domingo, 30 de septiembre de 2007

Mueca primitiva

Hace un tiempo que contrariamente a lo que hace unos años hubiera dicho, manejar por Lima se ha convertido para mí en algo placentero. Un día me di cuenta de que no iba a cambiar el mundo peleándome con los conductores de combi que me cerraban el paso ni con los taxistas que paraban en el semáforo verde. Ahora, simplemente aplico artimañas de conductora mañosa, aunque para ser sincera, hay veces en las que no puedo evitar pelear. No voy por la derecha a menos que tenga que girar en ese sentido, he aprendido a ver más allá de lo evidente y anticiparme a un carro que se va a estacionar en la pista o a una persona con intenciones de parar un taxi. Los esquivo. Ayer manejaba hacia el gimnasio. Crucé el Ovalo del Pacífico hacia Pardo. Ahí, hace ya un tiempo hay un semáforo para que los transeúntes puedan cruzar la avenida cuando este está en rojo para los conductores. Ya sabemos que en Lima el transeúnte para un conductor no existe (el Ovalo Gutierrez es un ejemplo), así que este semáforo es algo realmente valioso. Además, la gente lo respeta, funciona. Ese semáforo estaba en verde para los conductores y yo quería llegar al gimnasio, sin embargo, tuve que sobreparar sorprendida al ver a un grupo grande de personas cruzando la calle ante mi mirada atónita. Sobreparé con cara de desconcierto. Una chica pasaba frente a mi carro y para mala suerte nuestra cruzamos miradas. Yo le hice una mueca como diciendo: "¿Qué les pasa? ¿Están locos?" Pero tambièn, quiero ser honesta, como diciendo: "¿Eres estúpida?" La mujer-chica me mira, inclina su torso hacia mi carro y con toda su energía (todo esto en un segundo), me saca la lengua. Ahora que lo pienso, me parece absurdo. Dos perfectas desconocidas de más de 30 años en un instante de sus vidas se insultan la una a la otra. Nunca más volverán a verse y si lo hacen, no recordarán la cara de la otra.

No se si sacar la lengua a alguien sea el primer insulto que aprendemos cuando somos niños. Tampoco se quién nos lo enseña. No se si a la primera persona que insultamos en la vida sea a un hermano, a un primo o a nuestra madre. Lo cierto, es que me sacó la lengua y eso, para sorpresa mía, me dolió.


Me sacó la lengua con el torso inclinado hacia mi carro y su mirada fija en la mía. Aunque no recordaré jamás su cara, recuerdo que llevaba gafas, era delgada y morena, tenía el pelo negro amarrado en una cola y vestía jeans. He aprendido algo que detesto y que no quiero volver a hacer. He aprendido a ser sarcástica. El sarcasmo es para mí, terrible y patético porque detrás de él y de su falsa mueca-risa se esconde un dolor muy grande y no me gusta fingir que las cosas no me tocan cuando en realidad sí.


Volvamos al instante. Esa chica-mujer-con gafas me sacó la lengua con toda la intención de su torso y mirándome a los ojos. En ese instante, sentí una descarga eléctrica en el vientre. Intento no pelearme con la gente en la calle porque siempre es uno el que sale perdiendo. Antes insultaba a cualquiera y me peleaba gritando como una loca quedando luego mi cuerpo cansado y mi mente confusa. Llegaba a casa y lloraba sin parar por la "violencia del mundo". No me gusta ser violenta porque SOY violenta. Se que no debo pelearme con nadie porque genero algo así como un levantamiento de capas emocionales. Si le grito a un conductor que me cerró el paso puedo terminar echándole la culpa de que mi padre era machista y de que yo tenga dificultad para amar. Entonces, ¿para qué? Se que si no quiero que el mundo sea violento (porque yo no quiero ser violenta), lo único que puedo hacer es no contribuir a lo que ya está allá afuera.


Descarga eléctrica en el vientre después de la mujer que me saca la lengua y mi respuesta después de esa descarga: el sarcasmo. Reírme de su sacada de lengua que había producido algo intenso en mi cuerpo, voltear hacia ella y gritarle con una carcajada: "¡Fea!"
Le grité "fea". Puede sonar naif pero en ese momento para mí y mi adolescente interior era la respuesta lógica a una también naif sacada de lengua. Recuerdo ahora la cantidad de veces que le he gritado fea a alguna chica y la cantidad de veces que me lo han dicho a mí. La respuesta siempre es la misma: una risa sarcástica. Entonces la cadena sería así: Interrogante violenta, sacada de lengua, descarga eléctrica en el vientre (dolor), sarcasmo de mi parte e insulto y respuesta sarcástica de parte de la agraviada. Una cadena de pura mierda.


Me sorprendió muchísimo esa descarga eléctrica en el vientre. Me asusté. Sentí que mi cuerpo ya había registrado. Yo pensaba que era somática sólo para cosas graves pero este instante me estaba demostrando que podía somatizarlo todo.


No he podido dejar de pensar en ese momento. El dolor abdominal me alerta y me cuestiona. ¿Por qué me había dolido tanto esa "peleilla callejera"?

Recuerdo su imagen, su lengua, su mirada certera, su "intención", toda ella atravesándome como una flecha. ¿Como un gesto tan infantil puede tener tanta fuerza? ¿Estaba yo demasiado sensible? ¿De qué manera la interrogué con la mirada la primera vez para que ella me respondiera con tanta violencia? ¿Fui yo más violenta que ella tal vez? ¿De dónde venía yo? ¿De dónde ella? ¿Por qué estábamos tan cargadas?

Pîenso que tal vez esa chica, estaba esperando que un alguien, en este caso yo, la provocara para descargar algo que tal vez un otro alguien le había producido. Me gustaría ir donde esa chica ahora y preguntarle porqué me respondió así. Ella me preguntaría porqué la miré así. Yo podría darle mil explicaciones sobre el tráfico y la urgencia. Ella me podría decir que esa mañana se peleó con su madre quien a su vez se había peleado con su padre quien había tenido un problema en el trabajo con su jefe que está por hacer cerrar la empresa porque ya no puede sostenerla y su mujer no lo entiende porque su madre nunca le enseñó a comprender y hasta ahora les falta comunicación... Y así me fui dando cuenta de que tal vez esa sacada de lengua no era tan naif como yo pensaba. Era el dolor de muchas personas explotando a través de esa chica que cruzaba el semáforo en verde. Era rabia y silencio de muchas otras personas. Era una mueca ancestral, primitiva. Por eso, me dije, por eso la descarga eléctrica en el vientre. Por eso el malestar y el no poder dejar de pensar en ello.

Dicen que uno recibe lo que da. Dicen que cuando uno da amor, recibe amor. Lo contrario, ya sabemos lo que es. Me pregunto si esa chica me recuerda, si estos dos segundos la afectaron tanto como a mí. No pretendo que sea así. Estamos tan acostumbrados a generar y a recibir violencia que ni nos damos cuenta. Yo, he aprendido a sentir algo así como que con cada insulto, grito o histeria callejera o casera estoy haciendo un forado en el aire. El aire, está lleno de partículas elementales, entonces, también las violento a ellas y ellas saldrán disparadas a algún otro lugar transformando el universo de una manera violenta también. ¿Para qué? Un grito es entonces, más que un grito. Es un grito y sus consecuencias. No sólo en la otra persona, sino en el universo mismo. Una sacada de lengua y una carcajada adolorida son más que eso también. Todo es fuerza transformadora y quiero ser cada vez más conciente de con qué fuerza quiero transformar las cosas.

domingo, 16 de septiembre de 2007

¿Y el dolor, para cuando?




Somatizar
Transformar problemas psíquicos en síntomas orgánicos de manera involuntaria. U. t. c. intr. Tiene tendencia a somatizar. U. t. c. prnl. Los trastornos psíquicos tienden a somatizarse.

La primera vez que me di cuenta de que somatizaba fue en Diciembre del año pasado. Había estado profundamente enamorada de un chico. Cuando terminamos la relación, él no estaba a mi lado, había regresado a su país y me decía por teléfono de una manera amorosísima que no iba a volver. Yo estaba preparada para ese dato desde hacía algunas semanas así que contrariamente a lo que mi entorno creía, me lo tomé tranquilamente. Recuerdo mi voz grave en el teléfono, su voz, sus lágrimas, mi ausencia de lagrimas, la sensación de madurez, el amor incondicional. "Si es lo mejor para tí, tienes que hacerlo", le dije. Hablamos durante unos 45 minutos. Fue una conversación del tipo: "En fin, que te vaya bien. Ya nos veremos. Cuando todo sane. Te entiendo perfectamente. No te preocupes. Estás haciéndolo bien. Tranquilo. Te amo." No puedo negar que yo misma estaba sorprendida de mi reacción. Dos semanas antes, poniéndome en esa misma situación (sólo imaginándomela), me había puesto a llorar, se me había calentado la sangre y había terminado con náuseas. Dos semanas después, colgaba el teléfono después de decir "Te amo" y me quedaba con la mano encima de él, mirándolo. Me pregunté en ese momento: "¿Y el dolor?" Pensaba: "Esto es muy fácil... ¿Por qué no duele?" Sentía que algo faltaba. Que no estaba viviendo el momento realmente. ¿Dónde estaba el gran protagonista de esta historia? Recuerdo mi imagen ahí sentada, con la mano sobre el teléfono, la mirada sobre la mano, en pijama, era un domingo 31 de diciembre. Año nuevo. Ahora recuerdo que lo más agresivo que le dije fue algo así como: "Gracias por joderme el año que viene." Luego rectifiqué y pedí perdón. El no tenía la culpa. No había ningún sustento lógico en aquella ecuación que dice: "Me dejó mi novio - se me jodió el año."

Pero volvamos al momento. Yo sentada frente al teléfono en pijama, mi mano sobre el auricular, la mirada sobre la mano. El pensamiento: "Qué facil." Pensamiento que lejos de tranquilizarme o alegrarme, me inquietaba. El dolor, el de siempre, "ese", tiene que estar en algún lado. De pronto, en el instante, una ligera sensación de adormecimiento, como una ola atravesando mi cuerpo. Un instante de estado febril. Mi mano sobre el aurícular y mi mirada volteando hacia la ventana que está abierta. No hay ruidos en casa. Estoy sola. Es cierto, también eso. La vacuidad de la casa. El no hablaba mucho, pero ahora la casa estaba muda. Y yo ahí sintiendo un vahído por el cuerpo. Mi cabeza mirando a la ventana de la izquierda y pensando: "Qué silencio." Mi casa de piso de losetas frías. Y ahí tantas veces, miradas directas a los ojos. Me acerco a cerrar la ventana. El vahído me hizo sentir un poco de frío. Me acerco a la ventana y con esfuerzo la cierro. El silencio de mi casa es ahora tan espeso que lo siento alrededor de todo mi cuerpo como una vibración. Miro las rejas de la ventana. El cielo gris de la tarde. No hay sol. En mi tarde no hay sol aunque sea finales de diciembre. Me quedo ahí un rato. El tiempo se ha vuelto un instante. Es como si no pasara. Mi cuerpo está erguido, como suspendido. Mi espalda recta. Miro las rejas y detrás de ellas, el cielo gris de diciembre porque me da la gana. Porque en realidad no miraba el cielo, porque en realidad mi ventana da a un interior que es un muro color amarillo y sucio. Gris. Toqué el vidrio con las yemas de mis dedos. Me siento tan delicada en este momento. Mi cuerpo en este momento es el de una bailarina de ballet. Mis yemas son de cristal. Y mis ojos de vidrio. No he perdido la compostura. Pienso en lo fina que soy a veces. Doy la vuelta y camino lento y sin rumbo. No hay muchas posibilidades en esta casa que es pequeña, pero no tengo rumbo. Ahí pienso: "He perdido el deseo".

Todo a mi alrededor ha perdido su "justa medida". El tiempo, el silencio, el frío, todo tiene medidas ahora que no reconozco y yo misma me he convertido en una bailarina de ballet. Fina, erguida, con corona. El cutis blanquísimo, las sombras celestes. Voy a la habitación contigua y me siento frente al espejo. Me miro el pelo, el cutis, mi cuerpo delgado. Quisiera decir "Tu te lo pierdes", pero en ese momento lo único que puedo decir es: "Yo me lo pierdo".

El tiempo inexplicable. Me podría haber mirado eternamente al espejo. Mi cutis podría haber envejecido ante mis ojos. Podría haber sido testigo diario de la caída de mis senos. Decidí echarme. Todo es silencio. Oigo algún pájaro y creo que es la primera incursión del sonido después de mi propia voz diciendo "Te amo." La sensación de vahído está ahí. Yo, la bailarina de ballet, me echo en la cama y me tapo los pies. Tengo frío y pienso que cumplí 30 años hace nada y que mis planes para la próxima década acaban de cambiar. Pero respiro. Estaba ahí, echada, con mis pies en punta bajo la cubrecama, respirando y mirando el techo con mis pestañas largas. En ese momento me habría gustado tener 15 años y llamar por teléfono a mi amiga Daniela llorando y decirle que él me había dejado, que la necesitaba. Me habría gustado ir despechada a una bodega, comprar una botella de ron y llamar a mi amiga Gitzi para que trajera su I-Ching y que me leyera el Tarot para ver si ese imbécil iba a volver conmigo. Pero ahora todo parece ser más callado. Más tenue. Es un universo desconocido para mí. "¿Dónde está el dolor?", vuelvo a preguntarme. "¿A qué hora viene todo aquello?" Entro en el silencio de no saber qué decir. Me empiezo a adormecer. Cierro los ojos un segundo. Mi cuerpo se adormece como si el universo en forma de ola hubiera arrastrado fuera de mí toda la energía restante. Creo que estoy a punto de dormir. No se cuanto tiempo ha pasado desde mi mano sobre el aurícular y mi mirada sobre la mano pero estimo que no es mucho tiempo. El silencio. Nunca había oído tanto silencio. Me echo sobre un costado y abro los ojos. Miro hacia adentro. Pienso en mis palabras y en el timbre de mi voz: "Estás haciendo lo correcto. Te entiendo perfectamente. No te sientas culpable. Eres un ser maravilloso." Pienso que soy una reina. Una bailarina de ballet. Me siento espigada. Limpia. Digna. Soy buena. Bondadosa. Soy Blancanieves. No te dije esas cosas de mentira. Las dije en serio. Ahora tengo frío y parece que me voy a enfermar. No tengo energías. Me toco la frente. Tengo fiebre. El cambio de clima es una mierda. Voy a tomar agua y una pastilla. Pienso en quedarme en cama esta tarde. Ya por la noche me iré a tomar unos tragos con mis amigos y recibiré el 2007 comiendo doce uvas bajo la mesa en minifalda y calzón amarillo. Pongo un pie en el suelo. Qué frío es. Antes era alfombra. Pero eso era antes. Me miro nuevamente al espejo. Tengo el pelo desordenado ahora. El tiempo ha empezado a pasar de alguna manera. Siento que algo ha cambiado. Escucho el ladrido del perro en la terraza del vecino. El cielo está gris. Ahora si puedo verlo. Cielo gris de año nuevo. Existió para mí. Tengo que hacer cierto esfuerzo para pararme de la cama. Lo logro y me tengo que coger la cabeza. Me he mareado. Vuelvo a sentarme. Me siento un poco mal. Creo que tengo náuseas. No hay nadie en casa. Lo único que quiero ahora es estar caliente, arroparme, prender la televisión, ver cualquier cosa. Tengo fiebre y náuseas. Me duele la cabeza. Un estornudo. Otro. Mi cuerpo de bailarina en ese momento se desploma. Siento mis dedos largos. Mis ojos abiertos, mis pestañas largas. Miro el reloj. Son las 4.20. El tiempo se ha extendido. Veo que cambia a 4.21 y siento una extrema sensación de alivio. Por lo menos el tiempo pasa. Mi fiebre hierve, me duele la garganta y me pregunto nuevamente cuando reventará todo. Me sorprende no llorar. Tengo que dormir. Tal vez mañana, me digo. Tal vez mañana te llore. Esto no puede ser tan fácil... ¿Cuándo vendrá el dolor?

domingo, 2 de septiembre de 2007

Vieja de mierda

Dejé de tomar cuba libres hace mucho tiempo. Engordan. Pero me gusta apartar la coca cola y beber pequeños vasos de ron tipo "shots". El Jueves me senté en una mesa con variopintos amigos alrededor de una botella de ron y bebimos los llamados shots. Hablábamos de la edad, de Lima, del amor, del desamor... Uno de mis amigos (39), me dijo que el mundo entero te preparaba para cumplir 30 años, pero que nadie, absolutamente nadie te preparaba para los 31, que eran también una importante cuestión. Supongo yo que tiene que ver con el rápido avance a los 40 que empieza a partir de esa edad. 31 ya es casi 40. 30 es aun 29.

Recordé las veces que me ha caído mal una "vieja de mierda" y la he insultado. Es cierto que hay muchas "viejas de mierda" en el mundo, como hay de todo en el mundo. Pero pensé que por cada vez que yo le haya restregado mi juventud a alguna mujer de más de 40, en 20 años vendrán tres quinceañeras a hacer lo mismo conmigo. También pensé: pero yo NO voy a ser una "vieja de mierda". Pero...quién sabe. Uno no tiene ganado nada en esta vida. Creo que era Sócrates quien decía que sólo se puede decir de un hombre que ha sido feliz cuando éste ha muerto. Que yo sea feliz en este momento, no quiere decir que no me pueda convertir en una vieja de mierda en el futuro. Qué miedo.

Pienso que con cada "vieja de mierda" que proferimos, estamos dañando a la "vieja de mierda" que seremos después. Etiquetamos así nuestro propio futuro. Vamos a envejecer. Es un hecho. Tal vez ya sea una "vieja de mierda" para algunas personas. Para mí, a los 12 años, una chica de 30 podía ser fácilmente una "v.d.m".

Cuando cumplì 28 años un chico de 30 con el cual yo salía, me dijo que ya me estaba haciendo vieja y que me estaba creciendo el culo. Este año me lo encontré y me dijo que andaba saliendo con chicas de 22 años. "Jovencitas"... así me dijo.

Yo nunca me he sentido joven. Y es algo que me pesa. En mi cumpleaños número 15, mi mejor amiga me regaló una crema para las arrugas porque YO SE LA HABÍA PEDIDO. Y la usé. Es increíble las mentiras que la propia mirada puede decir de uno mismo. Me pasa entonces que realmente tengo que envejecer para darme cuenta de que "era joven".

Se que cada vez me alejo más de la gordita de rulos que sale en la foto de promoción en Macchu Picchu. Me pasa que me veo joven en las fotos de hace unos años. Me pasa que miro chicos lindos que ya son "demasiado chicos" para mí. Recién me acostumbro a la idea. Siento que me estoy reacomodando a una nueva situación.

Tengo millones de auto retratos. Fotografías y videos que me he ido haciendo a lo largo de los años con un interés cuasi antropólogico. Por momentos fue tan obsesivo que parecía que el ser humano iba a desaparecer de la faz de la tierra y que mis documentos ayudarían a algún otro tipo de vida futura a entender como vivíamos, lo que pensábamos... Así, tengo videos de mi misma comiendo, viendo TV, escribiendo, hablándole a la cámara... Bueno, he tenido mucho tiempo libre en los últimos años. Pero en realidad lo que quería era verME en los años venideros. ConvencerME de que el concepto que manejaba de mi misma en la época en la que me tomé la foto o me hice el video era erróneo. El problema es que cuando me doy cuenta de que el concepto era erróneo estoy en un presente en el que manejo sobre mi misma un concepto igual de erróneo. Entonces me vuelvo a tomar la foto, me vuelvo a hacer el video para así en 5 años intentar aprender algo. Pero no aprendo nada. Simplemente tengo un efecto retardado. Estos autoretratos simplemente encubren que sientes que eres una vieja de mierda de 25, de 28 o de 30 años. Nada más falso. Nada más real.
Un día escuché en un documental sobre la vejez a una viejita que a sus 80 años decía: "Nunca más seré tan joven como en este instante. Tengo que aprovecharlo."

Dulce señora, a ver si me enseña a no sentirme una anciana de 30.