jueves, 4 de octubre de 2007

Piel de leche

He decidido llamarlo "piel de leche". Tiene la piel blanca y los ojos de toffee. Me mira y me obliga a entender que no puede darme más de lo que me da. Yo lo quiero. Unimos nuestros ombligos un día. Maldito piel de leche. No pasa siempre que quiera unir mi ombligo a otro. No sucede siempre que sienta que somos hermanos de antes, de otra civilización, de otro tiempo... Es por eso que creo que todos mis novios han sido en alguna otra época y otro lugar, mis hermanos... o mi madre... Siento con algunos seres esa conexión umbilical que me hace juntar mi cuerpo al suyo, que me hace juntar mi vientre al de piel de leche. Me encantaba su color. Aun más blanco que el mío. Nada sexy. Piel acolchada, suave y blanca. Mano de niño y ojo de toffee. Pelo amarillo y seco. Nada peor. Aunque te ame, deseo una hija trigueña y de ojos oscuros, le decía. No quiero que la molesten en el colegio por ser tan blanca. A mí tampoco me gusta tener la piel de una muerta.

Un día caminé frente a ti sin ropa. No me es fácil hacer algo así. Me dijiste que a pesar de mi edad todo seguía en su lugar. Gracias piel de leche, dije, tú siempre...un caballero. Me pedías un beso y yo te lo daba, me pedías un abrazo y yo te adoraba. Estábamos tan necesitados de afecto... Me habría gustado seguir riendo de tonterías a tu lado, aunque...no lo sé... creo que nos burlábamos demasiado del mundo. A veces, te decía, siento que toda esta burla nos caerá encima como una maldición. Tú te reías con tus dientes gordos de veinteañero. Si algo hubiera funcionado, no habría sido por mucho tiempo. Nos habríamos encerrado a olernos las pieles blanquísimas y a mordernos la boca. Nos habríamos jalado los pelos de paja y habríamos jugado a las danzas exóticas hasta hartarnos. Después, habrías extrañado tu vida. Y yo, un hombre.

Un día hicimos un pacto. Decidimos que eramos hermanos. Qué rico, dijiste, nunca tuve una hermana que estuviera tan buena. Gracias piel de leche, tú siempre... Y yo necesitando siempre... Me enseñaron de niña que a un hermano no se lo daña, que a un hermano no se lo traiciona, que todo, todo se le dice en la cara, o no se le dice jamás y se olvida para siempre. No hay secretos para mis hermanos. El pacto era importante. Fue un pacto de leche. Un pacto de ombligo. De esos pactos que sólo se hacen en la adolescencia con la mejor amiga: "Mientras nos tengamos la una a la otra no nos suicidaremos..." Me pregunto ¿Dónde quedan todos esos pactos? ¿Por qué ya no me importan? ¿Por qué me importa tanto ahora?

Piel de leche desapareció. Desde su partida no he podido volver a mirar otro ombligo. Supongo que saldré de ahí. No es la primera vez, me repito cada vez que recuerdo su mejilla llena de pecas y su oreja suave. Piel de leche se ha convertido para mí en partes separadas que me llenan de amor y de nostalgia. Es mejor me digo, recordarlo así, en partes, en extremidades, en órganos. Es mejor me digo, así lo deshumanizo y lo convierto en brillo, estrella, textura, color, en algo que me acompaña...y no en alguien que se fue.

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