martes, 25 de noviembre de 2008

APEC PES...





Así que el APEC. Así que TLC con China y beso en la mejilla a Hu Jin Tao… Así que portaviones de Bush y sultanes de Brunei viniendo en aviones enchapados en oro… Así que si… ¿Y nosotros? De vacaciones. Claro, qué bonito. Viva el APEC… Nos regalaron días libres para que podamos desconectar… Para que no nos enteremos mucho de lo que se decidía… Para que tomáramos un poquito de sol en familia y llegáramos cansados preguntándonos… ¿Todo tranquilo no? ¿No hubo atentados no?

En fin… Realmente… Qué rico el APEC. Yo me quedé trabajando en el teatro pero los días los tenía libres, sin obligaciones. Qué rico. Leía el periódico y me daba miedo la sonrisa de Hu Jin Tao y sus dientes de potencia con ganas de mordernos un pedacito de cachete. También los dientes de Alan con ganas de morderle un cachete al universo. Pero en fin…

La verdad sólo quiero escribir sobre mis días nulos de APEC siglas que la verdad, recién hace unos días (perdonen la ignorancia), me enteré de lo que significaban gracias a mi Biblia “Perú 21”. Lógicamente digo Biblia porque para mi la Biblia tiene el mismo significado que un buen libro de ficción. Si uno se pone a leer el periódico todos los días, empieza a surgir la ansiedad por saber que pasará al día siguiente. Como cuando veía “Los ricos también lloran” con Verónica Castro y molesta le preguntaba a mi madre: ¿Por qué siempre termina en la parte más interesante? ¡Qué tontos!”

Debo agradecer largas horas de caminata durante los últimos días. No suelo caminar y dada esta oportunidad grandiosa de calles bloqueadas y policías en esquinas, decidí dar largos paseos a mis diferentes puntos (cercanos todos ellos) y descubrir nuevas calles, nuevas flores, buen clima y largas rutas alternativas para poder comprarme un solo café en mi cafetería favorita que queda a tres cuadras de mi casa (vivo cerca a uno de aquellos Hoteles en los que se hospedaban nuestros ilustres, es más, creo que en el que se hospedaba mi adorado, casi de mi familia “Cuy chactao” Hu Jin Tao). De hecho un amigo que me suele decir “china” de cariño, me decía que yo debía estar muy feliz ya que por fin toda mi familia estaba reunida en mi ciudad. Pero yo no tengo la sonrisa de potencia de Cuy Chactao. Fácil somos parientes lejanos nomás.

¿Creo que fue el Sábado que llegó el innombrable? ¿Con su portaviones, sus autos blindados y sus 600 monaguillos? Pobre hombre, aunque la verdad, no lo compadezco ni un poquito. Es de las pocas personas que me han generado absoluta y real repugnancia. Creo que si lo viera alguna vez en la calle, lejos por ahí, cerca por ahí, no podría parar de gritarle porquerías. Una amiga una vez me contó que a inicios de los 90´s se fue a Francia dejando este país en ruinas y se encontró en esos años en París con un alegre García y ella no pudo contenerse y se puso a gritar: “¡Ladrón! ¡Por tu culpa dejé mi país!” Y mil insultos más que no quiero repetir. Yo me preguntaba: “¿Sería yo capaz de hacer algo así?” Hasta ahora me lo pregunto.

En la obra que estoy presentando en la Alianza Francesa “En Casa/En Kabul”, hay un texto de un afgano que le dice a mi personaje (una veinteañera londinense): “¿Y que otra cosa nos han traído ustedes además de miseria? El occidente. Y a muchos de nosotros nos gustaría devolverles esa miseria. Usted tiene para llevarse a casa nada más que el espectáculo de nuestro sufrimiento. Haga lo que quiera con eso.”

El espectáculo del sufrimiento. Adoro esa frase.

Leo el periódico y siento que soy una espectadora de “Los ricos también lloran”, el APEC se realiza en nuestras narices y en realidad, nos enteramos de la cuarta parte, de la sonrisa, del apretón de manos, del discurso sobre Marx de García al presidente ruso… Qué jocoso nuestro presidente. Qué anécdotas. Qué espectáculo. Mientras tanto… ¿Qué es lo que realmente se cuece? Un beso en la mejilla al chino y nos reímos, las damas de las naciones se van a Larcomar y se compran chalinas de alpaca valorizadas en 400 dólares cada una… La CGTP se queda tranquila… Yehude y Mulder discuten…Y nosotros… Qué graciosos… Qué cagones son los políticos… Y huacala y mejor me tomo una chela. A veces pienso que la ceguera y la ignorancia harán que en algún tiempo alguien asista al espectáculo de nuestro sufrimiento. A nuestra propia realidad que será vista por otros como un espectáculo. Como cuando vemos imágenes de países distantes, raros, “espectaculares”.

Qué miedo me da la política. Qué miedo me dan los políticos. Qué miedo me dan los bancos. Qué miedo me da el dinero. Qué miedo me da el poder.


Mejor me tomo una chela.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

QUE RICO ES PODER DECIR CON CERTEZA: "YO HICE LAS COSAS BIEN..."

(Nunca lo había sentido, claro, por eso me sorprende)

lunes, 17 de noviembre de 2008

Teatro...



Hoy estuve en un maravilloso conversatorio con Eugenio Barba el creador del Teatro Odin. Salí inspirada, con más ganas de entrenar y con más ganas de crear. ¿Por qué hacemos teatro?, era una pregunta constante. ¿Por qué hago teatro?, es una pregunta que me hago siempre. Sólo puedo responderla en negativo: Si no hago teatro me siento miserable. Ya lo he probado. Estuve 4 años sin actuar y mi energía se fue por el water. Me gusta hacer teatro porque en esas dos horas de función siento que estoy más presente que nunca en la vida. Me gusta estar en el escenario y escuchar lo que mi compañero me dice, y cómo me lo dice. Encontrarme con su mirada y reaccionar a sus estímulos. A veces, siento que danzo con mi pareja de escena. Barba decía que quien hace teatro realmente está huyendo de algo, escapando. Pero... ¿Cuál es la herida? ¿De qué estás huyendo?


Podría nombrar varias.


La escritura es también una forma de huida.


El teatro, decía Barba, es una forma de lucha espiritual. Suena hermoso sí, pero aun no lo comprendo. Como dije, me pregunto siempre por el sentido de hacer teatro. Hay días en los que le pierdo el sentido a mi profesión y no entiendo nada. Creo que esto se da cuando la banalizo. Cuando el ego se impone y actuar se convierte en una forma de ser "alguien". No lo se. Huir de la herida. Me gusta esa frase.


Un día mi psicoanalista me dijo que yo había encontrado en la escritura una manera de huir de ciertas cosas que sucedían a mi alrededor. A veces, cuando estoy un poco triste y llego al teatro, pienso que felizmente me quedan dos horas de función para agotar esta tristeza u olvidarla. No hay cabida para el dolor en el teatro. El teatro no duele. Sana. Lo noto cuando tengo dolor de cabeza o de barriga. En el escenario no duele nada. Esto es cierto, los actores podrán confirmarlo. En el teatro las cosas no duelen de verdad. Como me dijo mi maestra Pilar Nuñez: "En el teatro, tus cosas salvajes. En la vida cotidiana, la horizontalidad...En el teatro puedes romper platos, tirar libros, tumbar paredes... No importa, son de utilería."


Del teatro, sólo salimos cansados. No tristes. Cansados.


¿Huyo de algo? Probablemente. Pero también con el teatro he tenido que enfrentarme muchas veces a mi misma. A mis propios demonios internos. ¿Y que mejor que ahí? El teatro te contiene. No te va a abandonar. Y lo certifico cada noche cuando salgo de una escena terrible y siempre hay entre cajas un hermoso amigo esperándome con un kleenex y un abrazo. Me seco los mocos y las lágrimas, lo abrazo un ratito y me preparo rápidamente para entrar a la siguiente escena. En el teatro, tampoco hay lugar para regodeos dolorosos. Eso no cuenta la historia.