domingo, 14 de octubre de 2007

La edad de la razón

Tuve una época en la que decía que era tímida. La verdad es que hasta ahora no se si soy tímida o no. En realidad, creo que no. Mis amigos se reirían y dirían que no lo soy. Pero son mis amigos y no me conocen tanto como yo. ¿O sí? Creo que no soy tímida porque alguna vez he conocido a algún tímido y creo no ser así.

Lo que sí he hecho alguna vez es escudarme en una supuesta timidez para esconder la mala leche que podía tener con la gente que no conocía. Si alguna vez alguien les decía a mis amigos que yo era antipática, ellos me defendian diciendo que "era tímida". Pero no, no era tímida, era antipática y a veces puedo serlo y mucho. Las cosas como son.

De niña era cruel y salvaje como muchos niños. Pero eso sí, culposa. Recuerdo que en primer grado de primaria, tenía una amiguita que tenía identidad propia y eso me molestaba mucho. Era mi mejor amiga y la quería a mi imagen y semejanza así que cada vez que ella no estaba de acuerdo conmigo en algo, yo, le pegaba. Sí, le daba una bofetadilla en una de sus mejillas y me iba indignada esperando que ella volviera loca de amor a pedirme disculpas...Debo haber visto demasiada televisión de niña. Ella, como tenía identidad propia, no me perseguía llorando, ni tampoco respondía a la agresión. Se quedaba mirándome y cogiéndose la mejilla... Supongo ahora que intentando acomodar en su mundo organizado mi reacción o cagándose en todos mis muertos. Luego era lógicamente yo, llena de culpas y tormentos la que regresaba con el rabo entre las piernas a pedir disculpas y a pedirle que volviera a ser mi amiga. Ella siempre me perdonaba y volvíamos a jugar tomadas de la mano.

Cuando fui más grande, ya en la secundaria, tenía otra mejor amiga que también tenía y tiene una potente identidad propia. Yo, creo que no había aprendido nada de mi experiencia anterior así que cada vez que ella no estaba de acuerdo conmigo en algo (ahora si que eran temas más trascendentales), yo mandaba un soberano "Vete a la mierda" tan fuerte como una bofetada y volvía a irme indignadísima (como cuando era una retaca) esperando que ella me retuviera. Pero ella, nunca me retenía... Se quedaba mirándome igual que la pequeña de 10 años antes, confundida o, cagándose en todos mis muertos, quien sabe.

Varias veces mi amiga de la secundaria que hoy tiene mi edad y a pesar de todas mis salvajadas sigue siendo mi mejor amiga (gracias) me dijo: "Tu no puedes ir por la vida mandando a la mierda a la gente..." Y yo no la entendí. Yo podía mandar a la mierda a quien quisiera y si me respondían bien por ellos y si no, pues su problema. Total mandar a la mierda a alguien no era tan grave ¿no?

Cuando era pequeñita, la empleada me llevaba al ballet con mi leotard negro, mis mallas rosas y mi redesilla rosa también. Me encantaba caminar por las calles así. Me sentía importante. Me creía lo máximo por ser bailarina de ballet, después me creí lo máximo por ser actriz... después la vida se encargó de quitarme todos esas "creencias máximas". En fin, una tarde, no recuerdo porqué me dio un berrinche. Sólo me recuerdo a mi misma tirada en el suelo de la calle llorando y gritando. Una señora en el paradero me miró y dijo: "Que niñita tan malcriada". Recuerdo que le grité con toda mi sabiduría de 7 años de edad (mi madre me había mal acostumbrado diciéndome que esa era la edad de la razón) que era una "vieja de mierda, gorda, fea, imbécil, fea, fea, fea, gorda, gorda, gorda", que supongo eran los insultos que un niño en la edad de la razón manejaba en esa época... Lo que recuerdo, a pesar de lo naif de los insultos fue la furia. Estaba poseída, roja y sudaba llorando. Todo se mezclaba. El sudor, las lágrimas, las imágenes, los insultos, la empleada intentando calmarme y yo gritándole. "¡Déjame cochinaaaa!"

Ahora que lo pienso mis insultos más hirientes siguen siendo "fea" y "vete a la mierda". Lo que ha cambiado es que ya no doy bofetadas ni mando a la mierda a mi mejor amiga. Cuando uno crece, aprende con quienes puede molestarse y a quienes "puede insultar" sin ser abandonado. Uno deposita su furia en la madre, el padre, el novio... seres hermosos que son hasta cierto punto "incondicionales"... O en un extraño... Alguien que no existe para nosotros y que se convierte en un depósito de nuestra furia. Nos ha pasado a nosotros también. De cualquiera de las dos maneras uno siempre regresa con el rabo entre las piernas ante los demás y ante uno mismo.

Creo que no soy tímida. Creo que he tenido mucha "mala leche" como dirían los españoles, o un "genio de mierda" como diría mi hermano mayor. Pero creo que he aprendido. No siempre me han perdonado. No siempre he podido volver a jugar con mi amiguita de 6 años ni he tenido una amiga que me diga las cosas en la cara. No todos han sido incondicionales porque lógicamente, todos tienen un límite. Si tuviera que decirle a mi futura hija cuando llega la edad de la razón, le diría que tarde... como a los 30 tal vez... Paciencia y buen humor...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me ha encantado este post.
Taaaaaaaaaan sincero.
Ya demasiado maduro.
Mucho autoconocimiento hay.
Mucho ya.
Ja.

Y qué presente tiene alguna gente detalles y escenas de cuando chibolos.
Es algo que estoy empezando a envidiar en el prójimo.
Yo tengo algunas escenas de chibolo guardadas en la cabeza, que puedo evocar al detalle, pero no siempre.
Eso es lo que me jode.
No poder controlarlo.

En fin.

Por los posts que he venido leyendo en recontra desorden, y después de varios-muchos posts, te creo.
Sí creo que seas alguien que "te mande a la mierda" sin demasiados reparos.
Entiéndase ese mandar-a-la-mierda como la actitud descontrolada en uno, al margen de que uno decida decirlo o no.
Porque esa clase de cosas se notan.

Y qué mal, la verdad.
Aunque qué chévere saberlo (digo, tú).
Y qué chévere controlarlo.
O tratar de.

J.