martes, 30 de octubre de 2007

Otra vida

En esa época estudiaba filosofía y vivía una vida de niña casada, intelectual, enamorada y trabajadora. Me gustaba mi propia imagen. No se si me gustaba tanto esa vida pero andaba enamorada del espejo, de lo que proyectaba, de mi imagen en una fotografía junto a él. Ambos exitosos, jovenes, valientes, hermosos. El mundo enamorado de nosotros y nosotros con un maravilloso futuro por delante. Es alucinante lo claro que tenía todo en esa época (o que creía tener) para lo distinta que es mi vida ahora. La radicalidad del cambio producido en 5 años me hace pensar que mi vida no se va a quedar como está ahora, por tanto, no desespero (ja, ja).

En esa época me sentía poderosa y había mañanas en las que me despertaba, miraba mi existencia y era feliz. El me hacía feliz o por lo menos lo intentaba todos los días. Vivía para mí y yo, vivía para mí. Discutíamos mucho, pero también la pasábamos bien. Ahora que lo pienso, perdimos mucho tiempo peleando (lo perdí yo), pero... ya fue ya. Realmente había amor. Mi casa era un refugio y sus brazos me daban todo lo que necesitaba. Fue en esa época que los vacíos diarios se volvieron irreconocibles y por instantes podría haber dicho que me sentía plena. Celebraba mi cumpleaños haciendo fiestas en casa y regalábamos alcohol, drogas, comida y todo para que el mundo entero se sintiera cómodo. Para que no se fueran nunca. Era una vida distinta a la que vivo ahora. Era otra vida.

No se cual de mis vidas es la que más me ha gustado hasta ahora. Supongo que la más "auténtica" es la presente. La más "misma yo", pero debo confesar que en mi vida de niña enamorada y casadita estudiante de filosofía, me sentía calentita, arropadita, segurita y con ganas siempre de llegar a casita y de conversar con mis gafas de montura roja de estudiante de letras los innumerables proyectos para los que había sido convocada para el siguiente año y uy que horrible que no tengo tiempo para nada... Ahora, tengo tiempo para casi todo. Este blog es una muestra de ello.

He pensado que esta vida sería ya mi cuarta o quinta vida dentro de mi vida. No puedo decidirlo. No se si la etapa de los 20 a los 22 (antes de mi vidita segurita en casita linda y filosofía) debería marcarla también como una "otra vida" después de toda mi primera "gran vida", luego vino España y luego el retorno que es "another thing".

Pero quisiera seguir hablando de mi vida de montura roja. Esa es la etapa de mi vida más documentada. De hecho tengo dos álbumes de fotos gordísimos llenos de fotografías de mi amor por él y mi amor por mí. Viajes, fiestas, juventud, locura, ganas de más locura, piernas suaves, ojos inteligentes y mucha soberbia. También tengo videos, cartas, facturas, boletas de pago de algún restaurante en el que celebramos algún aniversario... Millones de documentos que pueden certificar que viví esa vida.
Algo que he aprendido es que nada está garantizado y lo más increíble es que nisiquiera uno se puede garantizar la voluntad de seguir con una vida que le otorga seguridad. Uno, a veces, quiere el tambaleo, el dolorcito ese del que hablan otros, la inseguridad, los "bajos fondos", eso es más chévere que mi vidita en un salón rojo leyendo a Platón y esperando que sean las ocho para tomar crema de choclo. Mejor leer a Platón en una biblioteca pública esperando que sean las ocho para beberte una de las tantas cervezas o llegar a tu casa y no tener nada que comer. Comer pan con mantequilla. Pasarte horas en tu colchón mirando la puerta. Pensar en todo lo que has perdido. Pensar en todo lo que vas a ganar. Intentar día a día ser conciente de que lo que vives es lo que decides. Convencerte de no querer volver a gafas de montura roja. Ya no ya. Ya fue ya. Trabajar doble turno y conocer gente que no habrías conocido nunca. Gente que realmente trabaja. No que prueba "otras vidas". Gente que vive "esa vida". Trabajo y envío de dinero a la familia. Esa vida.
Tengo treinta años y creo que esta es mi cuarta o quinta vida, tengo que decidirlo. El otro día retaba a una amiga a que hiciera un recuento de sus vidas. No lo había pensado pero también estaba por su quinta o sexta. Hasta el día de hoy, creo que la vida más difícil fue la anterior a esta. La del pan con mantequilla, la sonrisa a un cliente que odias y la soledad absoluta. La actual, pues... Es rara. Nada más eso. Siento que más que una vida, es un tránsito. Algo así. Extraño. Todo este año he sentido estar como en una transición a otro estado que se viene pronto. Yo dejo fluír (lo intento). Siento que se viene algo diferente (otra vida), pero tampoco lo pienso tanto. Además, una nunca sabe la capacidad de boicot que puede tener con una misma. ¿Qué queda? Nada más vivir día a día. Prepararse para el gran cambio. Echarse colonia y peinarse bonita. Estudiar, leer y dormir bien. Tomar magnesol. Y no creer que esto es definitivo. Todo cambia. Todo pasa. Es increíble el tiempo. Pero TODO PASA.
Un beso. Cuídense.

Little revolution

Estaba sentada una tarde estudiando la Revolución China en la mesa de mi comedor. Sobre mí, una gran bola de papel china y a mi alrededor, paredes rojas. Frente a mí, un pasillo en el que se encontraba el teléfono. El, respondiendo una llamada. Yo quería que él fuera sólo para mí. Odiaba su vida anterior. Odiaba a sus amigos, sus gustos anteriores, sus pasiones antiguas, su crecimiento sin mí. Lo estaba atando a mi vida dejándolo solo, alejándolo de su vida y apegándolo a la mía. A mis costumbres, mis amigos, mi risa, mi exterioridad...Quería un nuevo nacimiento. De mi seno, de mi vientre. Tábula rasa. Que no existiera un antes y que el después fuera sólo conmigo. Bajo mis reglas, mis gustos, mi mirada. Paré la oreja y miré de reojo como un animal esperando el ataque. ¿Quién llama a estas horas? ¿Quién te llama a cualquier hora? Intentaba recordar el nombre del revolucionario Chiang Kai Shek mientras pensaba en la ex novia que él había tenido hasta meses antes de estar conmigo y a la que había amado profundamente. Maldita. No quiero que hayas amado antes. Quiero ser la primera en todo. Haberte conocido en el colegio, llevar 15 años juntos. Encerrarnos en nuestro pequeño universo. No salir. La calle significa "otros", "otras", distracción, peligro, pelea, dolor, lágrima...Yo no salgo y tú tampoco. Encerrémonos aquí, con libros, pared roja y olor a crema.

El seguía hablando por teléfono y me miraba. Sentía también que yo lo miraba. El animal en celo, el ojo rojo bajo la bola china que él tanto conocía. Poco a poco, despertando. Lo miraba y él decía que "no gracias" a alguien en el teléfono. "No gracias". Gracias. Respiraba cada vez que él decía "No Gracias". Respiraba porque así se quedaría a mi lado mirándome aprender una revolución lejana, roja.

No quiero a tus amigos. Me caen mal. Me miran mal. No me quieren, puedo sentirlo. Tú me decías que no. Que ellos simplemente no me conocían. Que querían verme, quererme porque lo querían a él. Y yo, que no. Ellos quieren a la otra, a la fea esa, a la mounstrua. ¿Cómo pudiste? ¿Cómo pudiste hacerme algo así? Amar a otra, llorar por otra. Quiero que llores sólo por mí y que mi imagen se quede clavada en tu memoria como lo único bueno que has tenido en tu vida. Desde mí, para adelante. Antes de mí, nada. Yo sí. Yo si he tenido una vida atractiva. Increíble. Aprende. Te cuento cosas que tú escuchas con admiración. Tú no me cuentes nada. No quiero saber. No me interesa. Me duele. La verdad, me duele.

El ojo rojo revolucionado te mira y pregunta por la llamada. Me dices que te estaban invitando a un conversatorio sobre arte, límites y no se qué. No entiendo te digo, te volteo la cara y te exijo que me dejes estudiar. Bajas la mirada y te vas. Yo bajo la mirada y me voy. Lejos. Más allá de la revolución. Más allá de Mao.

Me arrepiento para variar. No se como arreglar el caos que acabo de instalar en mi casa, en mi cabeza. Mi propia revolución empieza a atacarme. También es roja y agresiva. Veo la puerta de tu estudio que está cerrada y no se como tocar. ¿Tres toques? ¿Dos? No sé como entrar. Toco una vez y entro. Mi ojo ya no está rojo y tus ojos están tan verdes e infinitos como siempre. Me sonríes ampliamente y abres los brazos para acoger mi caos. Te quiero. Me sumerjo en tu pecho. Te quiero. Gracias. Cierra las ventanas. Quedémonos aquí. Cierra todo. Quedémonos aquí.

jueves, 25 de octubre de 2007

Apocalipsis now






Algo hermoso de mi generación (una generación de bombas y apagones, senderos lumínosos, largas colas y engaños para conseguir leche) es que no tenemos verguenza de expresar nuestro afecto hacia el otro. Como hemos tenido la posibilidad de la muerte cerca, no nos preocupa el que dirán cuando abrazamos fuerte y decimos "Cuídate" o "Te quiero" a nuestros amigos. Yo, por lo menos, no me corto un pelo y mis amigos, tampoco. Si no nos lo decimos ahora, ¿entonces cuando? Una de las cosas que me hicieron notar los españoles en mi estadía en Madrid fue justamente eso: el "Cuídate" final al despedirte de un amig@. No lo entendían y yo tampoco había reparado en ello hasta que me lo dijeron. "Chau amigo, cuídate." Esa es la expresión normal. Ellos, claro, me preguntaban: ¿Cuídate de qué? Y yo pensé y respondí: "Del cuco". Ustedes me entienden.



Recuerdo de niña haber llorado muchas veces porque mi madre no llegaba de tonde tuviera que llegar porque creía que estaba muerta o dormir juntito a mi hermano Esteban abrazaditos por el ruido de las bombas. No puedo imaginar lo que será vivir en una ciudad en guerra con aviones bombardeándote cada noche... Qué horror.


Otro de los horrores con los que ha vivido mi generación (y porsupuesto la anterior...) es el de "La guerra fría"... Para mí por lo menos ese era un tema alucinante. La imagen de la "Bomba Atómica" era una amenaza constante. Y la "nuclear" ya que ni se diga. A veces salía al jardín e imaginaba volando por el cielo un proyectil que caería cerca a casa (como en una de las escenas de la película "Al día siguiente", con la cual, dicho sea de paso, lloré como una loca). Nunca he ido al cine a ver tantas películas de terror como cuando era pequeña y nunca he pensado tanto en el apocalipsis ni en la existencia del demonio como en mis primeros años. La figura de los jinetes en sus caballos y el río de vomito eran imágenes que me fascinaban y horrorizaban.


Es así, que a veces me pongo a pensar en la cantidad de fantasmas que atormentaban mi mente de niña y los enumero: los terrucos, drácula, el demonio, el día del juicio final, la bomba atómica, la nuclear, y ni hablar de los "vivos" que también me daban miedo... A veces pienso que mis obsesiones y fantasmas adultos son falsedades con las que quiero llenar el vacío que me dejaron la "desaparición" del terrorismo, el fin de la guerra fría, el ya no creer en la historia bíblica... Esos temores llenaban tanto mi cabeza que ahora estaría buscando sustitutos. No lo sé...


Pero yo estaba hablando de mis amigos y de lo cariñosos que somos los unos con los otros. Imagínense, ¿cómo no iba a querer ir al colegio a conversar de todos estos temas? Como, pensando en estos temas ¿no me iba a pasar los tres primeros años de la secundaria jugando Ouija con mis amigas y pensando que realmente nos comunicábamos con espíritus superiores? ¿Cómo no quedarme al aire libre con una amiga a los 10 años hablando de Dios y decir que "lo habíamos sentido"? ¿Cómo no irme a un grupo cristiano para encontrar gente que me entendiera a los 13 años? ¿Cómo mi madre no me iba a sacar de los pelos de ahí? ¿Cómo no sentirme rara cuando hablo de la guerra fría y hay "niños" que me dicen que eso fue hace como 20 años? ¿Cómo olvidar el toque de queda y el decidir a los 15 que preferías morir en una discoteca con tus amigas que en tu casa con tus padres? ¿Cómo olvidar las caras inmóviles cuando escuchábamos una explosión y los ojos unos encima de otros diciendo "bomba"? ¿Cómo no recordar las llamadas a las abuelas llorando porque los papás no llegaban de sus reuniones?


¿Cómo pensar que todo ese miedo no se imprimió en nuestros cuerpos?


¿Cómo pensar que "ya pasó"?



¿Cómo no abrazar a un amigo diciéndole: "Te quiero. Cuídate."?

CULPA


Todos tenemos un maestro interior y por consecuencia tenemos también al "metecabe" interior. Nuestro maestro interior sabe exactamente lo que tiene que hacer. A él (ella), no le dan ataques de pánico, no entra en caos... Ella sólo se queda ahí esperando tranquila (voy a hablar en femenino) a que la "metecabe" se calle la boca para poder entrar en acción. La cuestión es que la "metecabe" tiene mucho poder y está tan presente (es más gritona y hasta más atractiva a veces) que creemos fervientemente que "esa" somos nosotras. Así que la maestra interior se queda callada y espera a que una finalmente haga aquello que ya "intuía" desde hace miles de años. Dicen muchos filósofos que Dios, el Logos o como queramos llamarle está dentro de uno. Todos sabemos la verdad de las cosas.



Muchos de nosotros vivimos con cantidades insuperables de bulla alrededor. Trabajamos, después "necesitamos" un trago y muchas veces decimos que "necesitamos hablar huevadas" porque la vida es muy pesada. Mmmmm... Tengo que decir que los momentos más felices de mi vida los he pasado cuando más cerca estaba de mi maestra y menos escuchaba a la loca que quería tomar ron de pico y caer a la cama inconciente después de haber sido "absolutamente feliz". Uno entra en el camino y se vuelve a salir constantemente. Hay personas que no y las admiro profundamente. Siempre me pregunto, porque si a veces se perfectamente lo que tengo que hacer, no lo hago. ¿Por qué es tan difícil ser buena con una misma?



La primera palabra que se me viene a la mente es CULPA. Adquirimos culpa desde niños. Pequeñas culpas, grandes culpas. Culpas que no son nuestras y que administramos como nuestras. Nunca me ha gustado la palabra culpa. No es bonita ni como sonido.



Según el diccionario de la real academia de la lengua española, la culpa es sentirse causante de algo, o ser artífice de una acción u omisión que provoca un sentimiento de responsabilidad ante algo. Claro, lo jodido de la culpa es que nisiquiera tienes que hacer algo para sentirla. También la puedes sentir por omisión. Claro.



La culpa tampoco se siente por algo que le hayas hecho o hayas dejado de hacer a otros. La culpa es también con una misma, cuando haces algo que no necesariamente tiene efecto en los demás o cuando no haces algo por tí. Ahí están la culpa del maltrato, de la juerga, de no trabajar lo suficiente, de la flojera... Las infinitas culpas.



Mucha gente le echa la culpa a la religión católica por ser tan "culposa". Puede ser que nuestra cultura sea en extremo culposa sí. Pero llega un punto en el que uno tiene que decidir. Decir "basta de culpas" lo cual no es nada fácil. No es complicado decirlo, pero la culpa es un virus que carcome sin que te des cuenta. Puedes pasarte años maltratandote sin saber porqué y luego tu analista te dices que en realidad lo que sucede es que te sientes culpable y tu lo miras con cara de interrogante y le preguntas: "¿¿¿Pero de qué???"



Claro, como lo vas a saber. Uno normalmente no se da cuenta del momento en el que se generan las culpas. Ellas se generan solitas, sin aviso y se imprimen en los órganos del cuerpo. ¿Cuál es la solución? Vivir sin culpas claro.



Hay hechos de los que somos responsables y otros de los que no. Es importante reconocer aquellos de los que somos responsables y saber pedir perdón ante uno mismo y ante los demás. Hay que entender que existen sucesos en los que no pudimos ayudar, en los que simplemente nos fue imposible. Hay que saber perdonarnos (qué difícil). Si no nos perdonamos nosotros...¿Quién lo haría?



La "metecabe" está llena de culpas. Siente que no te mereces ser feliz, que no mereces triunfar, que no eres digna del cariño de nadie. La maestra sabe que eres un ser de luz, que "estás hecha de polvo de estrellas" (como me gusta esa frase) y que para tener algo simplemente tienes que solicitarlo al universo. Pero andamos escuchando a la "metecabe", a la pesada, a la que se ríe todo el tiempo, a la sarcástica, a la que olvida, a la que compite, a la que no se da cuenta de que el momento es la eternidad. Y lo más alucinante es que ella misma, la "metecabe" luego te hace sentir culpa porque la escuchas. Es, como diría mi madre, "una terrible."



¿Qué hacer? No lo se. Supongo que la respuesta está en el silencio. Shhh...Basta de culpas.

miércoles, 24 de octubre de 2007

Una matineada



Ayer me matinée. Después de mucho tiempo decidí irme al cine sola a ver una de esas pelis "de llorar" que no es como una "de reír", conmigo, mis kleenex y una caja de lentejas de chocolate. Es uno de mis placeres favoritos y así he tenido experiencias inolvidables con Isabelle Huppert, Adrien Brody, Kate Winslet... mis amigos de la pantalla gigante.


Debo decir, que lo que más me gusta en la vida a parte de la acupuntura, la mejilla acolchadita de mi ahijado y ciertos olores es sentarme en una butaca de cine y esperar el regalo de dos horas de desconexión absoluta con el universo exterior.


Soy llorona de nacimiento y cuando voy a ver una peli "de llorar" pues ya saben lo que sucede.
Lloro sin ningún tapujo incluso cuando no estoy sola. Recuerdo cuando fui a ver "Shine" con mi madre y mi hermano y al final no podía parar de llorar y gemia como una loca. Mi pobre madre, aterrada mirando al público que se iba me decía al oído: "Jimena porfavor tranquilizate van a creer que te estoy matando..." Mi hermano porsupuesto, ya había desaparecido.


Creo que el cine es uno de aquellos placeres que me hacen sentir una niña ingenua y sin juicios nuevamente. Por eso me gusta tanto.
Ayer, feliz de la vida y con el mar al lado, fui a comprar mi entrada para entrar a ver esa película con esa actriz que adoro, esa película que estoy segura es "de llorar" esa película que me va a remover los conchos del alma y me va a dejar sorbiéndome los mocos y cuestionando mi vida entera. LA película.


Llego a la taquilla "¿Me da porfavor una entrada para la peli de las 4.30?" "Sí, claro, me dice... y pregunta a continuación:


"¿Sólo una?"


(Ajum, ajum...)


"Sí, sólo una."


Nunca me había percatado de una pregunta así. Pero en ese momento no se porqué tuvo un peso infinito. Cogí mi entradita que en ese momento me olía a solterona, miré lo que me habían cobrado (ya ni me acordaba cuanto costaba el cine) y confundida me dispuse a entrar en un café para hacer tiempo.


Fue en ese café que empecé a escribir este post. El "sólo una" me había dejado, extrañada e incómoda. Al lado tenía a un grupo de contemporáneos hablando de trabajo y agradecí no estar hablando de trabajo en ese momento. Pasaron los minutos y yo estaba embebida en mi relato, en mi café descafeinado con leche descremada y tres splenda y en mis galletitas en forma de flor y sabor a vainilla, cuando se me acerca un señor mayor, bastante mayor, y me pregunta si yo soy la chica de la obra de teatro. Miro al frente y veo el inmenso cartel de la obra en la que estoy trabajando y que exhibe fotos de los actores a tamaño natural. Es esa fracción de segundo que tienes para decidir si vas a ser amable o si vas a mandar a tomar por culo a la humanidad, le sonreí y le dije que sí. Me dijo que la había visto el día anterior y que era estupenda y que él (me dio una tarjeta) era el embajador de un país (que no voy a decir) y que blah blah blah y de pronto ya estaba sentado en mi mesa y las meseras que ya me conocen me miraban y se reían y yo las miraba como diciendo "qué voy a hacer puesss" y reía también porque la situación era bastante simpática.


Me fui al cine y tuve dos horas y media (eso dura la pela casi) plenas y maravillosas de sorbida de mocos y degustación de lentejitas. Me gustó muchísimo y mi Kate Winslet es de lo mejor que existe. Qué fuerza de la naturaleza como diría un amigo.


Cuando me dirigía conduciendo feliz a mi casa recordé al chico de la taquilla y su pregunta: ¿Sólo una?, "Sí solo una", también al señor que se me acercó en el café y me hizo reír, recordé la película y la incesante búsqueda de felicidad de los protagonistas...Me di cuenta de que estaba sola. Me di cuenta de que por eso me largué al cine con mis kleenex y mis lentejas, noté que me había metido a un café a tomar mi descafeinado descremado con tres splendas y había permitido que un señor mayor me hablara, había escrito, había llorado, había reído y ahora sonreía al recordarlo todo. ¿Sola? Sí, sola.


Disfruté el momento, la musiquita y mi conducir por la ciudad. Pensé en el amor y en mi futuro. Tuve la certeza de mi felicidad y deseándolo con mucha fuerza pedí: "No llegues todavía. Un poquito más. Un tiempito más de esta dulce y feliz soledad."

martes, 23 de octubre de 2007

DISTORSIONES Y MENTIRAS


Aquí va una primaria e incompleta lista de "Distorsiones y Mentiras", muy influenciada lógicamente por el video-gurú de mi último mes: "Wear Sunscreen".

DISTORSIONES Y MENTIRAS

1.Emocionarnos porque el novio nos celó. "Ahora sí estás segura de que te ama".

2.Si algún amigo no nos saluda efusivamente es porque algo le pasa "contigo".

3.Creer que hay cosas que sólo le pasan a "otros".

4.Ponerse linda para salir una noche y decir: "Yo me pongo guapa para mis amigas"

5.Decir: "Como me pone su tatuaje y esa cicatriz en el ojo izquierdo..."

6.Dejar de hacer lo que más te gusta para "la próxima vez".

7.Decir que no te importa actuar aunque la sala esté vacía. "Un espectador basta."

8.Pensar a los 30 que tus padres tienen la culpa de todo.

9.Coquetear con un chico y luego indignarse porque no te llamó.

10.Tildarlo de imbécil si te lo encuentras y con las justas te saluda.

11.Intentar analizar un problema bebiéndote una botella de vino.

12.Tragar torta de chocolate a discreción con la excusa de que "mañana empiezo dieta".

13.No atreverte a ir a la playa porque te sientes gorda.

14.Contarte las arrugas en el espejo.

15.Pensar que una siempre "la caga".

16.Decir frente al espejo "Eres una cojuda".

17.Burlarse de una misma en público.

18.Hablar mal de una mujer sólo porque es bonita.

19.Tildarla de bruta sólo porque tiene buenas tetas.

20.Envidiar a la persona que tiene el puesto que tú rechazaste.

21.Envidiar.

22.Sentirse protegida por salir con un "malogrado".

23.Gritarle con odio a tu chico: "¡¡¡Dime que me amaaasss

24.Odiarlo más porque no te lo dijo en ese momento.

25.Pensar que no te ama lo suficiente cuando decide quedarse callado ante tu odio y se va.

26.Necesitar que tus padres cambien.

27.Pensar que tus épocas pasadas fueron mejores.

28. Pensar que "no vas a salir de esta".

29. Creer que tus viejos no se van a morir nunca.

30. Creer que lo que te está pasando es lo "peor que te puede pasar".

31.Querer tener 20 de nuevo.

32.Creer que los otros la tienen más facil que uno.

33.Creer que las cosas hubieran sido más fáciles si tus padres hubieran sido psicólogos en vez de ingenieros.

34.Envidiar a la que "solucionó su vida".

35.Creer que alguien ha "solucionado su vida".

36.Levantarte por las mañanas tocándote la barriga para ver si creció.

37.Levantarte por las mañanas tocándote la barriga para ver si bajó.

38.Creer que mañana no van a importar los problemas que tienes antes de meterte "el juergón".

39.Comprar Ritaline para estudiar porque no tienes poder de concentración.

40.No poder estudiar sin Ritaline.

41.Odiar la luz de un ascensor porque te hace ver más vieja.

42.Odiar que opinen sobre tu vida e irla ventilando por ahí.

43.Llamar por teléfono a la huevona que odias sólo para escuchar su voz.

44.Odiar a una huevona.

45.Que te de roche bailar.

46.Rajar de alguien que baila.

47.Mirarte al espejo y hacerte la que tiene arcadas.

48.Vomitar la comida.

49.No comer.

50.Creer que un domingo en cama comiendo panetón y viendo Fashion TV te va a hacer bien.

Esteban

Ayer, 22 de octubre fue el cumpleaños número 29 de mi hermano Esteban que tiene síndrome de down. Es alucinante verlo tan grande, aunque eso quiera decir que es alucinante verme a mí también tan grande. Sólo nos llevamos un año, así que siempre hemos sido "igual de grandes".



Después de 10 años de verlo pocas veces y pelearme con él millones, he vivido con él en el último año y he aprendido a conocerlo, entenderlo, alucinarlo y ahora, pues me muero por él. Eso no quiere decir que antes no muriera por él, siempre me ha pasado, pero antes aparte del amor inmenso existían unos celos rabiosos que hacían alucinar a mis hermanos mayores que intentaban hacerme entender que Esteban tenía síndrome de Down y que por eso le hacían más caso que a mí. Pero...¿quién le explica eso a mi niña de un año que vio nacer a un hermanito por el que de pronto todo el mundo dejó de hacerle caso? Es un rollo que recién resolví hace poco y lo resolví con él no con los demás.



Según he trabajado en terapia, le tengo celos a mi hermana, a mi hermano, y a partir de ahí, a todo el mundo. A mi hermana porque creo que mi papá la quería más, a mi hermano porque creo que el mundo entero lo quería más. Es de ahí que viene mi predisposición a los celos y la posesión. Rollo... solucionable por demás, pero me ha hecho sufrir como la mierda. Cuando lo descubrí estaba con una psicoanalista argentina en Madrid, le conté la rabia que me daba que a mi hermano le hicieran caso y yo me la pasaba tratando de llamar la atención y decía siempre: "Como me gustaría ser down" y mi psico me miró y me dijo: "Mirá Jimena, desde cuándo vienen tus celos" Siempre supe que mis celos con mis novios eran sólo "la punta del iceberg" pero no sabía que el origen estaba tan lejos.

Mi hermano que ayer cumplió 29 años es mi compañero, mi consejero, mi modelo a seguir. Es un hombre feliz y de eso no hay duda alguna. ¿Crees que tu hermano con síndrome de down sufre? Mejor analiza si la que sufre por él eres tú. Una mañana tuve una pelea con mi madre de esas de casi siempre. Cuando ella se fue, mi hermano se sentó frente a mi y me dijo: "Jimena, tú debes controlar tus emociones con mi mamá. No debes molestarte. Debes respirar, meditar. Estar tranquila." A mí se me volteó el mundo porque eso es justamente lo que yo busco en la vida. Tranquilidad, meditación, respiración... Mi hermano hace Kung-Fu hace más de 10 años y creo que nadie nunca le ha dado la real importancia a esto. Pero al parecer esta disciplina junto a su propio caracter le está dando aquello que todos buscamos: la paz. El estado zen. Mi hermano es lo máximo. Es mi maestro. Siempre he buscado maestros en el exterior y nunca me había dado cuenta de que lo tenía en frente. Es tranquilo y así vive la vida. No es rabioso, no es triste, no es demasiado alegre tampoco. Simplemente es. Me muero por él.

lunes, 22 de octubre de 2007

Yo quiero tener un millón de amigos


Siempre he alucinado con las personas que le caen bien a todo el mundo. Existen seres humanos de los que nadie nunca habla mal, que sólo reciben elogios... Ahora que lo escribo, me parece imposible, pero en mi cerebro a veces "borderline", eso existe.

Cuando era adolecente alucinaba con mi amiga S. Ella era la típica chica linda que daba los consejos más alucinantes y a la que todos, hombres y mujeres, siempre acudíamos. De hecho, estudió psicología y la última vez que la vi me observó de arriba a abajo y escudriñándome me preguntó: "¿Cómo estás?". Detesto cuando los psicólogos hacen eso. Todos la querían. Yo también claro, aunque a veces debo confesarlo, la envidiaba locamente. Supongo que muchos escondíamos este obscuro sentimiento hacia ella, aunque por fuera pareciera que la adorábamos.

Yo no he sido considerada en la adolecencia por ser "la más buena gente". De hecho, tuve una época en la que un amigo me decía: "Ahí viene Jimena, la rajona". Y sí, era rajona pero ni siquiera de las caletas sino de las que rajaban en la cara de la chica, las obvias, las ... ¿Por qué no?... SINCERAS. Así, claro, me gané varios roches y enemigos. También alguna vez ese mismo amigo me dijo: "Jimena hipócrita" y eso sí me dolió. Aceptaba ser rajona pero luego nunca andaba poniéndole cara bonita a mis afectados, así que...¿Cómo que hipócrita...?

Un año nuevo, hice mi lista de objetivos para el siguiente año. Entre ellos, estudiar más, reducir las medidas de mi gran culo, dejar de beber y de fumar como una salvaje, y entre todos estos estaba "ser la mejor amiga de todo el mundo". Ja, ja, ja. Debo decir que ninguno de los objetivos fue cumplido.

Ahora después de 15 o más años, sigo sin ser reconocida por ser "la buena gente", aunque sigo deseándolo. ¿Quien no quiere ser querido? Mis amigos me quieren como soy y se dan cuenta de mis intentos por ser amable. Lo peor, es eso, que se me nota demasiado. Cuando respondo el teléfono, cuando pido un favor, cuando miro a un niño, mi voz cambia y se vuelve "falsamente dulce". Mis amigos me miran y se ríen. Yo me miro y me río. Sólo espero que mi falsa dulzura no sea reconocible también del otro lado del teléfono. Pero creo que sí y eso es lo peor. Soy de las que se pelea siempre con las recepcionistas, guachimanes, policías, cuidadores de carro, taxistas, vendedoras... cualquier persona que me pueda dar un servicio es probable que termine peleado conmigo. Cualquier inflexión en su voz, una desatención, una no mirada, puede despertar en mi al nazi del servicio que llevo dentro. Tengo como un subsuelo de decepción con el servicio en general, pero "me viene hay días" en los que no me apetece pelearme con nadie y entro al establecimiento con mi dulce voz de la que mis amigos se burlan. La sigo usando a pesar de no recibir el efecto deseado porque hasta ahora no descubro otra estrategia para calmar al león inspector del servicio que llevo dentro. Al parecer, según mis últimas conclusiones, mi dulce voz está llena de violencia. ¿Por qué, me pregunto, esa voz no genera que la vendedora, el guachi, el taxista se derritan a mis pies? ¿Por qué? Y me respondo: Porque ese timbre que dice:"Hola qué tal? Perdona tú crees que me puedas averigüar si..." Está diciendo en realidad: "Mira cojudo. Estoy harta de tener que tratar con gente de mierda como tú, pero estoy haciendo un esfuerzo ¿sabes? Así que me tratas bien o te tiro un lapo..." Qué violencia.

Es violenta pero es la conclusión. Nunca he sido buena para mentir. Siempre se me ha notado demasiado. Nunca he podido ser hipócrita porque no saludo bien a la gente que no me cae bien. Un teacher que tengo que es estratega de marketing me diría que es la peor estrategia para mi trabajo y yo estaría de acuerdo con él. Pero ¿qué puedo hacer? El único pensamiento que me está sirviendo para no ser tan "borde" es: "Mira, esto no importa, este segundo es cualquier cosa en el marco de la eternidad. O sea, BASTA, no te molestes porque todos nos vamos a morir y no vale la pena ya?". Y me calmo.

Si alguno tiene una recomendación o consejo se lo agradecería. Ser tan borde a veces no le hace bien a mi carrera... Ni a mi piel.

viernes, 19 de octubre de 2007

Look and cry

Esto es hermoso...


http://www.youtube.com/watch?v=DgzHrI61CuM


Si lo pudiéramos recordar cada instante. Si no tuvieramos la posibilidad del olvido... No, tal vez sería demasiado.

Mírenlo. Altamente recomendable.

Mua

jueves, 18 de octubre de 2007

Fuck!


Me he enamorado de un muerto... Maldita sea... Ya les contaré.

Es que tiene el ojo chinito...

miércoles, 17 de octubre de 2007

SMS


Ayer se extravió un mensaje de texto en la vía lactea de las telecomunicaciones y, maldita sea, me llegó a mi. El texto decía así:

"Amor de mi vida te amo mucho quiero estar ahi a tu ladito para estar besamdo tus dulces labios amor quiero q me ames como yo te amo eres mi vida


(Las faltas de puntuación y ortografía son del mensajero, no de la que escribe.)


Llegó ayer (¿debería decir..."me llegó ayer?), pero recién me di cuenta hoy cuando abrí los ojos en esta "fría mañana de Octubre".


Empezaré por decir que no tengo pareja y este es un mensaje de amor.

Empezaré por decir que no tengo pretendiente y este un mensaje de amor.

Empezaré por decir que no salgo normalmente con hombres y este es un mensaje de amor.

Lo leí al despertarme y cerré el celular con cara de "personaje femenino más desdichado y sarcástico de las películas de Hollywood" y dije para mí: "No estoy para bromas". (Debo decir que soné a mujer aburrida de muchos años de edad).


Luego, mientras me preparaba el café, pensé que este mensaje me lo debía de haber mandado una amiga del teatro con la que siempre hago bromas y a la que siempre digo: "Hola mi amolll" (emulando un acento centroamericano) y andamos todo el tiempo diciendo tonterías.

Pensé que seguro se había tomado una chela y había pensado en mí y este mensaje en realidad, lo tenía que leer yo con acento centroamericano y reírme. También pensé que eso era muy cruel de su parte. Esas bromas son de cuidado si no las aclaras después... Por otro lado, el número del remitente no correspondía al suyo.

Entonces, mientras le echaba miel a mi café, pensé que este amoroso mensaje, en realidad era un huerfanito perdido de la guerra de las comunicaciones que se había extraviado en la maraña de números y cables y había llegado a mí en vez de a la persona que debía recibirlo y me dio un poquito de pena.


Volví a leer el mensaje: "Amor de mi vida...ladito...dulces labios..." Sonreí. No había absolutamente nada particular en este mensaje salvo la palabra "ladito". Todo lo demás podría haber sido escrito por cualquier novio del mundo para cualquier novia del mundo. Expresiones como "amor de mi vida", "dulces labios", "te amo mucho", bueno, son bastante conocidas.

"Olvidé" el mensaje aunque le contaba a toda persona con la que me topaba: "Oye, mira lo que me llegó anoche..." Almorcé con unos buenos amigos y le enseñé a uno el mensaje riéndome. Se río también y me dijo: "Se habrán hueveado pues..." Y yo dije: "No, claro, si eso pensé" Y me preguntó: "¿Entonces para qué lo guardas?"


Tuve que tragar saliva. Tampoco lo estaba "guardando", simplemente "no lo había eliminado"... Nos reímos mucho del asunto pero yo, no tanto en realidad.


He recibido mensajes así en mi vida. Mis novios siempre han sido de ese tipo de chicos que expresan su amor de diferentes formas y he estado habituada a recibir este tipo de mensajes y a enviarlos. A veces he recibido mensajes tan bonitos que los he guardado por largo tiempo y luego al no poder guardarlos más los he transcrito a mi diario para no olvidarlos. Pensé en eso y entendí porqué no había borrado el mensaje y porqué encontraba cualquier ocasión para hablar de él. Qué gracioso, pensé... qué graciosa. Pero también... qué dulce.


Yo también soy de expresar mi amor loco a través de mensajes, mails, teléfonos y etc (¿sino pa qué las comunicaciones?). De hecho, tenía un novio con el que competíamos por ver quien mandaba los mensajes más poéticos (o sucios)... en fin. Así que medité un ratito y dije para mí: "Yo también te amo mucho mi vida quiero que estés a mi ladito para darte besos en tu dulce boca..."

martes, 16 de octubre de 2007

La familia de mi madre


Siempre he pensado que si tuviera que pertenecer genéticamente a una familia sería a la de mi madre más que a la de mi padre. Por otro lado, siempre he pensado que me parezco increíblemente a mi padre, pero no tanto a su familia. Mi madre y su familia son personas de nariz grande y piel delgada, de ojo naranja, cuerpo de pera y diente de tabaco. Se ven sólo una vez al año: en Navidad y por esta razón mi padre decía que no tenían oportunidad de pelearse y que por eso se querían tanto. Yo pienso que así se vieran más se querrían igual y no se pelearían nunca. La familia de mi madre es lo que yo llamaría una familia "desahuevada". Son todos descendientes de italianos y por eso, creo yo, hablan gritando, ríen a carcajadas, muchos son comunistas y recitan a Lorca con lágrimas en los ojos. Apasionados ellos, siempre me hicieron querer pertenecer a su estirpe.



La rutina de las navidades era hasta hace 5 años, la siguiente: Nos juntábamos un año en mi casa y un año en casa de la tía Lucha, los tíos llegaban con regalos sólo para sus ahijados y viceversa. Por ley, nadie más regalaba a nadie. Eramos demasiados primos, demasiados tíos y poca plata, así que que no joda nadie. Mi madre que es más o menos el espíritu de la navidad (gracias a ella a mí nunca me puso triste esa fecha, ni cuando vivía sola en España), pone una corona de eucalipto que ella misma hace y su aclamada torta pascualina en forma de árbol de navidad y decorada con verde y grageas que ya es un clásico de los clásicos. También hay panetón, sanguchitos de pavo, galleticas de jengibre y trago, porsupuesto. La casa se empieza a llenar de humo. La familia de mi madre fuma muchísimo y no aprenden la lección ni con los padres muertos de enfisema. Yo tampoco, dicho sea de paso. El volumen de las conversaciones es alto y las carcajadas múltiples. Mi padre siempre dice que la familia de mi madre no se comunica, sólo gritan unos sobre otros pero en realidad, nadie escucha a nadie. Por eso no se pelean, dice.



Cuando el amor por la vida estaba en su clímax, mi madre, con los codos sobre la mesa empezaba a recitar a Lorca: "Antonio Torres Heredia, hijo y nieto de Camborio... con una vara de mimbre va a Sevilla a ver los toros..." Eso y dos párrafos más es lo único que me llegué a aprender y siempre los miraba extasiada prometiéndome que para la próxima navidad me sabría el poema entero para recitarlo con ellos. Mi hermana sí se los sabía todos y además escribía también poesía, así que después de Lorca venía ella con su cuaderno y leía sus poemas ante la mirada extasiada de la familia. Después de Lorca y mi hermana, venía el canto típico de las navidades: "Que culpa tiene el tomate... de estar prendido en la mata... que culpa tiene el tomate... de estar prendido en la mata... si viene un hijo de puta y lo mete en una lata y lo manda pa Caracas..." Me fascinaba esa canción. Esa sí que me la aprendí. Sobre todo la parte de "hijo de puta" que se cantaba a gritos y con las miradas clavadas en el ojo del compañero.


La familia de mi madre siempre fue algo así como una tribu con sus propias reglas, opiniones, diversiones y tradiciones. De esa familia salieron varios poetas, ingenieros, músicos, locos, y bueno, una actriz por el momento.


Mi padre, los quiere muchísimo pero a él siempre le han parecido raros, porque no se pelean, no se meten en la vida del otro ni se llaman más que para navidad. Por eso se quieren, claro. Mi madre, para refutar esta afirmación dice que cuando eran niños su sabia madre (mi abuela) los metía a todos (son cinco) en un cuarto para que se sacaran los ojos, se jalaran los pelos y se dijeran "ladelaverde", como dice ella. Por eso, de mayores ya estaban aburridos de pelearse y ya no tenían nada que echarse en cara. Así que aunque se vieran más seguido, no se pelearían. Ellos, ya pasaron por eso... Sabiamente, hace años...

lunes, 15 de octubre de 2007

Mi marido


Una canción, un roce de manos y piernas y de pronto ya estaba contra una pared besando a un desconocido. A mi todo me daba risa porque había bebido vino y no tenía idea de quien era este joven que me besaba y a quien yo pedía cosas como "bésame el cuello" y él lo hacía y también me pedía y yo volvía a pedir pasándonos minutos y horas entre "hazme esto" y "hazme el otro" y le golpeaba el hombro por momentos como preguntando "y tú quien eres" y el sonreía y me jalaba el pelo despacito.


En un abrazo logré encuadrar mi mirada y lo miré a los ojos. Tenía esos ojos achinados que tanto me gustan. Chino como yo. Ahí dije nuevamente, "es mi hermano" y junté mi vientre al de él en un abrazo fuerte, ancestral, de ombligo y decidí quererlo.


Sonreíamos al mirarnos y yo me preguntaba si el sentía también esa conexión de antaño y ja, ja, ja, me reía y pensaba "tu siempre queriendo encontrar amor en pendejadas nocturnas" y ja, ja, ja, decía no importa porque huele a calientito, a siesta de tarde en invierno, qué rico.


Decido jugar un juego solitario. Es un juego de niña sola, de vestido rosa y juego de té. Te miro y empiezo a imaginar que eres mi marido, mi hombre, el padre de mi hermosa hija de ojos rasgados que está durmiendo en casa. Llevamos años juntos pero nos deseamos tanto que me besas como un loco contra la pared roja de la casa de la fiesta. Te miro y soy feliz porque eres el hombre de mis sueños con el que estoy tanto tiempo y te amo cuando te miro porque me gustas un montón y me río porque por momentos creo que estoy loca, pero no, he decidido quererte esta noche sea quien seas y tú a lo mejor te preguntes porqué esta chica a quien no conoces te mira con tanta ternura y yo me río y no me importa porque estoy siendo feliz al ver mi futuro a través de tus ojos chinos que no conozco y porque mañana me quiero despertar linda, rebosante de endorfinas y comer chocolates llena de placer en vez de tomar una pepa para olvidar.


Te tengo confianza y no te conozco. Te he creado una identidad. Eres mi guapo marido, mi hombre, el padre de mi hija y sigues besándome contra la pared y yo te digo "Qué rico" y tú sonríes y pienso en lo que haremos cuando lleguemos a nuestra casa y me arranques el vestido de fiesta y el moño aunque esté con jean y zapatillas. Me siento revuelta de endorfinas y no sabes cuanto te agradezco los besos aunque tú no lo entenderías.


Me estás volviendo loco, me dices, y lo siento pero no me importa. Pides más piel que no estoy dispuesta a darte porque soy conciente de que mi juego de vestidito rosa lo termino yo y la verdad, amor mío, tengo sueño y estoy muy ebria. Hemos tomado tanto vino tinto y pisco. ¿Vamos a casa? Desaparezco sin dejar rastro, no me despido de ti y me voy al lado de mi hombre, de mi marido, de mi olor a casa.


Me despierto al día siguiente feliz y con los pelos revueltos. Sólo yo se lo bella que puedo estar esta mañana. Me miro al espejo y estoy linda. Mi piel, mis ojos, mis labios... Llamo a mi mejor amigo y salgo con él a tomar un inmenso café con chocolate y crema chantilly junto al mar. Reímos mucho porque yo sigo un poco ebria y le cuento con una mirada coqueta que besé a un desconocido. El se ríe y se pone contento porque ve mi ojo brillar como hace mucho no lo veía. No le hablo de mi juego nocturno. No le cuento que estuve con mi marido. Esos son juegos secretos que juegan las niñas de vestido rosa. De pielcita suave y ojo chinito. Pienso en lo hermoso que será recordarte cuando te conozca y sonrio solita con mi chocolate en la boca. Qué rico.

domingo, 14 de octubre de 2007

La edad de la razón

Tuve una época en la que decía que era tímida. La verdad es que hasta ahora no se si soy tímida o no. En realidad, creo que no. Mis amigos se reirían y dirían que no lo soy. Pero son mis amigos y no me conocen tanto como yo. ¿O sí? Creo que no soy tímida porque alguna vez he conocido a algún tímido y creo no ser así.

Lo que sí he hecho alguna vez es escudarme en una supuesta timidez para esconder la mala leche que podía tener con la gente que no conocía. Si alguna vez alguien les decía a mis amigos que yo era antipática, ellos me defendian diciendo que "era tímida". Pero no, no era tímida, era antipática y a veces puedo serlo y mucho. Las cosas como son.

De niña era cruel y salvaje como muchos niños. Pero eso sí, culposa. Recuerdo que en primer grado de primaria, tenía una amiguita que tenía identidad propia y eso me molestaba mucho. Era mi mejor amiga y la quería a mi imagen y semejanza así que cada vez que ella no estaba de acuerdo conmigo en algo, yo, le pegaba. Sí, le daba una bofetadilla en una de sus mejillas y me iba indignada esperando que ella volviera loca de amor a pedirme disculpas...Debo haber visto demasiada televisión de niña. Ella, como tenía identidad propia, no me perseguía llorando, ni tampoco respondía a la agresión. Se quedaba mirándome y cogiéndose la mejilla... Supongo ahora que intentando acomodar en su mundo organizado mi reacción o cagándose en todos mis muertos. Luego era lógicamente yo, llena de culpas y tormentos la que regresaba con el rabo entre las piernas a pedir disculpas y a pedirle que volviera a ser mi amiga. Ella siempre me perdonaba y volvíamos a jugar tomadas de la mano.

Cuando fui más grande, ya en la secundaria, tenía otra mejor amiga que también tenía y tiene una potente identidad propia. Yo, creo que no había aprendido nada de mi experiencia anterior así que cada vez que ella no estaba de acuerdo conmigo en algo (ahora si que eran temas más trascendentales), yo mandaba un soberano "Vete a la mierda" tan fuerte como una bofetada y volvía a irme indignadísima (como cuando era una retaca) esperando que ella me retuviera. Pero ella, nunca me retenía... Se quedaba mirándome igual que la pequeña de 10 años antes, confundida o, cagándose en todos mis muertos, quien sabe.

Varias veces mi amiga de la secundaria que hoy tiene mi edad y a pesar de todas mis salvajadas sigue siendo mi mejor amiga (gracias) me dijo: "Tu no puedes ir por la vida mandando a la mierda a la gente..." Y yo no la entendí. Yo podía mandar a la mierda a quien quisiera y si me respondían bien por ellos y si no, pues su problema. Total mandar a la mierda a alguien no era tan grave ¿no?

Cuando era pequeñita, la empleada me llevaba al ballet con mi leotard negro, mis mallas rosas y mi redesilla rosa también. Me encantaba caminar por las calles así. Me sentía importante. Me creía lo máximo por ser bailarina de ballet, después me creí lo máximo por ser actriz... después la vida se encargó de quitarme todos esas "creencias máximas". En fin, una tarde, no recuerdo porqué me dio un berrinche. Sólo me recuerdo a mi misma tirada en el suelo de la calle llorando y gritando. Una señora en el paradero me miró y dijo: "Que niñita tan malcriada". Recuerdo que le grité con toda mi sabiduría de 7 años de edad (mi madre me había mal acostumbrado diciéndome que esa era la edad de la razón) que era una "vieja de mierda, gorda, fea, imbécil, fea, fea, fea, gorda, gorda, gorda", que supongo eran los insultos que un niño en la edad de la razón manejaba en esa época... Lo que recuerdo, a pesar de lo naif de los insultos fue la furia. Estaba poseída, roja y sudaba llorando. Todo se mezclaba. El sudor, las lágrimas, las imágenes, los insultos, la empleada intentando calmarme y yo gritándole. "¡Déjame cochinaaaa!"

Ahora que lo pienso mis insultos más hirientes siguen siendo "fea" y "vete a la mierda". Lo que ha cambiado es que ya no doy bofetadas ni mando a la mierda a mi mejor amiga. Cuando uno crece, aprende con quienes puede molestarse y a quienes "puede insultar" sin ser abandonado. Uno deposita su furia en la madre, el padre, el novio... seres hermosos que son hasta cierto punto "incondicionales"... O en un extraño... Alguien que no existe para nosotros y que se convierte en un depósito de nuestra furia. Nos ha pasado a nosotros también. De cualquiera de las dos maneras uno siempre regresa con el rabo entre las piernas ante los demás y ante uno mismo.

Creo que no soy tímida. Creo que he tenido mucha "mala leche" como dirían los españoles, o un "genio de mierda" como diría mi hermano mayor. Pero creo que he aprendido. No siempre me han perdonado. No siempre he podido volver a jugar con mi amiguita de 6 años ni he tenido una amiga que me diga las cosas en la cara. No todos han sido incondicionales porque lógicamente, todos tienen un límite. Si tuviera que decirle a mi futura hija cuando llega la edad de la razón, le diría que tarde... como a los 30 tal vez... Paciencia y buen humor...

sábado, 13 de octubre de 2007

Yo no veraneo


Ayer un guapo, joven y atlético desconocido me hizo una pregunta que me dejó helada. Era un estudiante de una universidad para quien yo había actuado en un video de fin de curso y a las 5.30 de la tarde este lozano especímen me regresaba en su coche por la costa verde hacia Larcomar y yo alucinaba con el cielo encapotado y gris de Lima, como siempre. Hablaba sobre lo genial que me parecía el paisaje limeño, que era increíble cuando te dabas cuenta de que vivíamos encapotados casi el año entero, del color del mar y blah blah blah...

Llegando a mi lugar de destino, me pregunta con sus músculos y su cutis moreno: "¿Y tú, dónde veraneas?"

Debo confesar que la pregunta me pareció..."Demodé". De otro mundo y de otra época. Se me vinieron imágenes de la serie "Verano azul" de los 80´s, del chavo del ocho en Acapulco, de los españoles de clase media que esperan Agosto para irse a veranear en hordas... Pero yo no estaba en ninguna imagen. La pregunta era extraña. ¿Aquí la gente "veranea"?, me pregunté. Según yo, en verano se chambea y vas a la playa los fines de semana, pero eso no es "veranear"...¿o sí?

Respondí: "Yo no veraneo." Y le di toda una explicación de lo floja que era para coger el coche e ir al sur y que nunca había tenido casa allá y que me cuidaba mucho la piel y que no sé... casi siempre estaba trabajando en verano, lo cual además es cierto.

Pero el guapetón me había dejado una interrogante en el cerebro así que hoy por la mañana esperé impaciente a que mi madre despertara y me le acerqué con esta pregunta: "Mamá, porqué nosotros no veraneábamos?" Y me respondió: "Porque a tu papá no le gustaba la playa." La miré recelosa. Tendría que haber admitido que a ella tampoco. La he oído hablar pésimo de la arena alguna vez.

En verano, cuando eramos pequeños, niños, adolescentes, mis amigos "veraneaban", pero claro, eso era antes, no se porque pensé que de grandes eso no ya no se hacía. Las vacaciones de verano para mí en cambio, no significaban playa, significaban calor en casa, ayuda doméstica y despertarse tan temprano como cuando ibas al colegio. Mi padre, Lord Enrique, tenía la firme convicción de que "dormir idiotizaba", así que igual nos despertábamos a las 7 de la mañana en vacaciones. No le gustaba vernos deambular por la casa sin hacer nada así que nos otorgaba tareas que después remuneraba. Nos estaba creando la "conciencia de trabajo". Para él nada era gratis en esta vida y las vacaciones para un niño o un adolescente eran irrisorias..."Como si estudiar fuera un trabajo", decía y reía... Ja, ja, ja.

Me recuerdo a mí misma alguna vez reclamándole que me pasaba todo el "puto año estudiando para descansar en verano, puta maaadreee" y él mirándome... Se debe haber reído mucho de mi afirmación cuando los que se rajaban el lomo para no descansar en verano eran ellos.

Eso sí, teníamos un jardín enorme y una poza. No una piscina, a mi padre no le gustaban las cojudeces. Era una poza hecha de cemento, con una cascada y una especie de tina (le llamábamos "jacuzzi") alrededor. Lord Enrique es ingeniero así que sus obreros (a los que yo llamaba tíos) la construyeron según sus indicaciones. Y se llamó "La poza". Todo el mundo la conocía con ese nombre y la verdad, nos divertíamos mucho en ella. Hasta le había construído un par de "asientos" en los que muchas veces mi padre y mi madre se sentaron a beber cocktailes como si se tratara de una piscina en el caribe. Nuestro propio paraíso personal. ¿Para qué ibamos a querer la playa?

Yo, era la bailarinita de ballet más púdica del universo y me daba vergüenza andar en traje de baño por el jardín porque los vecinos me podían ver (algunas de las ventanas de los vecinos daban a nuestro jardín). No tenía nada que esconder (no tenía nada en esa época), pero me imagino que en el fondo era muy vanidosa y creía que todos los ojos de todos los vecinos querían estar encima de mí. Supongo. Así, ¿cómo pretendía ir a la playa? Así que bañarme en la poza era correr envuelta en el toallón hasta el borde, dejar el toallón en el jardín, tirarme al agua, quedarme ahí y salir corriendo a envolverme en el toallón. Nada de sol caía a mi piel. Nunca me bronceaba.

La gran confrontación venía en Marzo cuando empezaban las clases. Todo el mundo llegaba morenísimo, todas con sus shorts cortísimos mostrando sus piernas doradísimas, los pelos quemados por el sol, las mejillas peladas y los labios agrietados. Guapísimas. Yo, Blancanieves, llegaba igual sólo que con ropa de verano.

En la época de adolescente fue cuando me empecé a tener que acostumbrar a comentarios del tipo: "Jimena, porque no te sacas las medias blancas...", o el "A que playa vas..." etc. Ja, ja, me reía yo. Tampoco era un pecado no ir a la playa... Aun así mi hermana y yo nos defendimos un poco de los comentarios sobre nuestra "verde palidez", comprando una crema que causaba sensación en los 80´s: "Rayito de sol" y nos embadurnábamos con eso las piernas logrando un tono medio zanahoria. Horrible.

No pues, nunca he veraneado. Ya de grande, mi trabajo tampoco me lo ha permitido. En esos meses casi siempre he estado trabajando y la verdad... soy bastante floja para salir de Lima en mi coche. Este verano lo haré, lo tengo decidido. Saldré de Lima con mis sobrinos (mis cachorros) y me los llevaré a la playa. Me bañaré en el mar y lograré que mis piernas obtengan un tono dorado sin necesidad de echarme "Rayito de sol".

Mi padre sigue sin ir a la playa. Ahora tiene una casita alejada de la civilización circundante en la que tiene un huerto y cría pollos y gallinas. Curiosamente, se volvió a construir algo así como una poza. Es una piscina de mayólicas eso sí, pero no celestes... sino... blancas. Ya saben, a mi padre no le gustan las cojudeces. Tiene también una especie de jacuzzi al lado y zona para niños y adultos. Mucha vegetación alrededor y también nos hemos divertido ahí dentro. La piscina de mayólicas blancas... ¿Para qué ir a la playa entonces?






jueves, 11 de octubre de 2007

Barcelona


Mis años en Barcelona los recuerdo como años dorados, de olor a mar, topless, capoeira y lluvia. Barcelona es colorida, alegre, soleada y tiene un mar verde esmeralda al que Homero llamaba "Ponto color vino". Vivía a tres minutos del mar en un antiguo barrio de pescadores: La Barceloneta. En la esquina a la izquierda y recto (de frente en español), llegaba al malecón que está al nivel del "Ponto color vino". Recuerdo la sensación la primera vez que doblé esa esquina. Iba a ver el Mediterráneo por primera vez en mi vida. Iba de la mano de un hombre maravilloso que se estaba convirtiendo en mi padre y yo lo miraba extasiada. El olor iba cambiando según avanzábamos hasta llegar a media cuadra. Cerré los ojos. Quería escuchar el sonido del Mediterráneo, las aves, el ruido que hacía la gente. Quería que fuera un momento inolvidable... y lo fue. Abrí los ojos y lo que recuerdo es el color. Verde agua. Mar color verde agua como jamás lo había visto. Era invierno pero había gente sentada en la arena, conversando, fumando, tomando una cerveza. Así debería ser Lima dije. Pero Lima no tiene ese cielo azul con sol en invierno... Lástima.


Mi casa era pequeña. Demasiado pequeña. Recuerdo que nos reíamos porque decíamos que en el baño meabas, te lavabas los dientes y te duchabas al mismo tiempo. La cocina era del tamaño de mi closet en Lima y muchas cosas como esa a las que nos fuimos que ir adecuando. Chocarse todo el tiempo para ir de la habitación al baño, no poder cocinar juntos, cambiar de posición una mesa para poder comer... Ahora me parece increíble pero creo que lo primero que compramos fue un televisor.


Mis años en Barcelona fueron los únicos en los que mi piel estuvo dorada. En verano, salía todos los días al Mediterráneo (a tres bloques de casa, "cuadras" en español) y me quedaba en tetas bebiendo sol 20 minutos o media hora. Fue extraña la sensación de hacer topless por primera vez. La sensación de desnudez, de transgresión con una misma...Nadie me miraba pero yo me sentía observada. Por mi misma claro. Hermoso. Luego tornaba a casa y comía fideos. Por la tarde, nos ibamos al cine en el barrio de Gracia y luego a comer pizza y una copa de vino a un lugar cercano que nos parecía lindo y barato. Cuando pienso en las calles de Barna en verano, recuerdo mis vestidos transparentes, mis "chanclas" rojas, minifaldas cortas y sudor en el cuello. Cuando las pienso en invierno, recuerdo mi chalina roja, mi pelo corto, mis botas negras sobre el pantalón y el abrigo negro que perdí.


A veces, caminaba por el malecón de la Barceloneta y veía grupos de gente joven bailando capoeira y tocando batucada. Y yo ahí, con mi inmensa timidez y temor al ridículo, queriendo unirme y él jalándome de la mano para ir a casa a comer, o al cine que se nos hacía tarde. Si volviera a Barna haría un viaje distinto, estoy segura. Eso sí, vestiría la misma cantidad de minifaldas y haría topless siempre. Comería menos fideos y más mariscos, me compraría un mapa para entender el barrio Gótico y no perderme cada vez que iba sin él. Aunque también tenía un encanto especial perderse. Me metería a hacer capoeira con los chicos aunque no fuera tan buena. Al final, qué importa. Tomaría más baños de mar a las 9 de la noche, esa hora maravillosa en la que aun no anochece en verano pero que ya hay luna y el Mediterráneo está calientito. No iría tanto al cine y caminaría más por la ciudad. Fumaría más porros sentada en el Borne y miraría a todos los pastrulos pasar. En realidad, hice todo eso... pero lo haría más.


Me pelearía menos con él. Iría a comprar ropa sola y no gastaría tanto dinero en psicoanálisis. Analizaría menos mis sueños y soñaría más. Lloraría menos, bailaría más. Lo querría tanto por llevarme a Europa. Haría estatuas en Las Ramblas y me tomaría más fotos sonriente. Bebería menos, fumaría más. Comería menos y caminaría más.


Hace un año volví a Barna después de muchísimo tiempo. Volví con otra persona. Era verano y Barna seguía oliendo a mar, a aceituna, a piel dorada. Monté bicicleta por primera vez desde que tenía 13 años, hice topless nuevamente, bailé como loca en una disco, caminé mucho, viví en una azotea en bikini, y expuesta a la mirada de los vecinos que no miran. Tomé cerveza y cava, escuché música hermosa, comí helados, me volví a perder en el Gótico y me hice fotos sonriendo. Cuanto amo esa ciudad.

lunes, 8 de octubre de 2007

Esta tarde te la dedico


Hay tardes, soleadas casi siempre, que decido dedicárselas a él y a sus gafas de botella. Es curioso, 7 años después camino casi todos los días por las mismas calles por donde caminábamos juntos. Me pongo mi almita bien fuerte y empiezo a recordar por el camino de la Av. Pardo nuestros paseos al super y nuestras sentadas en la banca cuando mirábamos al mundo pasar. Sólo eso, mirar al mundo pasar ante nuestros ojos. Cuando terminamos me pase años sin poder probar un plato de fideos. Era nuestra comida favorita. Fideos en salsas varias. Me puse gorda y él también claro.

Un día llegué a casa después de una pelea. El con su altura inmensa había colgado papelitos del techo que decían "Te amo". Nuestra casita era roja y nuestra habitación azul. Colores demasiado intensos para la paz. Ahí creo, nos equivocamos. La casa olía a madre, a sopa de pollo, a óleo (él era pintor), a madera, a recuerdo. Me gustaba llegar a casa. No he vuelto a tener una casa. Llevo 7 años viviendo acomodada en algún lugar. Ya pasará. Cuando tenga mi casa no la pintaré de rojo.

Contigo aprendí a amar a Balthus, a Lucien Freud, a Demian Hirst y tú, el teatro. En la época en que estaba contigo sólo me interesaba tu opinión sobre mi trabajo. Si tu asentías nada más importaba. Si me abrazabas con amor, nada más importaba. Ahora, o me lo creo yo, o nadie me lo hará creer. Es duro, pero así debe ser.

Recibíamos los año nuevo juntos y solos. En el salón rojo que yo decoraba con cintas amarillas y globos sólo para los dos. Comprábamos champagne, vino y queso y bebíamos una copa a las 12 para terminar en la cama locos de amor. Luego pensé que no me divertía a tu lado.

A veces temo olvidar tu cara. No te veo desde hace tanto y eramos tan niños. Se que has cambiado mucho, se que he cambiado mucho. Nos hemos hecho más... hombres... más...duros. Me dijiste alguna vez hace años que ya no entregabas tu alma. Yo sí te dije, pero tan desesperadamente que me la devolvían. Mejor no entregarla.

Tuvimos una cita hace dos años. Te llamé para contarte lo sola que estaba. Supongo que quería que me dijeras lo mismo y así volviéramos a tener nuestra salita roja. Pero la vida no funciona de esa manera. Por lo demás, nos habríamos dejado pronto. Han pasado casi 10 años. Yo ya no tengo 22 y tú ya no entregas el alma. No habría funcionado

sábado, 6 de octubre de 2007

Calla...

Lo conocí en una fiesta de cine. Me había comprado ropa adecuada y podía estar a la altura de las famosillas que pululaban por ahí. El era un actor conocido para el mundo pero desconocido para mí, así que la cosa fue bastante natural. Me lo presentaron y me pareció guapo, natural, sonriente, guapo, niño, raro... Me dijo que pintaba y que quería dibujarme. Yo, ya iba por mi quinto vodka así que le dije casi en una carcajada: "¿¡Qué!? ¿Desnuda?" El, desconcertado, me respondió: "No, pero como quieras..." Primera estúpidez. Le dejé mi teléfono y me invitó a salir poco después. Nos encontramos en la salida del metro de por mi casa. Llegué con unos pantalones verdes campana, inmensos que gracias a dios ya tiré a la basura y lo primero que me dijo fue: "Tus pantalones son inmensos." Los había comprado en una tienda de ropa de segunda. Me habían parecido hermosos aunque después de su comentario, sólo me parecían "inmensos" y demasiado llamativos. El tenía una moto pequeña, vieja, como de juguete. Le había pegado retazos de telas y la había pintado con spray dorado en algunas partes. Vestía siempre de negro y se ponía un sobretodo de cuero negro con el que se le veía realmente fabuloso. Tenía el pelo pintado de rubio y muy corto y una cicatriz en el ojo izquierdo que me volvía loca. Era un ser extraño. Debí salir corriendo, pero me gustan las aventuras.

Extraño en mí, ese día salí sin dinero. Una de las enseñanzas que siempre conservo de mi padre es nunca salir a la calle sin dinero en el bolsillo. Menos con un hombre. "No debes aceptar que te inviten. Después piden algo a cambio." Así hablaba Zaratustra, mi padre.

Esa primera cita fue un mediodía de domingo. Hacía frío pero había sol como casi siempre en Madrid. Ahí aprendí a ponerme ropa de colores, ahí me compré mi pantalón inmenso.

Creo que yo propuse el lugar. Nunca mejor pensado. Un sucio sótano donde vendían la mejor comida china de Madrid. Un lugar en el que se hacía cola para entrar porque sólo habían cinco mesas ocupadas por chinos de verdad que comían comida china de verdad. Supongo que me quise hacer la cool, pero ese lugar no era el indicado ni por asomo para una primera cita. Segunda estúpidez (¿o ya es la tercera?)

Algo en él y en su forma de hablarme me alertaba a gritos diciéndome que no era mi príncipe azul... el comentario sobre mi pantalón verde... su forma de tomar la sopita china... Me empezaba a sentir incómoda. Sola. Extranjera. Pedí un escueto pollo con verduras y él sopa, empanadillas y chancho (cerdo en español). Lo veía comer la sopa y me iban dando ganas de escapar. Mi padre me había enseñado que la sopa no se sorbía ni se hablaba con la boca llena. Mi corazón palpitaba y se preguntaba en qué se había metido. Eso te pasa por salir con desconocidos... me decía a mi misma. Las diferencias culturales... siempre... me repetía.

Pero me gustaba. Era guapo y tenía ese brillo en los ojos que tanto me gusta. Ese brillo de vida que tanto me hacía falta.

El habló casi todo el tiempo. No puedo ni recordar de qué. Yo, no tenía tema de conversación. Me sentía apabullada, estúpida, ignorante y seca. Estaba paralizada. Podría haberle dicho que me iba a casa, que gracias pero que no y todo lo que le diría ahora, tal vez. Pero me gustaba y además me retenía esa fuerza de dignidad estúpida y equivocada que te dice al oído que no debes retirarte del juego antes de tiempo.

Terminamos de comer y me dijo sin ningún reparo: "Seguro que no tienes pasta (dinero en español)." Y yo... pues no... Y pensaba... No es mi príncipe azul.

Salimos a una parque y nos sentamos en el cesped. En una abrupta confesión me dijo que era ciclotímico y yo por decir algo, le dije que también. Había olvidado otra enseñanza de mi padre: "Pon el cerebro en funcionamiento antes de poner la lengua en movimiento". Lo peor del asunto es que en ese momento ni siquiera sabía el significado de la palabra ciclotimia, pero me sonaba a algo que tenía que ver con el estado de ánimo. Así que yo también. Luego averigué el significado: "PSICOSIS MANIACO DEPRESIVA".

Desmenucemos: Psicosis: "Enfermedad mental; Enfermedad mental caracterizada por delirios o alucinaciones, como la esquizofrenia o la paranoia."
Psicosis maniaco-depresiva: "Trastorno afectivo caracterizado por la alternancia de excitación y depresión del ánimo, y en general de todas las funciones orgánicas."
Debo decir que me salté el apartado que decía "Psicosis" y ser ciclotímico se convirtió para mí en cambiar de estado de ánimo varias veces en un día. Entonces... yo también.
En ese tiempo, andaba entre excitada y triste. Me despertaba con taquicardia y con la mandíbula adolorida, tomaba tres cafés y salía a la nada. Por la tarde bebía cerveza para olvidar el día y reía de todo. Necesitaba compañía.
Después de su confesión nos seguimos viendo a pesar de mi adolescente interior que me decía que corriera lejos de ese niño y su moto pintada con spray. Su segunda confesión fue aun más intensa. Me dijo que tenía un amigo imaginario. Yo no sabía si creerle. Me dio ataque de risa porque pensaba que esas cosas sólo sucedían en las películas. ¿Podía yo realmente estar frente a un esquizofrénico?
De hecho su amigo imaginario nos empezó a acompañar y cada vez tomaba más terreno en nuestras conversaciones, en la cama, en las cenas... Un día me lo presentó. Se llamaba "Calla". Nunca le pregunté si con "C" o con "K". El me miraba a los ojos fijamente y luego mirando al aire gritaba: "¡Calla!". Me parecía gracioso que el nombre de su amigo fuera a la vez su identidad y una orden. Cada vez que hablaba con él entonces, en realidad le estaba pidiendo que dejara de hablarle. A veces yo le preguntaba qué le decía Calla y alguna vez me miró a los ojos profundamente y me dijo que Calla le estaba diciendo cosas horribles sobre mí... (to be continued...)

Ojos de vidrio

Nos miramos por última vez y nos dimos un abrazo de absorción. Le dije: "Cuando quieras follar, llámame." Rió con ternura y me dijo: "Eres una loca..." Para mí, eso fue un halago. Estar loca. Siempre loca, interesante, rara, impredecible...extraña. No entendía que el atractivo de la locura se había acabado. A mis 20 la "locura" era un rasgo atractivo. El dolor me hacía interesante y mis ojos revejidos escondían mil secretos. Ahora escondía secretos que ya no quería contar. Mi locura se volvía entonces, inexplicable, intolerable. Miré sus ojos de vidrio. Ventanas verdes de infinito. Amor, locura. Cinco minutos antes, el café con leche de las 6 de la mañana en una cafetería de San Bernardo. Mierda, me tengo que ir a trabajar. No puedo quedarme discutiendo contigo el día entero. Adoraría eso. Te perseguiría a casa aunque no me dejaras entrar. Llamaría a tu puerta hasta que tuvieras lástima de mí y me abrieras. Me quedaría llorando en el portal. Horas... Así no me importa perder el tiempo. El café con leche de la mañana me sabe a silencio. Tú no me quieres mirar y yo sólo intento robarte un beso. ¿Cuántas veces me dices "Basta"? Ya no quieres que ruegue más y me dices una y otra vez: "Déjalo, déjalo." Yo sólo pienso que mis ruegos lograrán algo. "No me dejes", "No me dejes", "No me dejes". Por enécima vez te digo, "todo puede funcionar de nuevo." Pondré más de mi parte, digo, aunque ya no se que otra parte de mi poner para salvar este naufragio. No sabes el dolor. Si sabes. Tú lloras dentro de tu café con leche. Minutos antes, el metro. Te había amenazado para que me acompañaras un rato más. Te había dicho que me suicidaría si no me acompañabas al trabajo. Sólo quería pasar más tiempo contigo. Estaba amaneciendo y todo me daba miedo. Me sentía profundamente sola y extrañé a mi madre, a mi hermana, a mi hermano. Quería que alguien me recogiera del suelo y me dijera que todo iba a estar bien. Pero había decidido estar sola y ser mujer. A la mierda y tiré mi cartera al suelo. Te insulté y te dije que todo lo que me pasara en el futuro sería tu propia culpa. Te vas a arrepentir de dejarme. Y yo por dentro... No me dejes. Pensé que tendríamos hijos y que viviríamos en algún lugar de Europa. Mentira... No estoy preparada para tener hijos ni para amar tus ojos de vidrio. No te asustes, te decía, yo he pasado por esto otras veces. Imbécil. Pobre... y lloraba. El metro está lleno de borrachos. Es sábado y yo me tengo que ir a trabajar en un par de horas. ¿Cuántas horas llevamos discutiendo? ¿Cuánto tiempo llevo llorando? Mi yo lúcido me dice: "Deja de perder el tiempo. Esto terminó." Cállate! No puedo imaginar dormir y despertar sin ti. Esa idea no es posible en este momento. El metro está borracho. En frente, una pareja se besa y ríe. Alguna día, me repito, alguna día funcionará. ¡Mierda! Caigo en la cuenta de que nada nunca me ha funcionado. Nunca he sido una buena mujer para nadie. ¡Mierda! Y minutos antes en la calle... La acera dura. A media cuadra de la casa de mi mejor amigo. Él podría haber escuchado mis gritos y venir a ayudarme. Yo, tirada en la acera gimiendo. El dolor no me deja levantarme. Me duele la barriga y quiero vomitar. Te he pegado, te he gritado y te he amenazado. Ya no hay salvación. Te he perdido absolutamente el respeto. Después de esto, me dices, olvídate de mí. Y yo, arrepentida. ¿Cómo puedo cambiar el mundo en un minuto? ¡Retrocede tiempo! ¡Por favor! ¡Mierda! Ojo de vidrio, mírame a los ojos y dime que puedes estar sin mí. Dime que no me amas. Se me empieza a agotar todo... Las estrategias, la imaginación, la fuerza. Te golpeo. Nunca te había pegado en mi vida. Y tú asustado. Nunca te habían tocado en tu vida. Soy la primera nuevamente, la primera en tu vida. ¿Qué hago ojo de vidrio verde? Estás lleno de estrellas y yo llena de basura. Lo único que quiero ahora es que me arrollé un camión. Acabar con el dolor. Un clavo saca otro clavo. Un dolor saca el dolor anterior. Quiero morir. Es en serio y te culpo por ello. Todo pierde el sentido. Me mareo y minutos antes en casa de mi mejor amigo, mi cuerpo frenético intentando huir después de vomitar la media botella de absenta que había bebido. Música de los 80´s del compañero de piso de mi mejor amigo que es chileno. Es una noche que combina ambiente limeño, locura, cuerpo, tetas grandes de mi mejor amiga. Y yo, en el baño y ella llorando conmigo y dándome de cachetadas. Controlando lo incontrolable. La odio en ese momento y se lo digo. Le grito: "Puta, deja de seducir a mi novio." Ojo de vidrio no entendió nada, aunque ya me conocía. Se escondió en la cocina temblando y decidió que no iba a suicidarse conmigo. Ahí fue. Salí del baño y vi un alfiler temblando como un niño ante un monstruo. ¿Llevamos un año y recién te das cuenta? Estoy aterrada de mi misma. Nunca había asustado tanto a nadie. Me siento un monstruo. Crezco. Mi volumen es inmenso y mis pies pesan. Abrazo a mi mejor amigo que me dice que respire. Abrazo a mi amiga tetona que me centra en sus ojos y me ruega que no pierda a ojo de vidrio. Salgo de la casa más calmada. Ojo de vidrio me mira y yo... No puedo evitar gritar...

jueves, 4 de octubre de 2007

Piel de leche

He decidido llamarlo "piel de leche". Tiene la piel blanca y los ojos de toffee. Me mira y me obliga a entender que no puede darme más de lo que me da. Yo lo quiero. Unimos nuestros ombligos un día. Maldito piel de leche. No pasa siempre que quiera unir mi ombligo a otro. No sucede siempre que sienta que somos hermanos de antes, de otra civilización, de otro tiempo... Es por eso que creo que todos mis novios han sido en alguna otra época y otro lugar, mis hermanos... o mi madre... Siento con algunos seres esa conexión umbilical que me hace juntar mi cuerpo al suyo, que me hace juntar mi vientre al de piel de leche. Me encantaba su color. Aun más blanco que el mío. Nada sexy. Piel acolchada, suave y blanca. Mano de niño y ojo de toffee. Pelo amarillo y seco. Nada peor. Aunque te ame, deseo una hija trigueña y de ojos oscuros, le decía. No quiero que la molesten en el colegio por ser tan blanca. A mí tampoco me gusta tener la piel de una muerta.

Un día caminé frente a ti sin ropa. No me es fácil hacer algo así. Me dijiste que a pesar de mi edad todo seguía en su lugar. Gracias piel de leche, dije, tú siempre...un caballero. Me pedías un beso y yo te lo daba, me pedías un abrazo y yo te adoraba. Estábamos tan necesitados de afecto... Me habría gustado seguir riendo de tonterías a tu lado, aunque...no lo sé... creo que nos burlábamos demasiado del mundo. A veces, te decía, siento que toda esta burla nos caerá encima como una maldición. Tú te reías con tus dientes gordos de veinteañero. Si algo hubiera funcionado, no habría sido por mucho tiempo. Nos habríamos encerrado a olernos las pieles blanquísimas y a mordernos la boca. Nos habríamos jalado los pelos de paja y habríamos jugado a las danzas exóticas hasta hartarnos. Después, habrías extrañado tu vida. Y yo, un hombre.

Un día hicimos un pacto. Decidimos que eramos hermanos. Qué rico, dijiste, nunca tuve una hermana que estuviera tan buena. Gracias piel de leche, tú siempre... Y yo necesitando siempre... Me enseñaron de niña que a un hermano no se lo daña, que a un hermano no se lo traiciona, que todo, todo se le dice en la cara, o no se le dice jamás y se olvida para siempre. No hay secretos para mis hermanos. El pacto era importante. Fue un pacto de leche. Un pacto de ombligo. De esos pactos que sólo se hacen en la adolescencia con la mejor amiga: "Mientras nos tengamos la una a la otra no nos suicidaremos..." Me pregunto ¿Dónde quedan todos esos pactos? ¿Por qué ya no me importan? ¿Por qué me importa tanto ahora?

Piel de leche desapareció. Desde su partida no he podido volver a mirar otro ombligo. Supongo que saldré de ahí. No es la primera vez, me repito cada vez que recuerdo su mejilla llena de pecas y su oreja suave. Piel de leche se ha convertido para mí en partes separadas que me llenan de amor y de nostalgia. Es mejor me digo, recordarlo así, en partes, en extremidades, en órganos. Es mejor me digo, así lo deshumanizo y lo convierto en brillo, estrella, textura, color, en algo que me acompaña...y no en alguien que se fue.