADA.

Hoy empecé el día con un quejido. Un ligero y tierno reclamo de calor en una mañana de dolor de muelas. Como siempre, recibí el cariño respectivo y más. Me di una ducha caliente y empecé con el ritual de cremas corporales para que la piel no me reviente de tanto que se anda estirando para hacerle campito al bebé. Me descubrí una estría nueva en un lugar al que mi mano con crema no había llegado. No pensé que me fueran a salir estrías ahí. Ya me lo habían advertido: "Hasta en la espalda cholita, hasta en la espalda." No soy una neófita con las estrías. Tengo una piel muy jodida y las estrías me visitan ingratamente desde mi adolescencia cuando di mi primer y único estirón. Pero esta estría, me tomó por sorpresa. Pensé que mi cuerpo evolucionaba y revolucionaba solo. Sentía que mientras más meses pasaban más control de mi cuerpo iba perdiendo. Y es así. Hace un mes que no puedo levantarme de una cama si no es poniéndome de costado y empujándome con el brazo sintiéndome así una especie de versión femenina de Gregor Samsa.

Termino de ponerme las cremas, me visto y salgo de casa al laboratorio donde tengo que hacerme unos exámenes de sangre. Hemograma, glucosa, etc. Llego al laboratorio y me dan un numerito. Pienso que deberían tener atención preferencial. No veo ningún letrerito y nadie le hace caso a mi panza que yo exhibo entre orgullosa y víctima por tener que esperar como todo el mundo mi turno para pagar mis análisis. Llega mi turno y me atiende una señora con mucho maquillaje. Me siento no sin antes decir "buenos días" con una sonrisa melancólica en el rostro y porsupuesto, no sin antes exhibir mi gran panza de 5 meses. La señora ni levanta su rimel. Secamente me dice "buenas". Yo, la pequeña vendedora de fósforos, saco mi papelito arrugado con la orden de los exámenes y le digo: "Hola, me tengo que hacer un hemograma, un examen de gluco..." Me interrumpe el lapiz labial: "¿Su apellido?" La miro fijamente un segundo más de lo usual. La miro. Le digo: "Lindo". "¿Segundo apellido?" La miro, intensamente la miro y siento como la pequeña vendedora de fósforos se va convirtiendo poco a poco en la mujer pantera. "Biondi", le digo, "con "b" grande, "i" latina y mi nombre es Jimena con "J"". No quiero sacar a la mujer pantera de su jaula porque en estas situaciones voy a pérdida. Su fuerza es demasiado grande para esta situación. Ya me ha pasado: sobrepaso las situaciones con la fuerza destructora y pierdo. Luego termino destrozada por mis propias muelas. Llega mi hermoso marido y se pone a mi lado. Me toca el hombro y yo no puedo evitar y es que NO PUEDO EVITAR decirle en voz medio alta para que se entere la del maquillaje: "Que malcriada es...". Entonces, sucede lo que tiene que suceder, la señora de ojos brillantes me pregunta: "¿Malcriada porqué?" Y me doy cuenta en ese momento que estoy perdida. Tengo dos opciones: la mujer pantera o la pequeña vendedora de fósforos. Pienso rápido qué energía me conviene más. Cual es la menos destructora. Cuál de ellas dejará el recinto casi intacto. Me decido, respiro, la miro y le digo tranquilamente: "Creo que has sido muy desagradable conmigo desde que llegué. No se si es porque yo estoy embarazada y estoy más sensible pero siento que no has sido muy amable conmigo..." Y ya para este momento la rabia contenida sale en forma de río y me relajo mientras mi hermoso marido me sigue haciendo cariño y yo sigo mirando fijamente y con tranquilidad a la señora y ella me mira y me pide disculpas y se preocupa y me pregunta si ya pasó. Yo le digo que sí, nos amistamos y me voy a hacer mis análisis sintiendo que no pasó nada, que por mi pasaron mil cosas pero que el efecto no destruyó nada ahí afuera. O por lo menos no tanto.

Salgo de ahí y me voy a cobrar un dinero del seguro en el que tampoco hay atención preferencial. Saco mi libro y hablo por teléfono con gente que me haga reír para no molestarme por el tipo que veo está intentando robarme el turno. Respiro. Suficiente se ha movido mi psique y recién son las 9.30 de la mañana. Camino a casa, salgo con mi prima a almorzar, tomamos café descafeinado, comemos ensalada de pasta, conversamos largo y tendido. Salgo a Larcomar, es la hora de ir a trabajar. Voy a comprarme otro café descafeinado, me toca el turno, pongo mis cosas sobre el mostrador para pedir mi café favorito cuando a mi lado se ponen dos monjas jóvenes y piden sin más ni más su orden. Pregunto si ellas estaban primero. Una me dice que siga yo y cuando voy a hablar la otra habla sobre mi y da su orden. Cafés con chocolate. Yo me quedo estupefacta y siento como mi santa panza crece en punta de flecha. La miro y río con sorna. Me pregunto como una "servidora del señor" no le puede dar el paso a una embarazada y la pequeña vendedora de fósforos y la mujer pantera empiezan a conversar. La chica del mostrador me hace ver que ella estaba antes sólo que se había distraído mirando el merchandising y yo no la había visto. La señorita monja me dice: "Es cierto... es cierto" Y yo le digo: "No, si yo te creo. Yo tengo fe". Y me rio, malcriadita. Mientras piden su extensa orden, le digo a la señorita que atiende entre risas que sería chévere que tuvieran atención preferencial... Y yo misma mientras lo digo me rio porque pienso que no es que no pueda esperar un turno para pedir mi café sino que mi panza ha desarrollado una especia de ego propio. La monja termina su orden super cool (porque era una monja muy "ella"como diría mi madre), se va y hago mi pedido con ganas de escribir y de hablar pestes de la monja y sus modales. Me siento y empiezo a escribir este post cuando de pronto veo que viene la paloma mensajera, una figura larga y ploma se acerca a mi y pregunta si puede sentarse. Dios..., pienso (nunca mejor dicho), es la monja. Se sienta y me explica el malentendido. "Tú no me viste, pero yo estaba hacía rato esperando y blah blah blah, tal vez fue un malentendido pero blah blah blah..." Yo la miraba y me insertaba en sus ojos grandes, oscuros y fuertes, y pensaba en el significado de todo esto. Me he pasado el día entero pidiendo "atención preferencial", me he pasado el día entero reclamando atención, reclamando "preferencias", la monja está sentada frente a mí y yo me siento como en una confesión. Me dan un poquito de ganas de llorar pero no lo hago, y me doy cuenta de que quisiera liberarme con ella, que me abrace y me diga que todo va a estar bien. Pero es sólo un segundo. Me pregunta: ¿"Todo bien?" Y yo le respondo: "Sí, gracias". Se levanta, se va y yo me quedo aquí, sentada, ya no con ganas de insultar al santo oficio sino... no se... confundida y pensando en esas dos palabras que no dejan de resonar en mi cabeza: "Atención preferencial... atención preferencial..."

lunes, 1 de junio de 2009

Imperdible....


No se pierdan esta extraordinaria performance que pa variar va sólo por unos pocos días... De lo bueno, una muestra. Dirigida por Guille Castrillón en creación colectiva con la actriz Kareen Spano. ALTAMENTE RECOMENDABLE. Los esperamos!!!!

domingo, 31 de mayo de 2009

Compañía infinita...


Vengo a mi café favorito y me siento a desayunar. Primero chupo un limón para que se me pasen las náuseas. Después, tostadas con mermelada, jugo y café. El desayuno más barato, siempre. Reviso mi blog y me doy cuenta de que no escribo hace tanto... Así nunca llegaré a escribir realmente, me digo. La única manera de escribir algún día es escribir ahora.

He pospuesto millones de tareas en este último mes. La noticia de mi compañía infinita me tumbó al colchón con la mirada pegada al techo. Asustada, contenta, asustada. Estaba en funciones de teatro. Recuerdo que en un momento de la obra las tres actrices nos quedábamos quietas bajo una luz roja mirando al público. Como tres guerreras. Tres mujeres salvajes. En ese instante bajo la luz roja del escenario, me sentía poderosa, hembra, grande, doble. Doble. Sin temor, miraba el público con amor, con una sensación infinita de universo, de estrella, de cielo oscuro lleno de lunas. Me doy cuenta de que mis energías han bajado pero que aun tengo mucha. Pienso que tengo grandes cantidades de ella. Me dicen mis amigas madres que duerma. Duerme, duerme, duerme. Me lo dicen todas y yo, no tengo sueño. Duermo lo necesario, quiero trabajar más. Seguir con mi vida como si nada. Pero no es así. Mi vida sigue como si todo. He cancelado proyectos de fin de año. Los que ya no podía realizar con un ser humano deseoso de salir al mundo. Hay personajes que no encajan con una mujer embarazada y río. Siento como todo se relativiza. Nada es tan importante como esto. Nada. De pronto, el proyecto que había deseado tanto hacer se diluye y se convierte en "sólo un proyecto." Vamos por nuestra tercera obra de teatro. Los dos. Ambos, juntos. Antes, sin darnos cuenta, ahora absolutamente concientes. Mi fuerza se doblega. Mi mal genio también. El estrógeno me estrogena. Mis lágrimas a flor de piel me hacen llorar por cualquier cosita. Me engrío y mi amor me engríe más que antes. Aun más que antes. Y yo lo miro y le agradezco y el me coge la panza y me pide no agradecer. Nos miramos al espejo los dos, los tres. Nos preguntámos cómo cambiará el movimiento de la casa cuando llegue. Ahora es todo tan calmo y tan callado. A veces, sólo a veces escuchamos el ladrido de un perro y seguimos durmiendo. ¿Te imaginas?, me pregunta. No, no me imagino, le respondo. No nos imaginamos. La realidad siempre puede superar cualquier idea así que preferimos no imaginar demasiado.


Me siento en mi café favorito y escribo. Tal vez si escriba hoy pueda seguir escribiendo mañana.


A mi alrededor todos fuman y toman café. Recuerdo infinitas tardes de café y cigarro. Ahora, chupo limón y como tostadas. Acompañada. Desde ahora, para siempre, como me dicen. Para siempre.








martes, 7 de abril de 2009

Sonrisa bonita...



Dicen que la sonrisa estructura la psique. O algo así.


Cuando nace un bebé el caos es tan grande a su alrededor, que lo único que estructura su alocada y desesperada psique es la sonrisa de la madre.


La sonrisa de la madre...


Mi madre rie mucho.


Corrijo: Sonríe mucho.


En realidad creo que nunca le he escuchado una carcajada. Yo tengo carcajadas aunque no sonría mucho.


Ultimamente sonrío más. Eso estructura mi psique. ¿O es que la sonrisa es consecuencia de que mi psique está más estructurada?


Me gustan las sonrisas. Sean como sean.


Mi chico sonríe pequeño y de medio lado. Mi hermana sonríe y abre la boca grande para dejar salir una carcajada. Ella también se carcajea. Le gusta reír. Mi mejor amiga sonríe y parece que un big-bang fuera a sucederse en sus ojos. Así de brillante.


La gente que no me conoce dice que soy seria. Y soy seria para algunas cosas. Seria, seria. No tanto, mentira. Los que me conocen se burlan cuando me pongo seria y me hacen reir. A veces.


De niña reía con los ojos y ponía medias lunas en mi cara.


¿Alguien se acuerda de en que momento fue conciente de la sonrisa?


La sonrisa es una llave.


Tengo unas primas que tienen las sonrisas más bellas que he visto. Esas sonrisas abiertas de puro diente, de extremo a extremo, de boca grande.


Conozco a una chica que sonrie tanto que parece que va a quebrarse en mil pedazos. Su sonrisa es nerviosa, grande, de diente puro y ojo brillante, pero nerviosa. Rara. Aun así me gusta.


Unas chicas frente a mi se toman una foto justo en este instante. Sonríen. "Si salgo yo, estará linda", dice una y se carcajean las tres. Bonito.


Yo no se de donde ha salido mi forma de reír. A veces, puedo ser un poco escandalosa. Recuerdo que cuando era adolescente tenía esa forma de reír con sonido de metralleta. Ahora ya no tanto, pero aun a veces, en un ambiente de mucha confianza, suele salir.


Hay gente que realmente te hace reír. Hay personas que tienen esa capacidad para decir cosas graciosas sin parar. Yo les pregunto: ¿Cómo puedes tener esa capacidad para decir huevadas sin parar? Mientras nos reímos todos.


Es una suerte poder reír porque cuando uno está mal, la sonrisa es lejana y difícil. Casi inalcanzable. Es bueno reírse de uno sólo que a veces no se puede. O no se quiere.


Qué rico reírse de uno sin llegar a ser cínico. Sin hacerse daño. Queríendose. Qué rico cuando se ríen de uno para reírse con uno y no molesta porque se hace con cariño. Para sacarlo a uno del marasmo.


Una de las definiciones del Diccionario de la Real Academia:


Reír: 2. intr. Manifestar regocijo mediante determinados movimientos del rostro, acompañados frecuentemente por sacudidas del cuerpo y emisión de peculiares sonidos inarticulados. U. t. c. prnl.


Sonreír: 2. intr. Dicho de una cosa: Ofrecer un aspecto alegre o gozoso.



Ya no hay excusas...


Ya. Estrenamos. Vayan a vernos. Estamos en la Alianza Francesa de Miraflores de Jueves a Lunes a las 8pm. "Mujeres que habitan en mi". Hasta el 27 de Abril. Poquitas funciones. ¡Los esperamos!

jueves, 12 de marzo de 2009

EXCUSA PARA NO POSTEAR...


Vuelve la gallinita... Re-estrenamos en nuevo teatro sólo por cuatro funciones en el marco de Fusiones Contemporáneas. TEATRO BRITÁNICO DE MIRAFLORES DESDE ESTE VIERNES 13 HASTA ESTE LUNES 16 A LAS 8 PM. Los espero!!!

Las semanas siguientes: El viaje, de Marisol Palacios y Más allá del Borde del colectivo Angeldemonio.

Muac Muac!

domingo, 1 de marzo de 2009

Mi covacha...


Vivo en la copa de un árbol.

Mi habitación es la copa y yo, que quiero preparar el rumbo a la maternidad, me compro plantitas que tengo que alimentar día a día, mañana a mañana, para así generar el hábito de "tener que cuidar a alguien" (algo así me recomendó alguna vez un psicoterapeuta: Primero la planta, luego el animal, luego el hijo...Ja!). Es asi que mi habitación, aparte de ser casi literalmente "la copa de un árbol", está además interiormente llena de plantitas y floreros con flores de colores (cuando se puede, cuando estoy atenta, cuando no me gana la rutina, cuando me cuido). Me gustan especialmente los claveles de colores mezclados entre si, los gladiolos y unas que descubrí ayer que son llamadas "señoritas".

Como comenté alguna vez, dada la frondosidad de mi exterior, mi interior está poblado de arañitas, arañotas, zancudos y merodean por decenas, gatos parecidos entre sí dos de los cuales se llaman "Chomsky" y "Daniel F".

Me gusta mi casa, mi cueva, mi covacha. Le digo covacha a veces, pero nada más lejos de la realidad. Mi habitación, que queda en la que mi chico y yo llamamos "la casa del árbol", es color rosa, tiene un techo altísimo, un baño azul eléctrico, un vidrio delante de mi "tocador" que da a más plantas, flores, bichos y gatos y un gran ventanal que ocupa casi toda una pared cuyas ventanas de madera color turquesa dejan entrar toda la luz del sol necesaria para despertarlo a uno a las 6 de la mañana. Me encanta mi cuarto.

Sin contar con la casa de mis padres, he tenido alrededor de 6 casas. Unos más "hogares" que otros, pero la cuestión es que he mudado mis propiedades ya varias veces de locación.

La primera casa que tuve y a la que me fui a vivir sola a mis 21 años, quedaba en una quinta en Miraflores. Mi sueño: una quinta antigua, con pequeñas casitas de techos altos y tragaluces. No me lo pensé dos veces y así no me di cuenta de que una quinta antigua casi siempre tiene sus propios bichos. Esta en especial: ratones, cucarachas y extrañísimos vecinos. Recuerdo mucho a una niña que iba a "visitarme" y mientras yo limpiaba mi casa con la puerta abierta ella me miraba desde el umbral y se hacía la pila encima de lo que yo había limpiado. Recuerdo noches terribles de no poder dormir por escuchar el corretear de un ratoncillo (o más) que vivía(n) en mi casa y que además de no dejarme dormir, abría(n) mis bolsas de menestras antes que yo y se comía(n) las esquinas de papel de las páginas de mis diarios. Lo(s) detestaba. Duré ahí dos meses y me fui sin cobrar la garantía porque no quise saber nada más del lugar. Ahora, cuando paso por ahí, veo la quinta remodelada y más bonita, pero igual llena de plantas descuidadas y seguro que de ratones y bichos-malos.

Luego me mudé emparejada a una quinta en forma de redondela por la Av. Pardo. Pisos de madera, techos altos, ambientes espaciosos y alejada de todo el ruido de la ciudad. Traumatizada yo, lo primero que pregunté antes de mudarme fue: "¿Hay cucarachas?"

Luego me mudé a una casita menos miraflorina pero bellísima igual. Grande, roja, con ventanas de bordes de madera blancos. Un sueño. Quedaba cerca a Surquillo por lo que alguna mañana escuchamos a los pastrulos gritando y peleando, pero nada grave. En realidad, nada grave.

Luego llegó Barcelona con su piso cerca al mar de la Barceloneta, año en el cual estuve más bronceada que nunca en mi vida. Frente a mi vivía una alemana mas o menos de mi edad que me enviaba cartas color rosa en las que me decía que me quería conocer y cuando coincidíamos en el balcón tendiendo ropa, nos hacíamos chaucito con la mano. Era una hermosa mujer blanca de cabello oscuro y ojos verdes (casi un cliché de belleza). Quería "utilizarme" de "inspiración" para un trabajo de la escuela de arte y yo "me permití". Nunca nos hicimos grandes amigas pero estoy segura de que ella también me recuerda como parte de su época catalana. El objeto que realizó pensando en mi fue un receptáculo para beber el rocío de las mañanas... Que linda.

Y después llegaron los que yo llamo "lugares de paso".

En Madrid viví tres años en un piso que jamás pudo convertirse en mi hogar. Supongo que siempre tuve el anhelo de salir de ahí, de irme a un lugar más céntrico, de esos con balcones típicos madrileños, algo más clásico. Pero me quedé ahí y no salí hasta el final. De hecho, mis maletas las tuve dentro de la habitación hasta el año número dos. No pude nunca decidir quedarme ahí a pesar de que literalmente "me quedé ahí". Mi casero era una viejo verde e intelectual y cada vez que yo le iba a pagar la renta, me sentaba en su salón con olor a polilla y a libro viejo y me recitaba a Góngora. Me decía que parecía una muñequita de porcelana y me presentaba a sus amigos nerds como si de un trofeo me tratara. No puedo negar que yo me dejaba halagar porque pensaba que en algún momento podría pedir una rebaja en la renta o algo así. Nunca me sirvió de nada. El viejo verde era un coñete. Apestaba. Alguna vez escribiré algo sólo sobre él y no me creerán si les digo que de ser una muñequita de porcelana pasé a ser una sudaca desagradecida y terminó echándome del piso a punto de llamar a la policía. Me salvé, felizmente.

Cuando llegué de Madrid fui a casa de mi madre y gracias a ella pude tener la tranquilidad para volver a estabilizar mi vida laboral, económica, y en el año y medio que estuve ahí, jamás saqué de la habitación mi maleta roja que usaba de cajón.

Y por último... La covacha.

La covacha que, como ya dije, de covacha nada, es también un lugar de paso. Pero de un paso importante. Es como una bisagra entre un yo y otro yo. Es como un paso hacia otro lado, hacia el tipo de lugar que deseo pero que por alguna u otra razón aun no me he sentido preparada a admitir. La covacha es mi lugar de pensamiento, de meditación. Es el primer lugar en el que no se me han muerto las plantas porque es el primer lugar en el que las he cuidado. Es el primer lugar en el que he sentido fantasmas que siempre me tuvieron aterrada y que creí que nunca iban a aparecer. Es el lugar en el que más miedo he sentido, el lugar que lleno de humo por las noches encendiendo inciensos, vape o palo santo. Lo que sea con tal de que salga humo. Me encanta.

Mi covacha la conocen pocos. Muy pocos: mi novio, mi madre, mi hermano, mi mejor amigo y mi prima. Cinco personas en total. De hecho, el otro día una de mis mejores amigas se quejaba porque no entendía como ELLA no conocía el lugar en el que yo vivía. Y es que la covacha es la covacha y es mia por un tiempo y no es un lugar de exhibición. No es necesario. La covacha siempre está ordenada y limpia y es el primer lugar que mantengo realmente así. Ordenado y limpio. Siento que se mimetiza con mi estado de ánimo y así, me funciona como espejo. Me gusta vivir con las ventanas abiertas y caminar sin temor a que me vean los vecinos de los edificios de al lado. No me importa. Me siento libre ahí dentro. Mis vecinos hacen fiestas bajo mi cuarto y a mi me gusta escucharlos hablar, me arrullan. Es un lugar que me despierta y me acuesta temprano. Me ha hecho perderle el miedo a los gatos y a reconocer lo poco que necesito para estar bien (aunque se me olvida cada dos días). La covacha, ahora que lo pienso, tiene vida propia. Respira conmigo y me está acompañando a terminar de dar los pasos que necestio dar en esta etapa. Me está enseñando a caminar derecho y pausado. Me contiene. Es el lugar al que llego a cerrar los ojos. El lugar al que debía llegar. Por ahora.

domingo, 22 de febrero de 2009

Por compartir... Cito a Clarissa...


"La intuición es el tesoro de la psique de la mujer. Es como un instrumento de adivinación o una bola de cristal, por medio de la cual la mujer puede ver con una misteriosa visión interior. Es como si tuviéramos constantemente a nuestro lado a una sabia anciana que nos dijera qué es lo que ocurre exactamente y si tenemos que girar a la derecha o a la izquierda.

Esta intuición profunda es la que sabe lo que nos conviene y lo que necesitamos y lo sabe con la rapidez de un relámpago, siempre y cuando nosotras queramos anotar lo que ella nos dicte.

A veces, una mujer teme quedarse sin seguridad o sin certidumbre aunque sólo sea por muy breve tiempo. Tiene más pretextos que pelos tienen los perros. Pero es necesario que se lance y se mantenga firme sin saber lo que ocurrirá a continuación. Sólo así podrá recuperar su naturaleza instintiva.

¿Qué hay que darle de comer a la intuición para que esté debidamente alimentada y responda a nuestra petición de explorar lo que nos rodea? Se le da de comer vida...Prestándole atención. ¿De qué sirve una voz sin un oído que la reciba?

Si el músculo no se ejercita, al final se debilita. A la intuición le ocurre exactamente lo mismo. Sin alimento, sin ejercicio, se atrofia. (...) La intuición no está hecha para que se la consulte una vez y después se la olvide.

La mujer que recupera su intuición llega a un punto en el que siente la tentación de desecharla, pues, ¿de qué sirve ver y saber todas estas cosas?

Cuando una mujer ve y siente de esta manera, tiene que tratar de actuar al respecto. El hecho de poseer una buena intuición y un considerable poder obliga a trabajar. En primer lugar, en la vigilancia y la comprensión de las fuerzas negativas y los desequilibrios tanto interiores como exteriores. En segundo lugar, obliga a hacer acopio de voluntad para poder actuar con respecto a lo que se ha visto, tanto si es para un bien como si es para recuperar el equilibrio o para dejar que algo viva o muera. (...) ¿Y cómo se toma semejante decisión? Es algo que se sabe. La que sabe, lo sabe. Pídele consejo en tu fuero interno. Es la Madre de las Edades. Nada la sorprende. Lo ha visto todo. En la mayoría de las mujeres, el hecho de dejar morir no es contrario a sus naturalezas sino tan sólo a la educación que han recibido. Pero eso puede cambiar. Todas sabemos en los ovarios cuándo es la hora de la vida y cuándo es la hora de la muerte. Podríamos tratar de engañarnos por distintas razones, pero lo sabemos. A la luz ardiente, lo sabemos."


Clarissa Pinkola

"Mujeres que corren con los lobos"

PORFAVOR CHEKEAR...


Este es el blog del último proyecto que estoy desarrollando con Guillermo Castrillón (director de la performance "Escrito por una gallina", junto a Lita Baluarte y Monica Silva. Estrenamos en Abril en la Alianza Francesa de Miraflores y estaremos un mes en "exhibición"... Ja! Chekeen... Estamos en proceso y los mantendremos al tanto (a quien le interese, claro). Muac.

domingo, 15 de febrero de 2009

La luna de Méliés


Ella ríe y mira su bolso fucsia y sus medias rojas hasta las rodillas. Comprende por qué él le acaba de decir Paris Hilton. Se tira en la cama y rebota, rebota y rebota. El ríe, como siempre. Ella, rebota sabiéndose hermosa, ligera, niña, graciosa. Se siente la hacedora de la felicidad. De él. El le dijo muchas veces que sin ella se moría. "Exageras... Siempre exageras", le decía mientras lo tocaba con el pie bajo la mesa. "Así quiero que sea mi vida siempre", pensaba. Y cuando decía "siempre" quería decir "siempre". Erótica, poética, creativa, alegre, dulce pero sobre todo, poética, erótica.

Nadie nunca le enseñó que tal vez la vida no fuera así. "¡Mierda!", decía y se rebelaba cuando le hablaban de la transformación de las circunstancias dentro de una situación. Mierda, mierda, mierda, mierda, mierda. No quería saber. Quería ser una geisha, una obra de arte en sí misma para ser admirada por él. Una obra de arte compartida, un hada mágica. No quería ver la realidad y lo sabía. Lo real, me da asco, decía. Alguien dijo alguna vez: "La confianza es un asco". Y lo piensa. Es un asco. Quiere sentirse seducida todo el tiempo. Como la primera vez, como antes. Y le dice con una sonrisa: "Hazme el amor como la primera vez. Como si no conocieras mi cuerpo." Y él lo hace, lo intenta, lo logra, porque la ama. La hace feliz. Por un momento, por este momento, por esa tarde, por esa noche. Al día siguiente hay que volver a recrear el primer día, el primer encuentro. "¿Por qué me miras así?, le pregunta, "mírame como si me estuvieras descubriendo", le dice. El, baja la mirada, llevan tanto juntos... Eres mi mujer, le dice. A ella le gusta que él le diga "mi mujer" y "preciosa". "Dime algo que me enloquezca", le pide. El no sabe que decir y un bicho aparece en el estómago del primer día. "Empiezo a sentir que no me quieres...", le dice. Ella recuerda "antes". Ella no recuerda más, sólo sabe de un "antes" que ella ha elegido, incluso tal vez, inventado. Esa caricia, esa mirada, ese temblor en los labios al mirar mis ojos. Es adicta a las sensaciones y ella lo sabe. Sólo necesito que seas un poco más delicado, le dice. El baja la mirada. Ya no sabe que es "delicado", ya no sabe que es "antes", empieza a perder el sentido a "mirada", siente que pierde piso y la toma de las manos. La sienta en la cama y la mira a los ojos. "Vuelve", le pide. "No te vayas de aquí, no te vayas del tiempo..." Ella lo mira, sonríe y siente su bicho gritar. "Mi estómago", dice, "me duele el estómago". Va al baño y sentándose en el piso piensa que tal vez está equivocada. Se mira al espejo y ve sus ojos hinchados. Ha estado llorando, mucho, durante días. Ha estado pidiendo mucho, demasiado. El le dijo que ella pedía cosas que nadie le iba a poder dar. Ella sólo quiere el primer día, la poesía, la eroticidad, la caricia, el descubrimiento. Le duele el estómago y decide tirarse al suelo, al frío de las mayólicas. No está calmada y siente que esa sensación de bicho gritando no va a terminar. "Dame una razón para quedarme", se dice a sí misma. Quiere hacerse daño y no. Quiere morir y no. El vacío, el puto vacío. Un poquito más grande y me cortaba las venas. Felizmente no es tan grande. Se mete el dedo para vomitar. Tal vez así salga el bicho. Necesita una vuelta de tuerca, un corte, un golpe, un vómito. Algo. El le toca la puerta y ella sólo gime. Quiere asustarlo y llora diciendo que se quiere morir. El llanto crece cada vez más y se convierte en la niña asustada y solitaria que siempre fue. La que escribía diarios escondida en su habitación. Sola. La que creaba cuentos, historietas y dibujaba siempre mujeres de cabellos largos, cuellos de cisne y cinturas estrechas. Llora sintiéndose que el suelo se la traga... En realidad quiere que el suelo se la trague. Está avergonzada, culposa. Finalmente vomita. El, fuera, en la habitación, desesperado, sin saber qué hacer. Ella sigue llorando... "Estoy sola", murmura, "estoy sola..."

Necesita contención. Abre la puerta y al verlo casi se desploma. Ya no tiene fuerzas y él la coge en el aire. "Contenme", le ruega..."Contenme..." El la abraza, la besa, le dice que la ama. Ella se separa y le dice: "Quiero suicidarme...¿Qué hago?"

Va a su mesa de noche y coge del cajón una caja de valerianas. Es lo único que tienen, no están acostumbrados a tomar pastillas. Ella coge diez y se las mete a la boca. Quiere desaparecer. Se tira al suelo de la habitación, tiene un moño cogido por un lápiz y al tirarse al suelo se hinca el cráneo. Sonríe y le dice: "¿Ves? Todo lo que me hace daño está en mi..." Desde el suelo, con el cuerpo atontado puede ver la luna a través de la ventana. El le habla, pero ella no entiende. Simplemente está en su cuerpo, flota, aprovecha esa sensación tan distinta a la anterior. El ve la caja de valerianas vacía. Ella sonríe porque sabe que nada puede pasarle. No deja de mirar la luna. Ubica unos ojos, una nariz, una boca... Ubica la "cara de la luna". Nunca en su vida la había visto así. Sentía que ahora podía ver la luna como la había visto Mèliés. Sonríe nuevamente y dice: "¿Sabes? Siempre he visto el lado equivocado de la luna... El lado equivocado de la luna..." Ríe, llora y se queda dormida. El la acuesta en la cama. Mañana será otro día.

Todavía tengo la piel de gallina...

domingo, 8 de febrero de 2009

LOFT


Las imágenes se van reacomodando. Voy viendo más clara la estructura. Mi mente clama: "¡Estructura! ¡Estructura!" Y poco a poco la telaraña empieza a permitirme ver el nido, la araña madre, las patas largas, las tenazas de las que nací.
Necesito recordarla.
Leo a Clarissa Pinkola y su libro sobre mujeres salvajes que me dice que cuando reconozca al depredador, a esa "fuerza específica e incontrovertible" DEBO aprendérmela de MEMORIA.
Pero olvido.

He tomado demasiadas fotografías y no siempre las indicadas. Las fotos dan vueltas en mi memoria y pienso que porqué no tomé fotos más bonitas.
Mis ojos llorosos en primer plano. ¿Para qué?

A los 15 años me miré al espejo y me tomé una foto.
Ahora, esa foto me persigue.
Ahora tengo que elaborar esa foto.
No pasa nada, está bien...
El otro día me preguntaba... ¿Para qué estoy aquí? Y pensé que todo el camino tenía que ver con el conocimiento. De uno mismo, del otro, de nosotros. Human Nature, of course...

Leí por ahí que Jung decía que cuando uno había aprendido algo en el "descenso o ascenso al YO salvaje", entonces tenía la OBLIGACION MORAL de vivir y manifestar lo que había aprendido.
No se nada más de él.
Pero bajar al infierno no es digamos como comerse un pastelito dulce... Descender... Bueno... ustedes saben...

Hurgo en mi psique varias veces por semana. Con ayuda, sin ayuda... A veces pierdo la paciencia y me obligo a desenmarañar como si no tuviera tiempo, como si estuviera TAN cerca que corro el peligro de no ver la meta, como si fuera una meta de la que me puedo desviar... Como si fuera una meta.

Entonces me calmo. Escribo. No quiero olvidar. Escribo, anoto, tomo la fotografía indicada.
Me corrijo: Todas las fotografías son indicadas. Excelentes, en realidad.

Me dijeron una vez que yo en vez de tener una casa con sus habitaciones y compartimentos en la cabeza, en realidad tenía un LOFT. Nunca mejor analizada. Ahora construyo poco a poco estructuras. Primero separaciones para que no se moje todo en caso de inundación. Si algo se moja, podré estar bien en la habitación de al lado. Recién estoy en eso. Luego vendrán los muebles y la organización de mis cosas. ¿Habrá mucho que guardar en cajas? He pensado también en construir un sótano donde guardar lo que no uso normalmente. Un sótano que utilizaré cuando sea necesario. Pondré muebles bonitos llenos de imágenes lindas. Fotos... Una cocina, baños... Y mi dormitorio amplísimo, con una cama grande y rica para descansar.

Será blanco y con buenas ventanas para ver lo que pasa fuera.

No es un primer piso.

Las estructuras van quedando bien. Me gustan.




Enjoy...

domingo, 1 de febrero de 2009

Strange Night

Tuve una extraña noche. Nuevamente sentí un poco de miedo y no quería apagar la tele. Quise fumarme un cigarro y me di cuenta de que ya no los llevo conmigo. Pensé en manejar al grifo. Recordé que en un cajón de recuerdos tengo la cajetilla que usó mi personaje de la obra Kabul durante toda la temporada y que ahí dentro queda un cigarro, supongo que inconscientemente pensando en momentos como el de ayer. Pienso que hoy cumplo un mes sin fumar y decido atravesar el mal rato como quien pasa el reventón de una ola buceándola por debajo. Respiro. He cerrado las ventanas. Mañana (hoy) quiero dormir hasta tarde y desde hace un tiempo que me despierto con las ventanas abiertas y la luz del sol dándome en la cara. Mañana (hoy) estaré BLACK OUT.
Respiro. Sorprendentemente se me pasa la ansiedad. Funciona. Aun siento miedo. De fantasmas, nuevamente. Oigo ruidos y decido también bucear el reventón. No pasa nada. Ya hemos pasado por esto y tengo que ser mujercita y afrontar todas mis decisiones. Soy mujer. Respiro.
Me levanto y tomo dos pastillas de melatonina. Me tumbará en breve, estoy segura. He pensado también en salir pero no es una buena opción. ¿Para qué? Son las 12 de la noche y es mejor dormir y despertar mañana (hoy) descansada, darme una ducha e ir a tomar un café a mi café favorito, escribir, postear, leer y almorzar, luego ir al cine tal vez... Un buen día. Un día conmigo, con Miss Mayo... Ja.
Me desperté varias veces durante la noche. Aun cubro mi cuerpo con un edredón por temor a ser desangrada por los bichos. Mi habitación queda en la copa de un árbol y hay días en los que podría sentirme cenicienta por ser amiga de tantos animalejos. Los mejores: las arañas. Me gustan pero las quiero menos cuando se intrometen demasiado en mis asuntos. No es bueno que se metan entre mi ropa. No, no es bueno. Despierto unas tres veces sudando mucho. Estoy demasiado tapada y es raro pero aun así no me destapo. Estoy insomne y me seco el sudor con la sábana y vuelvo a intentar dormir. Duermo. Sueño. Tengo sueños extraños. Mi casa de pequeña. Mi casa de "chacarilla", como le llamo. Jardines de la vecina. Jardines en bajada por los que yo rodaba de niña feliz con mis hermanos. En mi sueño los veía tan pequeños que pensaba que ya no sería tan divertido rodar. Llegaría al suelo en media vuelta. Soy demasiado grande. Aparece mi madre. La entrada de mi casa de escaleras rojas está llena de caracoles, como siempre. Esperamos a mi padre y él llega. ¿Está de buen humor? Sí, está de buen humor. Agradecemos. Entramos a la casa y ahora estamos en la cocina. Yo barro pequeñas basuritas en el comedor de diario debajo de la silla de cada miembro de la familia. Pienso en los amortiguadores. Mi madre fue un amortiguador para nosotros. La furia llegaba a través de ella un poco más agotada. Los gustos y los restos de alegría de mi padre también. Amortiguadores. La furia llegaba a mi madre un poco más agotada. ¿Así es?
Saco la basurita a la terraza y la echo al jardín. Las migajas del desayuno se la comeran las palomas. Siempre es un espectáculo ver a las palomas comer nuestras migajas. La trompa del elefante venido de China asoma por el jardín y de su punta cuelga la hamaca donde mi hermano Esteban y yo descansábamos con los cachorros Alfa y Omega. Luego agua...Mar... Nada más. Estoy en un banco. He robado. Estoy depositando mi dinero robado. Tenía 7000 dólares y ahora tengo 700000... Le he robado al gobierno de los EEUU. Deposito el dinero y la banquera no me dice nada. Yo pienso que debería depositar cantidades más pequeñas para no suscitar sospechas. Qué importa. Ahora soy millonaria y estoy en la India. Presiento el desastre. Seré descubierta así que decido ir al banco en India y sacar mi dinero en "cheques de banco internacionales" o algo así. Está mi profesor de yoga cerca a mi. Santanam me mira de cerca. Yo me hago la loca y pido todo mi dinero como si fuera normal sacar tanto dinero en una sola transacción. El de la caja llama a su supervisora. La supervisora llama a su supervisor y los tres me sonríen. Yo siento: The End is coming. Aun así, me quedo esperando mi dinero. La supervisora ha sido enviada por el supervisor a la calle. Me pregunto si habrá ido a buscar a la policía. Pienso en huír pero mis ansias por tener el dinero pueden más. Espero un poco más. De pronto entran dos policías. Están vestidos a la usanza de nuestra policía nacional y soy cogida por los brazos. Grito: "I robbed the United States government!". No se si está bien dicho, pero lo grito así, en inglés. Me llevan a un carro y de pronto estoy en Madrid, pero me están llevando a la cárcel, es un hecho. Paso por un bar llamado Latinarte. Un bar del barrio La Latina de Madrid. Entro y le digo no se a quién con lágrimas en los ojos que yo estuve sentada bajo esa mesa celebrando. En Madrid todos nos sentamos en el suelo cuando no hay sitio en los bares, explico. Lloro un poco porque he perdido mi libertad. En el bar hay una mesa entera de chicos y chicas con pinta de activistas. Los miro y grito: "I robbed de United States government!". Todos me hacen hurras y deciden acompañarme en la camioneta a la cárcel. Por las pequeñas rendijas de la furgoneta saco la cara y grito: "¡MIERDAAAAAAAAAA! ¡MIERDAAAAAAAA!", pero sin pena, más bien como una activista política. Quiero darle fuerzas a la población, pero ya no estamos en Madrid, al sacar mi cabeza y gritar, veo la avenida Larco. Me están llevando a Santa Mónica. Llego al penal. Mi cuarto parece una habitación de playa pequeña. Con camarotes, un pasillo enano con un clóset que da a un espacio de lavandería. Supongo que es un lujo comparado con la realidad. Pregunto cual es mi lugar. Escojo un lugar en el pasillo y dentro del closet encuentro el espacio perfecto para poner mi laptop y poder escribir. Desde aquí pienso, postearé cada semana. Y realizo el ademán de escribir, muy satisfecha con mi decisión. La rea que me acompaña me dice que la habitación la compartimos tres, no dos. Y me siento un poco más atrapada. Veo que del espacio de lavandería se abre otra pequeña habitación con dos camarotes llenos de mujeres y niñas durmiendo. "Esas, me dice la rea que me acompaña, son familia de la tercera. Han venido a acompañarla por el fin de semana". Parece ser nuestra hora de recreo ahora, porque estoy con varias reas sentada en el suelo en redondela. Tenemos libros en los regazos y hablamos no se de qué. Parecemos brujas tramando algo. Viene una mujer policía. Nos tiene que revisar siempre. Al parecer, ha pasado un tiempo desde que estoy aquí. Nos revisa tocándonos y yo pienso que a lo mejor me puede gustar que me toque una mujer policía. Al lado hay una chica con un jean por el que le sobresale un aparato con luces. La policía la coge fuertemente y la zamaquea para que le de el aparato. Al parecer, no estamos autorizadas a tener ningún aparatejo electrónico. Pienso en mi laptop y me quedo callada. Es una linterna nada más. La chica explica, para leer en las noches cuando mi compañera de cuarto está dormida. De pronto viene otra chica. Es joven, pequeña, delgada, y salta por los aires danzando como haciendo capoeira. Se mueve increíblemente bien. Me da una patada que no me duele y me dice que yo soy la reyna esa de un libro cuyo nombre no recuerdo. Yo le intento explicar que no es así. Ella sigue dándome vueltas alrededor, como un pequeño hada de manga japonés y me sigue dando patadas y salta sobre mi. Se mueve increíblemente bien, casi vuela por los aires y pienso que yo hace unos años también saltaba así. La miro y pienso que tal vez con práctica pueda volver a volar como ella. Me vuelve a decir quien soy o quien cree que soy. Yo estoy un poco confundida y sigo intentando hacerle entender que está equivocada. Ahora siento que me exige ser la reyna del libro. Ya no me lo comunica, me lo exige y yo empiezo a sentir que tal vez lo sea y lo haya olvidado. Empiezo a intentar recordar. Tal vez yo sea esa que dice el hada voladora. Tal vez yo también pueda volver a volar.

Me despierto agotada. Son las diez de la mañana. Cumplí mi sueño de despertarme tarde. Qué bien... Me sirvo un café que siento entrar a cada una de mis venas. Abro las ventanas y enciendo una vela en el borde como para que los espíritus pidan permiso para entrar. Me gustan las mañanas en soledad. También. Respiro y pienso en las presas de Santa Mónica. Me pregunto si respirarán. Mi maestra de kundalini yoga, me dijo que alguna vez había hecho un taller de yoga en el penal. Pienso que esa sería una de las cosas que haría si estuviera presa. Pienso en dar un taller en el penal. Me interesan las mujeres.
Hoy salió el sol y voy a comer un cebiche. Primero una ducha fría, una falda corta y un moño desordenado. Energía. He estado en muchos lugares durante la noche. He sido una heroína. "I robbed the United States government!", y creo que eso es importante. He hecho algo por el mundo en mis sueños, según mis sueños... He sido llamada a ser una reyna y lo he aceptado como una verdad olvidada. He intentado recordar mi pasado de reyna, de luchadora, de voladora, de mujer salvaje, como diría Clarissa Pinkola. Hay momentos en los que quisiera gritar y a través de ese grito hacerla salir. Como si con el grito pudiera abrir una cerradura por la que la reyna pudiera salir triunfante. Quiero volver esta noche al penal. Quiero leer ese libro en el que, según dice la pequeña, salgo yo. Quiero aprender a luchar volando.
Re-aprender. Re-cordar. Re-ynar.

viernes, 30 de enero de 2009

Por compartir...

Esta es parte de una entrevista realizada al escritor Jorge Diaz Herrera por Perú 21 el día de ayer
Sólo por compartir...
"Creo que la obra literaria es aquello que le sobra al escritor, es decir, lo que lo rebalsa, lo que ya no cabe bajo su pellejo. Lo que más perdura en mí son los recuerdos de infancia y juventud. Abren en mí melancolías inconsolables y, también, alegrías, desbordantes. En ese "maremagnum" van formándose los temas que luego escribo. Nunca me siento a escribir sino cuando ya tengo resuelto el problema de lo que escribiré. Después, en el desarrollo, vienen las sorpresas, lo no pensado. Quizá valdría decir que en mis obras literarias se hilvanan lo consciente con lo inconsciente, lo que quise decir con lo que no imaginé decir, lo que viene de donde sé y lo que viene del misterio."
Sólo por compartir...

domingo, 25 de enero de 2009

¿Cuál es tu cau-cau?

Una niña me acompaña. Una niña ha crecido dentro de la atemporalidad de mi inconciente. Una niña responde por mi, guiña el ojo por mi, hace pucheros rechazando lo que no quiere y manipula con carita de inocencia pendeja. Existe en mi desde mis tiempos sin memoria. La creé para mi, para mi defensa, a mi favor, es un elemento de mi estrategia militar para afrontar la vida. Habla desde ese sótano de época infantil y llanto al que sólo vuelvo para elaborar...Para recoger imágenes... Para aprender...
No me gusta la nostalgia. No encuentro un pasado mejor que este presente y jamás me dejo engañar por la sonrisa dulce y el rulo dócil de la niña que fui y que veo en las fotos. Pero la niña de la que les hablo es y no es la niña de la foto. De hecho, la niña de la que les hablo, fue en algún momento la niña de la foto para luego dejar de serlo. La niña de la que les hablo fue niña pero también tuvo diez, quince, veinte y treinta años, quedándose aun así pequeñita, estancada en el suceso, sin más tiempo que el dolor de un momento de hace mucho, sin poder elaborar el hecho inentendible.
Me pregunto ahora si la creé yo o si simplemente fue "permaneciendo". Puedo suponer que en algún momento fue utilizada como estrategia y al darme cuenta de su buen funcionamiento la incorporé a mi ser. Para siempre.

¿Puedo decir "para siempre"? ¿Tendría que decir "hasta ahora"? Digo entonces que "para siempre" "hasta ahora", la niña habita en mi y que a veces se apodera tanto de mi, que me pierdo en su mundo juguetón de bailes, pucheros y arrumacos.

Pero quiero ser una adulta. Quiero ser totalmente una mujer adulta. Y esta pequeña que no tiene que ver con "el niño que todos debemos conservar", ya me está empezando a incomodar.

La niña tiene vida propia. Se perfectamente el camino que debo tomar para encontrarme con ella. Es un camino fácil y la estadía es o por lo menos era, bastante cómoda, cálida y agradable. Como sentirse en casa. En mi elemento. Mi niña sabe como responder, mirar, negar, afirmar, e incluso como coquetear.

A los siete años conversaba aterrada con mis amiguitas de segundo grado del colegio sobre la inminente llegada del "apocalipsis" (años 80´s, guerra fría, botón rojo, películas horribles, etc..). Yo, asustada pero muy convencida les decía: "Sólo los niños se salvarán. Me lo dijo mi abuela". Y sentadas bajo un arco de fútbol en un recreo del día de gimnasia suspirábamos porque a nosotras no nos iba a pasar nada.

Tal vez fue ahí que decreté que siendo una niña una estaba libre de peligro. Tal vez fue ahí que decidí ser una niña "para siempre".

Lo que una no toma en cuenta cuando formula este tipo de decretos, es que la niña puede crecer en nosotros sin dejar de ser niña pero volviéndose más pendeja, tomando más terreno, más conciencia de sus armas para con los demás y para con una misma. Mi niña sabe como permanecer y cada vez me es más duro sacármela de encima. Mi niña puede convertir una relación adulta en una niñería sin responsabilidades. Puede hacerme quedar en ridículo cuando hago un puchero con mis arrugas de treinta y dos. No es lo mismo hacerse la niña a los quince que ahora. Pero en fin...

Lo más importante es que me molesta a mi. Que ya no me apetece sacarla a pasear. Se que hay cosas que quiere decirme, se que debo escucharla. Se que es pendeja porque está triste y que se quiere quedar porque no la he escuchado debidamente. Se incluso que se siente utilizada por mi. Se también que he decidido escucharla, observarla. Sin aspavientos, sin desesperación. Con calma. Parar la oreja y curiosear un poco preguntándole: ¿De dónde vienes? ¿Qué es lo que pides?, o, más claramente y como diría mi padre: "Oye chibola...¿Cuál es tu cau-cau?"

domingo, 18 de enero de 2009

El grito de Munch

Ok...He perdido credibilidad....Ok...Hace décadas que no escribo y mi verbo está desgastado. Ha pasado mucho tiempo, muchas cosas, muchas fiestas... Mucho alcohol bajo el puente, muchas palabras, muchas miradas, muchos perdones, muchos fuegos artificiales, regalos, cenas familiares, lágrimas, carcajadas, cambios de humor, atardeceres con champaigne y uvas, "te amos", propuestas indecentes, deseos, barrigas infladas, piel tostada, cosas cotidianas, cosas salvajes, amores, lecturas, nostalgias, decisiones... Tanto, tanto que no sabría por donde empezar. Dejé de escribir. Un buen día dejé de escribir. Me fui por las ramas, escribí lo que me indignaba de mis diarias lecturas políticas y me alejé un poquito del tema de la mismayo. No quería hablar de mi. No sabía que decir. Sentí de pronto que todo se había vuelto demasiado personal. Todo era muy mio y sentía verguenza de decir ciertas cosas.

Ahora me siento frente a mi ordenador, en mi café favorito, bebiendo mi café favorito, ya sin fumar porque llevo dos semanas sin hacerlo (lo extraño maldita sea, lo extraño), y quiero volver. ¿Me dejarán? ¿Me dejaré? Lo intentaré igual.

Pienso...¿De qué me gustaría hablar? Y recuerdo las recientísimas imágenes que he recibido por Internet sobre el conflicto en Gaza. No quiero hablar de eso. Pero, uno se siente imbécil de hablar de otra cosa. Aun así me pregunto. ¿De qué me provoca hablar? ¿Que me sugiere este café? ¿La música clásica que escucho?¿La bulla de los que beben cafés conmigo? ¿La caminada del dueño italianísimo y simpatiquísimo de quien cuentan las malas lenguas...es facista como el solo? Hace poco le escuché decir a uno de sus comensales que en su época los niños comían lo que la "mamma" preparaba. Una cosa para todos. Ahora los niños pedían cada uno algo distinto y los padres lo aceptaban. "Es por eso", dijo, "que hay tanto gay en el mundo." Un horror.

Es domingo y estoy sola. Me gusta estar sola (también). Me siento bien. Mi novio está trabajando y tengo el día entero para mí. Me fui a la peluquería un rato y luego, con mi laptop a este café. Mi familia está en la playa, y yo pensé que no era una buena idea juntarme con ellos. He tenido algo así como una "sobredosis traumática de recuerdos salvajes" en las navidades que ha dejado en mi psique rezagos incomprensibles y difícilmente organizables y reparables. Juro que es verdad. Hay etapas (para mi, diciembre es una de ellas) en las que la mente recibe tal cantidad de información que todo se desorganiza y la mente se queda desordenada como el cuarto de un adolescente apestoso. Así estoy ahora. Mi cabeza tiene la ropa tirada y calzones sucios en el suelo, la televisión está encendida a todo volumen y por ahí una radio dice cosas que no entiendo. Por la ventana entra un aire que hace que los papeles que están en el escritorio vuelen y mece también la lámpara china alrededor de la cual revolotean polillas y moscas. La luz no está encendida. No es de noche. Tampoco de día. Alguien me llama fuera de la puerta. Es una voz de hombre fuerte. Algún charco se ha formado producto de mis pies mojados. Entré sin secarme. Sin toalla. Sin protección. Loca. Pastrula. Hay aretes de strass tirados por el suelo como los que usaba para los matrimonios en los 90´s. Recuerdo una piscina y un arete flotando. Alguna vez caí a las 3 de la mañana, al agua. Pero eso no importa tanto ahora. Mi cuarto está destrozado. No huele mal pero todo está fuera de los cajones y ahora no se por donde empezar. Supongo que tengo que ordenar aunque por ahí hay una necesidad también de echarme en la cama y simplemente mirar...No puedo dejar de pensar en la común frase: "Ten cuidado con lo que deseas que se puede hacer realidad". Hace un par de meses en mi "sanidad" me preguntaba...¿Dónde coño está el grito de Munch? Mi propio grito de Munch...Ahora el grito de Munch es mi barriga, mi ombligo. No quiero abrir la puerta. Se que debo salir pero no puedo dejar todo tan desordenado. Y ya no recuerdo...¿Dónde iba la pintura del naufragio que hice a los 8 años? Desde mi posición la veo pero ya no se donde la guardaba. Cuando tenía 8 años nos mandaron en el cole a pintar un "día de playa" y mientras todos mis compañeros pintaban con los plumones de colores sombrillas, chicos y chicas jugando voley y el mar lleno de bañistas, yo pintaba sombrillas, chicas en la arena con bikinis y pelos rubios cogidos a un costado y allá por el fondo sin que nadie se enterase, un barco llamado "Titanic" del que se tiraban personas y barcos inflables alrededor llenos de gente intentando salvarse. Gracioso. No fue un cuadro hecho a conciencia. Lo llevé a la conciencia en una sesión psicoanálitica y me sentí tierna. Y ahí está el cuadro nuevamente. Es una cartulina y no recuerdo donde la guardaba para no dañarla. Es parte de mi. Es también mi historia. Parte de mi simbología. Me gusta. También se deja ver por debajo de la cama destendida una minifalda a cuadros pequeñísima. Es mía. Me la compraron mi hermana y mi madre cuando yo era chica contra mi voluntad. No me gustaban las minifaldas. Yo era muy púdica y no quería enseñar mis piernas que en esa época eran un par de calambres durísimos y bien formados por el ballet. Cuando me ponía una falda corta en las reuniones, mis padres hacían que yo les enseñara las piernas a todos para que vieran mis músculos. No me gustaban las minifaldas. Me gustaba el terciopelo y los lazos, pero extrañamente, no encuentro nada de eso tirado por el suelo.

Necesito buscar la forma de ordenar un poco y salir a tomar el aire pero me da una flojera enorme. Alguien me llama desde fuera pero yo no quiero salir. Estoy mojada y el agua chorrea por mi cuerpo. Es posible que pesque un resfrío. Miro alrededor y veo el botiquín. Es cuadrado de madera, color verde agua. Es antiguo. Me gusta. Lo abro y todas mis pastillas están ahí pero sin nombre. Debo encontrar la forma de organizar un poco el desastre. Ahora que estoy en él, me doy cuenta de que no lo quiero más. Me parece increíble haber extrañado este cuarto torcido, adolescente, este cuarto sucio y confuso. El grito de Munch es mi ombligo. Ahora extraño a mi monalisa. Quiero volver a mi origen. Esta soy yo y no soy yo. Este cuarto es mío pero de antes. Esta era yo pero ya no. Ahora las cosas no son así. Tengo que ordenar. Ordenar y salir, volver, ordenar otro poco, salir, organizar un poquito, guardar el cuadrito y la minifalda, salir. Oler mi ropita, reconocer nuevamente que todo eso es mío, pero que es mejor en orden. ¿Cómo pude extrañar este desorden?