jueves, 11 de octubre de 2007

Barcelona


Mis años en Barcelona los recuerdo como años dorados, de olor a mar, topless, capoeira y lluvia. Barcelona es colorida, alegre, soleada y tiene un mar verde esmeralda al que Homero llamaba "Ponto color vino". Vivía a tres minutos del mar en un antiguo barrio de pescadores: La Barceloneta. En la esquina a la izquierda y recto (de frente en español), llegaba al malecón que está al nivel del "Ponto color vino". Recuerdo la sensación la primera vez que doblé esa esquina. Iba a ver el Mediterráneo por primera vez en mi vida. Iba de la mano de un hombre maravilloso que se estaba convirtiendo en mi padre y yo lo miraba extasiada. El olor iba cambiando según avanzábamos hasta llegar a media cuadra. Cerré los ojos. Quería escuchar el sonido del Mediterráneo, las aves, el ruido que hacía la gente. Quería que fuera un momento inolvidable... y lo fue. Abrí los ojos y lo que recuerdo es el color. Verde agua. Mar color verde agua como jamás lo había visto. Era invierno pero había gente sentada en la arena, conversando, fumando, tomando una cerveza. Así debería ser Lima dije. Pero Lima no tiene ese cielo azul con sol en invierno... Lástima.


Mi casa era pequeña. Demasiado pequeña. Recuerdo que nos reíamos porque decíamos que en el baño meabas, te lavabas los dientes y te duchabas al mismo tiempo. La cocina era del tamaño de mi closet en Lima y muchas cosas como esa a las que nos fuimos que ir adecuando. Chocarse todo el tiempo para ir de la habitación al baño, no poder cocinar juntos, cambiar de posición una mesa para poder comer... Ahora me parece increíble pero creo que lo primero que compramos fue un televisor.


Mis años en Barcelona fueron los únicos en los que mi piel estuvo dorada. En verano, salía todos los días al Mediterráneo (a tres bloques de casa, "cuadras" en español) y me quedaba en tetas bebiendo sol 20 minutos o media hora. Fue extraña la sensación de hacer topless por primera vez. La sensación de desnudez, de transgresión con una misma...Nadie me miraba pero yo me sentía observada. Por mi misma claro. Hermoso. Luego tornaba a casa y comía fideos. Por la tarde, nos ibamos al cine en el barrio de Gracia y luego a comer pizza y una copa de vino a un lugar cercano que nos parecía lindo y barato. Cuando pienso en las calles de Barna en verano, recuerdo mis vestidos transparentes, mis "chanclas" rojas, minifaldas cortas y sudor en el cuello. Cuando las pienso en invierno, recuerdo mi chalina roja, mi pelo corto, mis botas negras sobre el pantalón y el abrigo negro que perdí.


A veces, caminaba por el malecón de la Barceloneta y veía grupos de gente joven bailando capoeira y tocando batucada. Y yo ahí, con mi inmensa timidez y temor al ridículo, queriendo unirme y él jalándome de la mano para ir a casa a comer, o al cine que se nos hacía tarde. Si volviera a Barna haría un viaje distinto, estoy segura. Eso sí, vestiría la misma cantidad de minifaldas y haría topless siempre. Comería menos fideos y más mariscos, me compraría un mapa para entender el barrio Gótico y no perderme cada vez que iba sin él. Aunque también tenía un encanto especial perderse. Me metería a hacer capoeira con los chicos aunque no fuera tan buena. Al final, qué importa. Tomaría más baños de mar a las 9 de la noche, esa hora maravillosa en la que aun no anochece en verano pero que ya hay luna y el Mediterráneo está calientito. No iría tanto al cine y caminaría más por la ciudad. Fumaría más porros sentada en el Borne y miraría a todos los pastrulos pasar. En realidad, hice todo eso... pero lo haría más.


Me pelearía menos con él. Iría a comprar ropa sola y no gastaría tanto dinero en psicoanálisis. Analizaría menos mis sueños y soñaría más. Lloraría menos, bailaría más. Lo querría tanto por llevarme a Europa. Haría estatuas en Las Ramblas y me tomaría más fotos sonriente. Bebería menos, fumaría más. Comería menos y caminaría más.


Hace un año volví a Barna después de muchísimo tiempo. Volví con otra persona. Era verano y Barna seguía oliendo a mar, a aceituna, a piel dorada. Monté bicicleta por primera vez desde que tenía 13 años, hice topless nuevamente, bailé como loca en una disco, caminé mucho, viví en una azotea en bikini, y expuesta a la mirada de los vecinos que no miran. Tomé cerveza y cava, escuché música hermosa, comí helados, me volví a perder en el Gótico y me hice fotos sonriendo. Cuanto amo esa ciudad.

5 comentarios:

George dijo...

eh, la oportunidad de volver a vivir, a veces para no cometer errores, y otras, para cometerlos con mayor entusiasmo.

(eso de los toples no lo he visto, pero supongo que si tuviera la oportunidad no miraría - o si)

MUA - Jime Lindi dijo...

si se vuelven a cometer con conciencia... pues... hasta el fondo... con valentía! ja!

sushi punk dijo...

wow. sensación de desborde. el corazón se vuelve un pac man con esta confesión. ganas de salir a decir los te quiero mudos. ganas de abrazar y de amar para siempre, aún sin saber a quién.

patricia dijo...

me he llenado de nostalgia leyéndote y me he visto caminando por ese malecón... ¿como pasó eso?
Me encantó leerte.

Locopis dijo...

wen post! reflexione sin quererlo. El mar de Los Órganos plan de 7 de la noche, caliente, aun no de noche y flotando entre las olas debe generar la misma sensación, disfrutalo laguna vez